Tradiciones vivas
El desfile del Día de Muertos, por segundo año consecutivo, fue, sin duda, todo un éxito. La alegría contradictoria que caracteriza nuestras celebraciones se conjugó con la idea de que México sigue en pie. La Secretaría de Turismo está haciendo las cosas bien, pero más allá de eso, de la exposición de nuestro país como país viviente que celebra a los que se han marchado, el espectáculo de una tradición en movimiento lleva a la reflexión obligada
Nací al alba de la década de 1970, cuando yo era niño, los mexicanos no pedíamos Halloween, de hecho era una palabra extraña y algo que nunca he podido entender es eso del “truco”, la forma en que los niños estadunidenses suelen pedir la dádiva. En mi infancia, uno se hacía con una caja de zapatos y una vela una especie de calavera con la que se salía a pedir “para la calaverita”, supuestamente, lo recaudado debía usarse para comprar una calavera de azúcar que iría a parar a la ofrenda familiar. Hoy las hordas de niños disfrazados recorren las calles pidiendo su Halloween, el desfile mezcla distintos símbolos y la película de moda de Disney habla sobre la visión estadunidense de nuestras tradiciones. Algo está cambiando y es que las tradiciones cambian con nosotros, sin nosotros y hasta en contra nuestra. Veámoslo así, es curioso que la gente se enfade cuando se dice que la Academia de la Lengua prohíbe el uso de tal forma de expresión, como si acaso pudiera hacerlo. La Academia recomienda la preferencia por tal o cual vocablo, pero no prohíbe simplemente porque no puede, la lengua, como las tradiciones son entidades vivas y cambiantes y lo que hoy está mal visto, en diez años será un uso habitual. Mis padres me prohibían decir “chale” o “chido” y ahora son palabras que forman parte de la escala social de los usos verbales.
El Día de Muertos se ha transformado, mucho antes que en mi infancia, por ejemplo, no lo celebraban ahora ponen ofrendas en sus casas, se rescatan usos regionales y estamos en una efervescencia de aquella costumbre ancestral. La migración al vecino del norte nos ha impelido a entrar en diálogo con otras tradiciones que en nada se parecen, pero que por la proximidad en el calendario, necesariamente, se encuentran. El hecho es que es nuestra fuerza cultural la que nos llama a hacer presencia, esa costumbre está permitiendo transmitir valores como la memoria, la identidad, la familia y la solidaridad que caracterizan a nuestro país, también nuestra estética juega en este sistema de encuentros y desencuentros, son fenómenos que no se detienen.
Si alguno de nosotros presencia un Halloween en toda su expresión en algún pueblo del medio oeste de Estados Unidos se encontrará con una celebración muy distinta del Halloween a la mexicana, aquí, el cempasúchil se abalanza sobre los vampiros y los fantasmas; los monstruos hollywoodenses ceden fascinados ante las catrinas y los niños que piden de puerta en puerta regresan a casa a comer el pan de muerto y a recordar las fotos de sus antepasados que se marcharon antes. Es una lucha que van a batallar contra el cambio de las tradiciones porque siempre las hacen las generaciones más jóvenes que van vertiendo en ellas sus deseos, sus miedos, su cosmovisión y su presencia en el mundo. Lo importante es afianzar en
ellas aquello que nos permite seguirlas llamando nuestras.
Pienso en que ahora debemos insistir más en el sentido de unidad transgeneracional que caracteriza a la fiesta de muertos, el sentido de raigambre familiar y la identidad que tiene con lo mexicano y su simbolismo, no podemos luchar contra el Halloween porque no se puede luchar contra la comunicación y contra el intercambio, pero igual que sucedió con el idioma, veo con esperanza que estos nuevos formatos de la celebración de noviembre van caminando en otros ámbitos culturales. Nos preocupaba el avance de la lengua inglesa sobre el español y he aquí que el español es una lengua sana y creciente, potente y que va fortaleciendo sus mecanismos literarios y de comunicación masiva, así nuestra fiesta va desplazando contenidos para llenarlos con los nuestros, ésa es la importancia del desfile de muertos.
Hemos dicho que México sigue en pie, pero no sólo eso, hemos mostrado que tenemos mucho que decir, que nuestros muertos viven y vuelven a celebrar la vida con nosotros, que los esperamos con amor y cariño como todos los miembros de nuestra familia y que nuestra propia idea de clan excede los lazos consanguíneos y abarca a todos con quienes compartimos los sueños y las esperanzas. Que México sigue en pie, con sus vivos y sus muertos, con sus tradiciones ancestrales que como ésta y todas, están vivas y cambiando.
