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El fracaso de la obra pública no terminará con AMLO

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Contrapunto

 

López Obrador ha denunciado el cochinero de obras inconclusas heredadas por Peña Nieto. Respecto al Tren Interurbano Toluca-Valle de México dijo: “… se proyectó entre 20,000 y 30,000 millones y al final va a costar 70,000 (millones). (…) está sobreestimado el costo y al final es una obra que está parada, que no sirve …”.

Tiene razón. Cuando se inició la construcción, se dijo que esta obra estaría terminada a fin del 2017.

AMLO ha prometido tener listo el Tren Maya en cuatro años. El responsable de la obra, Rogelio Jiménez Pons (director de Fonatur, no depende de la SCT, muestra de que AMLO distribuye encargos sin importarle la responsabilidad legal y administrativa), dijo que lo logrará sin sobrecostos. Le apuesto doble contra sencillo que fallará. Me encantaría perder.

Ni hablar de la promesa del aeropuerto de Santa Lucía, cuya construcción, según AMLO, inicia el próximo lunes y que había dicho estará listo en tres años. Aún no tienen ni el estudio de aeronavegación.

¿Qué le hace creer que él sí terminará a tiempo sus dos proyectos de infraestructura más ambiciosos? Su honestidad personal y la de quienes lo rodean. No dudo que él sea más honesto que su antecesor, aunque no es difícil. 

El problema central de las grandes obras es su falta de planeación. Hay prisa por construir un megaproyecto, arrancar pronto el sueño de tener un tren en donde más le gusta al presidente e inaugurarlo en su sexenio. Siempre habrá un ingeniero que le dice al patrón: claro que se puede. Si alguien le dice al patrón que no se puede, lo descartan.

¿Se habrá creído el entonces secretario Ruiz Esparza que el tren a Toluca estaría listo en la fecha prometida? No lo sé. Aunque estuviera bien informado, lo dudo, es muy probable que le haya dicho a Peña Nieto que sí estaría listo. Los presidentes suelen empeñar su credibilidad con la obra de sus sueños porque manifiestan su voluntad de construirla y alguno de sus empleados los convence de que él le hará su sueño realidad.

Si las empresas encargadas de la obra saben que no hay forma de terminar en tiempo y forma, guardan silencio. Su negocio es construir. Les pagan por obra ejecutada. Los retrasos por mal diseño, problemas en los derechos de vía, atraso en los pagos, falta de algún segmento crítico, no son su responsabilidad.

Por supuesto muchas empresas quieren participar en el Tren Maya y en cuanta obra busque hacer esta Administración. Su negocio es construir.

Lo anterior es de sentido común. Lo sabemos quienes hemos remodelado un baño: el arquitecto plantea un presupuesto y una fecha de entrega, ninguno se cumple. ¿Se imaginan un tren como el Maya de 1,500 kilómetros, casi 26 veces más largo que el tren a Toluca, aunque más sencillo en su construcción por estar en esa península de territorio plano? El IMCO calcula que puede terminar costando entre 480 y 1,600 miles de millones de pesos, entre 4 y 10 veces más de lo planteado. 

Si el tren a Toluca ya estuviera operando, seguramente no sería rentable. Difícilmente tendrá la afluencia suficiente. El problema más grave de la obra pública en nuestro país es que no hay un plan maestro diseñado por técnicos sobre cuáles son las obras que México requiere en el mediano y largo plazo. Si el presidente es de Toluca, quiere su tren ahí, si tiene un rancho en Tabasco, quiere el propio.

Mientras, la única obra que se estudió por años, que el país sin duda necesitaba, que estaba financiada y se pagaría con su uso, el aeropuerto de Texcoco, ya con un buen grado de avance, AMLO lo canceló con la mano en la cintura. Implicará un costo para el país de 270 mil millones de pesos, tirados a la basura, según estimaciones del IMCO.

AMLO ha dicho que “los que se fueron dejaron muy enredado todo y un cochinero que hay que limpiar”. Me temo que él heredará el suyo a su sucesor. Canceló el aeropuerto de Texcoco, monumento –visible cada vez que despegas en el aeropuerto actual de la CDMX– de que sólo se construye lo que el presidente en turno quiere y ahora arrancará obras sin la debida planeación.

 

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