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La originalidad de López Obrador

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Contrapunto

López Obrador es el primer presidente contemporáneo que ha vivido con los indígenas por un tiempo. Es el primero cuya política fiscal consistirá en exprimirle a la burocracia cuanta grasa tenga, y si se le pasa la mano algo o mucho de músculo, para darle a los pobres beneficios sociales. Es el primero que se atreve a ser parte de una radical austeridad. El primero para quien el poder no significa estar protegido por el Estado Mayor ni disfrutar de las canonjías del puesto. Buena parte de su carisma y popularidad deriva de su original forma de relacionarse con los pobres y con el poder.

Sabe de la importancia de otorgar los recursos directamente a los pobres para no depender de esas burocracias corruptas a las que se ha enfrentado desde joven. Por ello, sus principales políticas sociales pretenden ser universales, siendo la más emblemática la de ayudar a los adultos mayores. Sabe bien lo que cambian la vida esos dos mil 300 pesos que pretende darles bimestralmente a quienes tengan 68 años o más. O los mil 500 pesos mensuales a quienes están discapacitados. También sabe lo que puede ayudar a un joven poder trabajar, de ahí su programa para insertar, a quienes ni estudian ni trabajan, en un empleo para ser capacitados, pagando el gobierno su salario por un año. Él tuvo la oportunidad de trabajar en el gobierno por haber ido a la universidad. Por ello, desea asegurarles a todos la posibilidad de ir a la universidad con su propuesta de crear 100 nuevas universidades. No le importa mucho la calidad, sino la cobertura.

Está convencido de saber cuál es el fin correcto y cómo lograrlo. Por ello, será igualmente original en su forma de gobernar. No parece creer en los técnicos. Parece preferir a quienes refrendan sus intuiciones. Así como sabe cuál es el programa adecuado para apoyar a los pobres, sabe cuál es el mejor aeropuerto para la capital y decide dónde cabe una tercera pista en Santa Lucía.

Su historia política es la de nadar a contracorriente. Trabajador incansable, en contraste con su antecesor, fue original en crear un partido político. En recurrir a una lotería para asignar una parte de los cargos de elección popular entre los militantes de Morena.

Es también original en su relación con los medios de comunicación. Desde antes de la existencia de las redes sociales, daba una conferencia de prensa diaria como Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Lo hace ahora como Presidente. Domina el ciclo mediático del día.

La otra cara de la moneda está en su original interpretación de la realidad, por no decir cinismo. Un caso reciente fue cuando dijo que no había querido utilizar, como argumento contra el aeropuerto en Texcoco en la consulta, el que la mafia del poder ya se había repartido los terrenos que pertenecen al actual aeropuerto capitalino. Es completamente falso. El uso de esos terrenos los hubiera decidido su gobierno, o sea él, a la hora de cerrarlo, si hubiera continuado con el aeropuerto de Texcoco.

Su estilo lo ha vuelto el político más popular de México. Sus seguidores lo van a adular hasta el ridículo. Porfirio Muñoz Ledo, un mago de las transformaciones (ha trabajado para todos los partidos en el poder), afirmó en Twitter: “… Andrés Manuel ha tenido una transfiguración: se mostró con una convicción profunda, más allá del poder y la gloria. Se reveló como un personaje místico, un cruzado, un iluminado.”

Su visión de la historia y de su papel en ella es también original. Todo presidente se preocupa por ello, pero en el caso de AMLO pretende estar a la altura de Morelos, Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas, quienes conforman el nuevo logo del gobierno federal. Me imagino que se ve en algunos años como el sexto personaje de ese logo.

¿Su originalidad le permitirá tener un gobierno igualmente original en sus resultados? ¿Podrá cumplir con sus promesas y entregar un México mejor del que recibe? La originalidad en su contacto con los pobres son buenos augurios para un país donde el abuso de sus gobernantes ha llevado al abandono de muchos de sus gobernados, pero a su vez la originalidad de decidir fundamentalmente en base a sus intuiciones y validarlas a través de consultas a modo, es una mala forma de gobernar un país tan complejo y heterogéneo como el nuestro.

Sería una pena que perdiera la oportunidad que tiene en las manos para mejorar al país. Esa originalidad, junto con cierto pragmatismo a la hora de gobernar, desarrollando capacidades para poder implementar bien sus políticas y buscando el fortalecimiento de las instituciones, aunque no siempre le hagan caso, le podría permitir ser un gran presidente.

 

Profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey

Twitter: @carloselizondom

 

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