1985, 1988, 2017, construir esperanzas 

En tiempos como los que corren, con delincuencia desatada, terremotos, inundaciones, socavones y demás lindezas como esas, nos atrae pensar que todo está perdido, puesto en esos términos, a la desesperanza le gusta enseñorearse donde hay poca crítica y donde ocurren fenómenos como creerse que la UNAM ya predijo el próximo terremoto o que el fin de los tiempos ha llegado por enésima ocasión. 

Volviendo al rincón de las memorias, de aquella atormentada y esperanzada época del terremoto de 1985, superado en intensidad por el más reciente, pero no en destrucción ni en impacto cultural, me ha dado por recordar los momentos de la liberación de Nelson Mandela, algo así como una narración de aquellos tiempos para plantear el sueño de nuestro mañana. El 18 de julio de 1988, Nelson Mandela cumplía setenta años, la ocasión era más que propicia, perfecta, para una campaña mundial que pusiera la imagen del hombre que entonces había transcurrido 25 años en prisión sin rendirse y dirigiendo el movimiento sudafricano más influyente y que llevaba la vanguardia en la lucha contra el apartheid en todos los frentes, el CNA había recurrido al sabotaje como principal arma.

El Congreso se mantuvo en su credo de respeto a la vida en la medida de lo posible y en la convicción de causar el mayor daño al gobierno de la segregación y estar preparado para un escenario de guerra civil que no deseaba, pero en la que estaba dispuesto a participar; durante 1986 el Congreso llevó a cabo 231 actos de sabotaje y al año siguiente 235, en medio de la ola de violencia, Madiba solicitó una audiencia con Botha, que le fue denegada. En su lugar Kobie Coetsee, ministro de Justicia, se entrevistó con él en prisión al frente de una comisión gubernamental; el gobierno ofrecía la liberación de los presos políticos, incluido Mandela, y la legalización del CNA y, a cambio, el Congreso debía renunciar a cualquier forma de violencia, terminar cualquier relación con el Partido Comunista y eliminar de sus exigencias el voto universal. Mandela comprendió que de aceptar las condiciones exigidas condenaba su movimiento a la inmovilidad y lo exponía a perder toda legitimidad así que omitió negociar su propia libertad y lanzó una contrapropuesta extrema, el Congreso renunciaría a la violencia, si el gobierno renuncia a ejercerla contra la población. El gobierno de Botha no quiso acceder y Madiba se alzó con una enorme victoria política. Fuera de Sudáfrica, Miriam Makeba y otros artistas preparaban el golpe definitivo para lograr la liberación de Mandela.

El Tributo a Nelson Mandela en su 70 aniversario fue una serie de actos artísticos creados para difundir la lucha del Congreso Nacional Africano, denunciar los crímenes del apartheid y exigir la libertad de Madiba como alma y corazón del Movimiento de Liberación Nacional en Sudáfrica y tuvo su principal manifestación en el Nelson Mandela Concert del 11 de junio de 1988 celebrado en el Estadio de Wembley. Además de una nómina que incluía los artistas y grupos más populares de la época —algunos que jamás antes habían manifestado tendencia política y otros consagrado en la lucha de los derechos humanos— como George Michael, Dire Straits, Simple Minds y Eric Clapton; Makeba y Hugh Masekela constituyeron el centro de las voces que clamaban la atención del mundo. Al final el tema del apartheid y la libertad de Madiba salían de las discusiones diplomáticas y de las columnas políticas para situarse como un reclamo popular y un tema central en todos los niveles de opinión, el camino a la libertad de Mandela y a la caída del apartheid

había entrado en una pendiente que ya nada podía detener.

La presión a la que estaba sometido el gobierno de Pretoria era ya insoportable, pero el régimen se sostenía con una cuota cada vez mayor de sangre y violencia, la liberta de Mandela se daba por descontado, pero Botha nos parecía dar señales de rendición, un hecho providencial detonó lo que al cabo de unos meses sería realidad. En febrero de 1989 Pieter Willem Botha sufrió un derrame cerebral que lo obligó a dimitir. Su sucesor Frederik Willem De Klerk llegó al poder con el deseo expreso de terminar con el régimen de la segregación. En 1989. De Klerk asumía el poder el 2 de febrero y en el parlamento ofreció derogar el sistema de segregación, legalizar el Congreso Nacional

Africano y libera a sus presos políticos, el 11 de

ese mes Nelson Mandela fue puesto en libertad incondicional.

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