Savater en Guadalajara

Como cada año, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, atrae la mirada del planeta, después de esfuerzos de décadas, se ha colocado como la primera del mundo en nuestro idioma y es el gran mercado de la lengua española donde editores, traductores, autores y distribuidores se dan cita como parte de esa enorme maquinaria que es la industria editorial y que contribuye, tal vez más que muchas políticas colectivas a darnos presencia y conciencia del mundo

La FIL, si no ha tenido oportunidad de asistir nunca, es un espectáculo digno de verse, niños, adolescentes, hombres y mujeres de todas edades y todos los intereses conviven con los libros y con sus autores, se conocen, se reconocen y se regodean en la experiencia no sólo de la literatura, sino también de la ciencia, el arte, la divulgación la cultura y en fin, del enorme placer de leer. Para quienes este año nos hemos quedado en casa, la televisión y los medios de comunicación nos van

arrojando a la playa de nuestros hogares los mil tesoros que la marea del idioma va dejando en Guadalajara.

La Feria arrancó con un homenaje a Fernando Savater en el que han participado Jorge Volpi, Juan

Villoro, desde luego el propio Savater, Ricardo Cayuela y Carlos Revés. Mirando la televisión, me detuve a escuchar y es en esos momentos en que uno debe dejar lo que está haciendo para atender a los que saben, lo urgente puede siempre esperar unos minutos si lo importante se presenta para ser escuchado. Después de que han hablado todos los conferencistas, Savater ha dicho que le gustaría conocer a aquél del que han hablado, porque él mismo no se reconocía en tantas cosas buenas que se habían dicho, recordó a Mauriac cuando le preguntaron ¿quién le hubiera gustado ser?, dijo que él mismo, pero bien hecho, desde luego, al público en Guadalajara y a quienes los seguíamos de lejos nos hizo brotar la sonrisa.

Me gusta pensar que los mexicanos deberíamos insistir en este momento de cultura, no que nos detengamos todos un día a pensar. Villoro comentaba que su padre era filósofo y cuando hacía la siesta su hermana lo despertaba y le preguntaba qué hacía, él contestaba que trabajar porque estaba pensando. No hace falta detener la marcha, pero sí es necesario que en medio de toda la vorágine de asuntos pendientes pudiéramos tener la conciencia serena de que lo que necesitamos es tanta reflexión como esta de Guadalajara, tanto esfuerzo en ese sentido como el que hacemos en energía o en libre comercio.

Veámoslo así, no sólo por el enorme mercado que la cultura representa, sino porque implica poder y presencia. Los franceses, durante muchas décadas, han sabido manejar su política cultural, sus becas y la enseñanza de su lengua como una forma de estar presentes en el mundo e influir en quienes toman las decisiones. Villoro insistía en la necesidad de esa intensa vida cultural que hace fuerte a las naciones, recordaba cómo su padre al haberle preguntado sobre su trabajo, le decía que era filósofo y cuando tenía que explicar qué hacía un filósofo, decía que inquiría sobre el sentido de la vida.

Así, al llegar a la escuela y mientras los demás chicos contaban que sus padres vendían alfombras o eran médicos, don Juan decía de su padre inquiría sobre el sentido de la vida, los chicos se iban pensando que don Luis Villoro se la pasaba en la cantina comentando el punto con los amigos. Así es la cultura y así es el poder que confiere: el cotidiano, el que está lejos de las amenazas, los ultimátum y las solemnidades; es el poder que confiere la identidad, la comunidad de lenguaje y la formación de los mismos intereses. Jorge Volpi añadía que a todo cuanto había dicho Savater, debía reconocérsele su compromiso social y político, su sentido de democracia y es ahí donde Volpi acierta con precisión.

Vivimos en una sociedad decepcionada de su democracia porque los partidos y el sistema electoral no han sabido o no han podido entrar en la clave de la cultura democrática, como si autoridades y partidos trabajaran por un lado y los ciudadanos lo hiciéramos por otro. La auténtica democracia, la de verdad, no es la que despierta las esperanzas de que un día, con suerte, elijamos al salvador de la patria, sino es una forma de cultura y convivencia basada en el respeto, el diálogo y el encuentro, dentro del marco de la ley. Eso es lo que ha dicho también Savater.

Tenemos una Secretaría de Cultura independiente de la de Educación, gran avance sin duda, ahora hay que dotarla de presupuesto y de poder, de fuerza para crear conciencia e identidad; no podemos pensar que es la organizadora de los eventos de gala y de las lindas manifestaciones folclóricas, es la institución que puede ordenar esfuerzos y, sobre todo, dar sentido

y movimiento de conjunto a todos los demás

sectores.

Cierra Savater con una reflexión que no quiero dejar pasar; dice que hay divos y estrellas de la música que no podrían hacer lo que hacen si no fuera por que aprendieron primero solfeo, lo más básico y que él, no es un divo, sino apenas un maestro de solfeo, que otros hagan con lo que él ha enseñado, las obras maestras. Eso y no otra cosa, es un hombre de gigante estatura, de presencia, eso, es lo que podemos llamar, un maestro.

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