El amigo del primo del candidato
Me acaba de suceder algo maravilloso para los días que corren, supe que un viejo amigo de la primaria es primo de un colaborador muy cercano de cierto candidato a la Presidencia que no tiene partido, pero que abandera a dos fuerzas políticas que tiene muchas posibilidades de ser Presidente, pero eso no es todo, si cuando hay suerte la hay, también supe hace unos días que un amigo muy cercano es familia próxima de dos colaboradores muy cercanos —pero muy cercanos— de otro candidato al que ahora parece que sí le toca la buena. Lo malo es que desde que hay candidatos esto me pasa cada rato.
Llegó el tiempo de los políticos de ocasión, como si la fauna social y política del país no estuviera suficientemente animada, aquellos que han esperado su ocasión agazapados en la sombra, aguardando el contacto correcto, el bueno, el esperado. Del mismo modo en que aparecen cada verano en el campo los coyotes cumpliendo el ciclo de la vida y haciendo que los roedores no acaben con las cosechas, la temporada electoral federal nos trae la resurrección de los amigos de ocasión que tienen información privilegiada, contactos familiares, amistosos y generacionales que serán el ábretesesamo para el próximo sexenio.
Dentro de la fenomenología de las religiones algunos estudios verifican varios estadios en el creyente. Un estado mágico, en el que el religioso ve a Dios como una especie de mago que puede torcer la realidad a voluntad si uno encuentra la fórmula correcta para pedirlo. Un estado transaccional en el que el creyente supone que puede hacer negocios con Dios ofreciéndole algo a cambio de sus servicios y un estado de fe adulta en el que se asume la convivencia con Dios dentro de los parámetros de cada religión, con la política pasa algo parecido. Una de las razones por las cuales los ciudadanos nos desesperamos con el pobre desarrollo de nuestra cultura política y por la que nos decepcionamos de los resultados de la democracia, es que vivimos en un estado de política mágica, tenemos la creencia de que este sexenio, ahora sí, nuestro amigo dilecto, tendrá el contacto que nos permita acceder a las mieles del poder y su riqueza, como decimos entre nosotros que “la revolución ahora sí nos hará justicia”.
Por un lado, estamos fastidiados de la falta de igualdad, del aprovechamiento de unos cuantos y de lo herméticos que son los círculos del poder que impiden el paso a los más talentosos y a los más preparados, sin embargo, tenemos la esperanza del contacto anhelado, del compadrazgo afortunado. No quiero imaginarme la cantidad de amigos que le han salido ahora a Meade y a Anaya, a los demás ya les habían salido en las campañas anteriores, si ahora mismo los ciudadanos de a pie tenemos que cuidarnos de las ofertas de los segundones de la oportunidad que dicen estar ya en contacto con las altas esferas que garantizan pingües ganancias en unos días. Si exigimos a los candidatos un poco de coherencia, tan sólo un poco, lo mínimo que podemos hacer como electores es presentar algo de resistencia al disparate. Hace apenas unas semanas, en este mismo espacio decía que las ideologías algo valen y entre sus valores está identificar la postura del candidato, ahora con alianzas de izquierda disfrazada de derecha y de derecha disfrazada de izquierda, de ciudadanía libre disfrazada de partidismo y de partidismo disfrazado de ciudadanización, esta campaña triste y deslucida como se anuncia encaminada al robavoto del indeciso y el desinformado, hacerse ciudadano se está convirtiendo en una misión cotidiana, de elegir en conciencia conforme a programas válidos y evaluables, distinguiendo el trigo de lo posible, de la paja de la promesa. Hay un tono de renuncia a nuestro folclor político, en el que seguimos hablando del “tapado” y pateándole las espinillas a los partidos donde más callos tienen de machacados que están sus errores, cuando tratamos de crearnos conciencia en analizar los discursos y las actitudes, enfrentar que sólo uno de ellos será Presidente y que cada uno de nosotros seguirá su vida cotidiana, buscándonos el sustento sin que la hada de la fortuna venga a decirnos que el bueno nos ha favorecido con su mirada, porque mientras guardemos esa esperanza, pensaremos que una poca corrupción aceita la maquinaria y un poco de suerte puede abrirnos puertas.
Es claro que el INE ya tiene mucho trabajo con organizar las elecciones, celebrarlas y vigilarlas, como para que además le exijamos que cumpla con sus programas de educación política, pero viéndolo así, podríamos fijarnos en la agenda ciudadana preocuparnos por una forma de autoeducación política, de esfuerzo y exigencia en los contenidos.
En torno a los días de inicio y fin de año, lo que nos queda es guardar para nosotros la inteligencia de que un voto, es apenas nada, pero que es muy valioso, profundamente valioso y que son esos votos libres, los de los ciudadanos que actúan a conciencia los que harán la diferencia, no los del capital con que los partidos ya cuentan como si fuera su tesoro y no patrimonio de cada uno de nosotros.
