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La política educativa en la pospandemia III

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

En su artículo del 12 de diciembre en Le Monde Diplomatique (Edición Cono Sur), Emilio Tenti Fanfani vislumbra tres posibles escenarios en los que se desenvolverán los sistemas escolares: el restaurador, el tecnocrático y el igualitario. Son modelos ideales en la tradición weberiana, útiles para el análisis —más aún si se trata de despejar incógnitas del futuro—, aunque en la práctica diaria se conjugan de maneras complejas.

Tenti hizo un ejercicio en reflexión, acaso tenía a Argentina en su pensamiento, pero evitó referencias a cualquier país; un proceder de abstracción compacta. Especulo sobre cómo esos tres tipos puros presentarán sus perfiles en el futuro inmediato en México, digamos, a partir del inicio del ciclo escolar en agosto.

En amplios segmentos de la burocracia se piensa en el regreso a la escuela que estuvo vigente hasta marzo de 2020, cuando comenzó el confinamiento. Tienen aliados en las facciones del sindicato, cuyas dirigencias medraron mucho en aquel sistema y que hoy se sienten protegidas por el presidente Andrés Manuel López Obrador. También conservan el asentimiento de muchos segmentos sociales —en especial de madres y padres de familia— que están fatigados porque, aunque hayan hecho esfuerzos por sacar a sus vástagos adelante, los apuros reales se les vinieron encima. En otras familias, en su cosmogonía y universo simbólico, reprodujeron a la escuela que se fue con la pandemia.

Del mismo modo, con todo y que le pusieron energía y arrojo a su tarea a distancia y experimentaron nuevas vías de enseñanza, muchos maestros ansían retornar al mundo habitual; la educación presencial es lo suyo, es lo que saben hacer.

No obstante, dentro de esos sectores floreció el interés por el uso de las tecnologías de la información y la comunicación —algunos ya las habían cultivado— y aprueban el empleo de medios digitales. No reniegan de la escuela presencial, pero quisieran disminuirla al mínimo. El sector de negocios de la tecnología es el abogado principal del modelo tecnocrático: la venta de equipos, sistemas y asesoría para capacitar a los docentes les abre una ventana de oportunidad, como apunta Tenti.

Entre la restauración y la tecnocracia brotan vientos del modelo igualitario o democrático y equitativo. En la letra de la Constitución y las leyes reglamentarias del artículo tercero abundan referencias: equidad, desarrollo pleno de las facultades del ser humano, enfoque de derechos humanos, igualdad sustantiva, interés superior de infantes y adolescentes, docentes como agentes fundamentales del proceso educativo y otras más.

Asimismo, la retórica de la Nueva Escuela Mexicana —que quizá se desvanezca con la salida del secretario Moctezuma— abona al influjo de este modelo.

Sin embargo, las letras constitucionales y la oratoria chocan con la realidad. En la política educativa, el corporativismo es la fuerza predominante, si no es que la hegemónica. Y éste puja con todo por restaurar privilegios para sus dirigentes y —que bien— seguridad para sus agremiados.

Entre el magisterio abundan paladines de la educación para la democracia y la igualdad; también para que sea de mejor calidad.

Intelectuales, periodistas y activistas de organizaciones de la sociedad civil abonan a la causa. Tal vez innumerables padres de familia también aspiren a una educación donde se tome en cuenta sus puntos de vista y participen en las deliberaciones sobre qué y cómo enseñar. Consienten el uso de la tecnología como instrumento, como un refuerzo más a la pedagogía, no como un sustituto.

Empero, esas corrientes no están organizadas; no hay un timón político que marque el derrotero. Pero están presentes, a veces nada más para molestar al discurso complaciente del gobierno de la Cuarta Transformación. Estas tendencias, si bien no predominan, presentan barreras a la restauración y al poderío de la tecnocracia. Presagio que en la pospandemia continuará la contienda por la educación entre esos tres modelos.

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