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La sombra de la reelección

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Contrapunto

Desde hace meses conocimos al gabinete de AMLO y buena parte de los nombramientos del futuro gobierno. Poco se ha hablado del tapado. Es un gabinete heterogéneo. La mayoría no tiene experiencia significativa en la administración pública. La figura con mayor peso propio es Marcelo Ebrard, pero la Secretaría de Relaciones Exteriores nunca ha sido semillero de tapados.

La especulación dominante no es el tapado, sino si López Obrador tratará de cambiar la Constitución para buscar reelegirse. Tuvo que negarlo con todas sus letras en su discurso de toma de posesión: “Así como soy juarista y cardenista, también soy maderista y partidario del sufragio efectivo, no reelección”. Sin embargo, cuando fue jefe de Gobierno del otrora Distrito Federal, a la pregunta expresa de si buscaría la Presidencia, su respuesta fue: “denme por muerto”.

En política, al final de cuentas importan los hechos, no los dichos. Con todos los reflectores a su alrededor y dada su enorme ambición de poder, no es fácil creerle. El 63 por ciento de los mexicanos está en contra de la reelección presidencial, pero el 50 por ciento cree que la intentará, según una encuesta reciente de Reforma.

Como nunca en la historia, el Presidente consume casi todo el oxígeno político. Su gabinete no le hará sombra. Tras años de buscar la Presidencia, no la quiere compartir con nadie. Los secretarios tendrán menos poder que antes. Contarán con estructuras disminuidas. Funcionarios importantes de sus respectivas secretarías serán nombrados por el secretario de Hacienda o por el coordinador General Jurídico de la Presidencia. Muchos perderán parte de su preciado tiempo en descentralizar su secretaría o haciendo parecer que eso hacen. Mucho del poder estará en el grupo de leales de AMLO en Palacio Nacional (todos hombres).

Por eso, la conversación sobre el tapado ha sido sustituida por la de la reelección. Para muchos lectores del poder, cada decisión de AMLO está calculada con ese fin en mente. Así se podría entender el que AMLO quisiera reformar la constitución para que en las elecciones intermedias se vote por la revocación de mandato.
AMLO no hereda un partido que debe entregar a su sucesor, como en la época clásica del PRI. Llega con uno de su propiedad. Hoy, Morena es, frente a la oposición, más fuerte que el PRI en sus años de gloria. Morena tiene algo que nunca logró el PRI: una incuestionable legitimidad democrática. Su gigantesca bancada en el Congreso, muy superior a la votación que obtuvo, les permite cambiar cualquier ley.

Los legisladores de Morena provienen de mundos diversos: desde activistas sociales que llegaron por una tómbola, hasta disidentes de todos los partidos políticos. Hoy, cuando AMLO alza la voz, todos se disciplinan. Su futuro depende de él. Si bien disminuidos, más de un legislador y miembros de su gabinete seguro sueñan con ser el tapado. Su poder podrá ir creciendo en la medida en que se asienten en su puesto.

Todos los presidentes de la República que han disfrutado del poder han coqueteado con la reelección. No han tenido suficiente poder para lograrlo. Hubieran desarticulado una maquinaria que partía del principio de la circulación de las élites políticas. El porfirismo no la tuvo y por eso terminó en una revolución cuando Porfirio Díaz se mostró como un viejo frágil.

La oposición unida tiene los votos como para frenar cualquier reforma constitucional. En el Senado, la coalición Juntos Haremos Historia tiene 70 senadores, la oposición, 58. Les faltan 15 para los 85 que requiere una reforma constitucional. El PAN tiene 24 y el PRI, 14. Movimiento Ciudadano, 7 y el PRD, 6. El PVEM, que tiene 5, ya sabemos que se irá con AMLO. Es pronto para saber qué pasará con estos senadores de oposición.

Al igual que en las especulaciones sobre quién sería el tapado, cinco años es una eternidad. Pocos de los mencionados en los primeros días de gobierno llegaron a serlo. López Portillo ocupó un cargo relevante en el gabinete de Echeverría, el de secretario de Hacienda, a partir de 1973. Miguel de la Madrid, como secretario de Programación y Presupuesto, sólo a partir de 1979. Salinas inició en la secretaría de la que saldría como candidato, aunque Silva-Herzog, el primer secretario de Hacienda, de ese gobierno parecía el sucesor natural.

AMLO arranca con todo el poder, pero ahora tiene que saber gobernar el país. Un presidente que fracasa no tiene derecho ni a soñar con la reelección. Uno exitoso tendrá muchas tentaciones para tratar de mantenerse en el poder. No faltará quien se lo sugiera o que el pueblo sabio se lo demande. Yo creo que AMLO en este caso va a cumplir su promesa y resistirá la tentación de la reelección, pero la realidad me puede desmentir.

 

Profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey

Twitter: @carloselizondom

 

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