A rescatar la Ciudad Universitaria
Desde hace unos días estamos todos pendientes de la UNAM, el campus de Ciudad Universitaria, otrora uno de los lugares más seguros se ha tornado un sitio donde el temor se enseñorea y donde hay que tomar cuidados y precauciones que antes sólo eran consideradas necesarias en otros lugares urbanos
La comunidad universitaria es frágil, sus espacios están permanentemente abiertos y son parte del solaz de la ciudad y elemento fundamental de la identidad del sur de la capital de la República, del mismo modo en que la institución es parte de la identidad nacional, cuando se oye y se palpa que la Universidad está siendo agredida, en realidad es la sociedad en su conjunto la que sufre la agresión y, por lo tanto, la UNAM merece el concurso de todos para su protección y salvaguarda.
Durante muchos años, la Ciudad Universitaria ha presentado un índice delictivo menor a cualquier demarcación territorial en todo tipo de delitos, la cantidad de personas que se encuentran en sus espacios es enorme, no cuenta con policía armada y la seguridad está, prácticamente, en manos de los propios universitarios y de sus reglas de convivencia, ello demuestra, por sí mismo, que la enorme, gigantesca, mayoría de quienes ocupan los espacios universitarios son personas de buena fe que hacen su trabajo, estudian, investigan y experimentan, todo ello en beneficio de la sociedad. Es esa peculiaridad lo que la hace sumamente frágil, un pequeño conato de violencia puede desencadenar reacciones mayores y la realización de un hecho delictivo se magnifica en su percepción, pero también en su contenido y significado.
A ello debemos sumar el hecho de que la propia Ciudad Universitaria es patrimonio de la humanidad y que, por lo tanto, merece una protección especial tanto para su entorno como para sus construcciones y concepto en general. Todo esto son cosas que sabemos, pero que nos pasan desapercibidas hasta que se presentan crisis como la de los últimos días.
Tanto Graue como Sarukhán, han coincidido en que la presencia de policía armada dentro de las instalaciones universitarias no es la solución al problema, ello irrumpiría en la dinámica de la universidad y la distorsión que causaría en sus relaciones sociales que es poco deseable, también puede ser fuente de otros trastornos mayores.
El punto está en que el cuidado de ese enorme espacio está en manos de todos, en quienes no debieran consumir drogas dentro de los espacios universitarios, menos adquirirlas en su interior, en el cumplimiento de las investigaciones, el rigor de los juicios y la imposición de las penas para quienes delinquen dentro de la universidad, en la aplicación de la ley que rige dentro y fuera de la Ciudad Universitaria, de modo que, cuando la Universidad eche a andar esos mecanismos lo haga con la confianza de que será atendida, que sus asuntos serán resueltos con justicia y celeridad, eso es lo que la Máxima Casa necesita. No hace falta introducir más violencia ni hacer sentir a la comunidad más amenazada, lo que hace falta es devolverle la concordia y la paz que requiere para trabajar.
Informan, también, los diarios que en dos ocasiones, el mismo día, tuvieron que ser impuestos los sellos de suspensión a la obra que ser construye frente a la Ciudad Unviersitaria y que puede resultar en un atentado contra la imagen urbana del campus central, es decir, que lesionaría su condición de Patrimonio de la Humanidad. Es, precisamente, a esa protección a la que debemos apelar, a la de la conciencia de los ciudadanos, parece lejano, utópico o hasta infantil pedirle a todos que cuidemos de la Universidad y de la CU, pero es necesario y es importante en la medida en que cada ciudadano tiene algún tipo de relación con ese espacio y con esa institución esté consciente que sin ella nuestro país no tendría la identidad que posee y que el futuro sin ella sería más oscuro de lo que podemos prever, podríamos dejar a los universitarios con las manos libres y la tranquilidad necesaria para cumplir sus funciones.
Visitar el campus de la CU es un privilegio que nadie quisiera perder, no es posible que quienes frecuentan lo conviertan en centro de distribución y venta de drogas, que veamos en él una tierra de nadie. El respeto de los ciudadanos, el mismo que tienen los universitarios por sus recintos, es la base sobre la que gravita cualquier acción, la UNAM dispone de un sistema jurídico eficiente que se ha construido a lo largo de muchas generaciones de experiencia, pero no pueden actuar sin el concierto de la sociedad, se trata de un simple cálculo de costo-beneficio, dañar a la Universidad o tolerar su daño, puede ser uno de los peores desperdicios de recursos en que podamos recurrir como ciudadanos, respetarla, coadyuvar con ella y ponernos, también hay que decirlo, a sus servicio y colaboración es una inversión que se revierte en beneficio de todos mucho más pronto de lo que imaginamos.
Cuando De Gaulle ordenó que la Mona Lisa fuera preparada para hacer su histórico viaje a Nueva York, los conservadores del Museo de Louvre protestaron en masa y amenazaron con una renuncia colectiva; De Gaulle fue claro: “Malraux —entonces su ministro de cultura— sabe lo que hace y lo hace bien…”, en estos casos hay que estar con la Universidad, sabe lo que hace y lo hace bien, pero requiere la ayuda de todos.
