Beauvoir y la derecha

Triunfaron en la Guerra Fría, derribaron Estados y controlan sociedades con un pequeño repertorio de ideas preconcebidas, pero siempre tienen miedo. La derecha es el pensamiento político que tiene miedo. En ejercicio del poder tiene miedo de que ideas nuevas echen por ...

Triunfaron en la Guerra Fría, derribaron Estados y controlan sociedades con un pequeño repertorio de ideas preconcebidas, pero siempre tienen miedo. La derecha es el pensamiento político que tiene miedo. En ejercicio del poder tiene miedo de que ideas nuevas echen por tierra su pequeño universo. En la oposición teme que esas ideas echen a andar la historia sin un rumbo cierto —la derecha es determinista—; en el gobierno teme no ser fuerte para proteger lo que imagina su depósito histórico —la derecha es manierista—. Esta combinación permitió la creación de la derecha como idea política que, según Simone de Beauvoir siguiendo a André Malraux, deja de pensarse en términos de libertad para pensarse en términos de destino, es decir, de extinción; así la derecha vive a la espera del cataclismo inminente que la abolirá.

Para Jules Romains, “situarse a la derecha es temer por lo que existe”; la derecha aspira a que el orden del universo permanezca tanto como sea posible, aunque sienta que no durará; teme a las ideas exóticas, a las de su propia sociedad, a las condiciones económicas, a todo lo que cuestiona lo que no debe cuestionarse; este temor no lo paraliza, es parte de su propio élan vital; por eso toda derecha coquetea con el fascismo pues en él ve la esperanza que queda cuando los valores tradicionales han entrado en peligro; Beauvoir reflexiona sobre la idea de que los nazis convertían al pesimismo en voluntad de poderío, pues ahí donde todo es duda y temor el nazismo brilló como esperanza de pervivencia.

Una de las características de la derecha es su capacidad para inventar a sus enemigos; sin ellos perdería su identidad. Cuando Beauvoir escribió Las ideas políticas de la derecha, no podía imaginar el refinamiento al que llegaría Estados Unidos en la identificación de sus enemigos; desde el japonés hasta el soviético, del musulmán al migrante latinoamericano; todos caben dentro del discurso de identificación del enemigo según los tiempos; desde Charlie Chaplin hasta Fidel Castro; la izquierda en el discurso de la derecha se reduce a todo lo que quiere disolver el mundo establecido y provocar su caída.

Beauvoir señala que la derecha, separada del mundo por su estilo de vida, confía más en su idea y en la forma en que va creando el mundo a partir de ella; la derecha es idealista, de ahí el uso de términos como “valores humanistas”, “valores cristianos”, “reserva moral” o “bien común”, que expresan relaciones sobre modelos idealizados.

La derecha carece de elementos para su propia definición porque su única propuesta es la sobrevivencia y la postergación indefinida de la crisis del modelo que hoy conocemos. La derecha está construida sobre una serie de contradicciones que no pueden ser obviadas y que constituyen su dinámica política: ¿Cómo podría luchar contra los privilegios ajenos mientras defiende sus propios privilegios frente a los demás? Para salvar esta contradicción, la derecha tiene dos caminos: la violencia y el idealismo. Por la violencia se aproxima al fascismo y por el idealismo se propone convencer de que al defender sus intereses en realidad defiende valores universales. Frente a un escenario así, no queda sino la observación vertida por Alain y recuperada por Beauvoir: “Cuando se me pregunta si la separación entre derecha e izquierda tiene aún sentido, la primera idea que se me ocurre es que quien me formula esta pregunta no es, ciertamente, un hombre de izquierda”.

En la derecha, la reformulación de las ideas ocupa un lugar fundamental; aspira a la quietud absoluta y para ello debe pasar por el cambio sin que el cambio afecte sus estructuras fundamentales, gatopardismo, como diría Lampedusa; para lograrlo recurre al principio enunciado por Brice Parain: “todos los problemas son cuestiones de opinión”. Esta forma de entender el conflicto lo socializa al grado de desnaturalizarlo; así, la lucha de clases se soluciona transformando la mentalidad del proletario pero no la situación que lo oprime. Mientras que en la derecha una sola categoría suprema, lo humano, es suficiente para explicarlo todo —ya me parece escuchar a uno de esos reyes del humor involuntario de la derecha mexicana abogando por los derechos de “la persona humana”—, en la izquierda el hombre son los hombres.

                *Profesor e investigador. UNAM.

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