Logo de Excélsior                                                        

¿De dónde viene el encanto del INE?

Cecilia Soto

Cecilia Soto

Aunque desde hace tiempo el Instituto Nacional Electoral (INE) se encuentra entre las instituciones civiles en que más confían los y las mexicanos/as, una encuesta de diciembre de GEA-ISA detectó un salto notable en la popularidad de la autoridad electoral. En el último trimestre de 2021, la confianza en el INE se disparó de 47% a 73 por ciento. Este cambio se refleja de igual manera en la confianza en los Consejeros Electorales, tan vilipendiados en Palacio Nacional, quienes aumentan su popularidad de 48% a 72%, en ambos casos más de diez puntos arriba del Presidente.

Que se trata del sentir genuino de las y los electores lo vivió en carne propia el diputado presidente de la Mesa Directiva, Sergio Gutiérrez Luna, quien propuso una encuesta en Twitter redactada para que el INE perdiera y se generara apoyo a las iniciativas irresponsables que han salido de su despacho, que incluyen una demanda penal en contra de varios consejeros. Esto fue lo que puso y después eliminó de su cuenta de Twitter:

¿Merecen #Lorenzo y #Ciro ganar más que el Presidente y tener apoyo de alimento, gasolina, seguro de gastos médicos mayores y de separación violando la Constitución?

Sí, con nuestros impuestos, 69%.

No, que renuncien, 31%.

¡Ouch! Menudo descontón a quien preside la Mesa Directiva y debería actuar como representante de todas y todos las/los legisladores.

Y aquí entra la pregunta que da título a este artículo: ¿de dónde viene el salto de casi 30 puntos en las simpatías hacia el INE? ¿Por qué la ciudadanía confía en el INE? O de otra manera, ¿por qué en este caso una amplia mayoría es básicamente inmune a la propaganda gubernamental que viene denostando, insultando, calumniando, mintiendo sobre y amenazando a las autoridades electorales casi desde el primer día de este sexenio? ¿Cuándo una mentira —como las que se acostumbran en las mañaneras— sí logra confundir y engañar a la ciudadanía y cuándo no?

Mi hipótesis proviene de una preocupación: pronto una abrumadora mayoría de electores no habrá conocido ni sufrido la larga noche que se cimbró en 1988 y se terminó en 1996, durante la cual no podíamos saber el verdadero resultado de las elecciones, pues eran las autoridades interesadas quienes las organizaban (¡a lo que quiere regresar el diputado Gutiérrez Luna!). Con disputas aquí y allá, las elecciones se celebran y sus resultados en general se acatan.

Creo que la clave en la popularidad del INE y del salto espectacular de su aprobación en el último trimestre tiene que ver con la experiencia práctica de millones de ciudadanos/as que van a votar pero, sobre todo, participan en la organización de las elecciones. “Pues el Presidente dirá misa sobre el INE, pero mi experiencia es otra”, imagino diciendo esto a la joven que en la primavera de 2021 recibió con enfado la noticia de que tendría que estar en una casilla para luego tener una experiencia interesante durante el día de las elecciones. O una experiencia aburrida, pues “no pasó nada fuera de lo común”; o una experiencia apasionante al testificar confrontaciones entre representantes de partidos políticos; o la experiencia de llenar las famosas “sábanas” con los números de la casilla, equivocarse y corregir y luego poder disipar dudas. O la experiencia aleccionadora en un país tan desigual, de cómo todos y todas las y los electores son iguales en el momento de depositar sus votos en las urnas. Todos los votos valen y se cuentan igual. Y esa experiencia que se apropia del INE se prolonga después de las elecciones a través del uso cotidiano de la credencial para votar. “¿Trae su INE?”, nos preguntan a diario.

¿Por qué hubo el salto de popularidad del INE hacia finales del año pasado? Muy sencillo: porque esa experiencia de elecciones organizadas por la ciudadanía hace que el INE sea cercano a la gente y la gente percibió que se lo quieren quitar con el pretexto de algo ininteligible: el revocatorio. Los ataques al INE iniciados por el Presidente y luego amplificados por personeros como el diputado Gutiérrez Luna, quien demandó penalmente a los consejeros electorales que votaron por pausar el proceso de organización del revocatorio, dañan la división de poderes, buscan minar la autonomía del INE y concentrar aún más el poder de Presidencia. Pretenden también un efecto demostración para los demás organismos autónomos o instituciones que ejercen una influencia que modera el poder concentrado en una sola persona: “Ríndete o haré que te rindas”.

Hay una santísima trinidad en el México que une a pobres y ricos, morenos y blanquitos, izquierda y derecha, religiosos y ateos: en el vértice, de origen divino, está la Virgen de Guadalupe y en los dos puntos de apoyo, dos instituciones muy humanas y amadas, la UNAM y el INE. No sólo no las ataques: cuídalas y protégelas. Ellas te lo devolverán con creces.

Comparte en Redes Sociales