La imaginación política

Una de las imágenes más hermosas sobre la idea de tranquilidad que recuerdo es aquella escena de la primera salida del Quijote, contemplando, casi al alba, el Campo de Montiel. María Zambrano, en su discurso de agradecimiento y aceptación del Premio Cervantes lo detalla hablando, de la “incerteza propia del alba”

Así, un campo abierto a la posibilidad del día que se ofrece como oportunidad de todo; es el último día del año y nos han invitado a pasarlo en casa de una muy querida familia franco mexicana, me han prestado una mesa de terraza que mira al lago de Valle de Bravo para que escriba estas líneas, junto a mí, mi hija y sus hijos dibujan por el gusto creativo de hacer cosas; en la casa se escuchan mezcladas las lenguas de Proust y de Quevedo, son estos momentos los que me hacen pensar en las delicias de la vida.

Mi esposa y yo salimos hace un momento al pueblo a comprar algunas medicinas y en todos lados rebosa la alegría de la fiesta, personal de seguridad también abunda, armado hasta los dientes, me pone alerta y en momentos creo que los instantes de serenidad son parte de una escenografía que nos construimos para vivir sobre un fondo más dramático; al volver, mi amigo está viendo los servicios noticiosos franceses en su tableta, los primeros acordes de La Marsellesa interrumpen el noticiero y nos invitan a escuchar el mensaje de Año Nuevo de Emmanuel Macron. Como dicen que platicando y escuchando es cómo metemos a nuestro cerebro más de la mitad de la información útil, atendemos el mensaje.

El hombre es joven, el escenario es sobrio y elegante, no una sala clásica del Elíseo, sino una sala de paredes blancas y molduras doradas, cuya ventana da a un jardín invernal; se le ve sincero y a ratos emocionado; algo dice que ha llamado mi atención habla de atender los retos del año que viene con imaginación. Me quedo pensando en esa palabra tan apreciada por la literatura y tan estrujada por los políticos en un mandatario que, hasta donde va su discurso me atrae por su seriedad.

Claro que hace falta imaginación para gobernar, imaginación para no volver sobre las antiguas propuestas que arrancan las mismas viejas cicatrices, imaginación para vernos como el país que queremos y podemos ser, para obviar los debates insulsos y estériles y enfocarnos en los que sí valen la pena, para crear normas claras que sí puedan cumplirse y hacerse cumplir.

Imagino un futuro en el que no tenga que convivir con tanto auto lleno de escoltas, como elegantemente llamamos a los guaruras en este país nuestro donde ya no se sabe si el resguardado en serio lo necesita o es ya casi el toque de distinción con que se identifican las clases mejor doradas económicamente; me imagino que no hay recetas mágicas ni contragolpes misteriosos que anulen todo lo que hemos logrado para comenzar de cero en una Arcadia feliz, sino que hay maneras de corregir el rumbo escuchando lo que los ciudadanos conocedores de muchas materias pueden decir sobre esos temas; imagino, en fin, reuniones como ésta que me ha regalado la suerte en la que nuestra cultura y nuestro idioma son nuestra carta de presentación, una forma de encuentro y nuestro mejor producto de exportación.

Mucho me temo que hemos entrado ya en un periodo especial y que todo cuanto se diga puede ser interpretado en clave electoral, pero hay vida antes y después de las elecciones, antes de que todo se vuelva bofetones y pastelazos, abramos el diálogo pensando en ese margen de certeza y seguridad que es nuestra identidad y nuestra cultura, que contendientes y ciudadanos podamos volver a él como un sitio abierto en el que saldemos nuestras diferencias civilizada y constructivamente.

Henri Rousseau, el aduanero, fue un pintor francés que llenó lienzos fantásticos de animales, frutas y selvas tropicales, siempre creímos que había estado en México con los ejércitos de Napoleón III, no fue así, su retrato es un sueño de un país que siempre quiso y no pudo conocer, sin embargo, ese deseo creativo llenó de vida el arte de su tiempo e inspiró fuentes de diálogo entre generaciones de artistas de ambos lados del océano, eso es crear, a partir de la imaginación mundos posibles. Antes de alzar la mano o la bala, antes de lanzar como piedra la palabra, pensemos en este año delicado, si podemos imaginar juntos una manera mejor de hacer las cosas en esta rica identidad donde cabemos todos.

Por ahora, me retiro a honrar una de las tradiciones que nos une con la dulce Francia, la cocina, y mientras tanto, dejo por aquí mis mejores deseos de paz, fortuna y salud. Que sea un gran año para todos.

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