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Nacional

Mamás reciben una luz en la pandemia; esperanza de vida

Los bebés cuarentenials llegaron a iluminar momentos de tristeza y desesperanza

CLAUDIA SOLERA | 10-05-2022
Gabriela Montiel mamá de Matteo 17 meses.
Foto: Especial

Estas son las voces de las mamás de los Cuarentenials, esos bebés que nacieron en la peor pandemia de los últimos cien años y al inicio de una guerra del otro lado del mundo. Son mujeres valientes, que aceptaron el reto de ser mamás en época de crisis, y en las que sus hijas e hijos llegaron a dar esperanza a sus vidas, cuando un padre había muerto por covid-19, una pareja había sido diagnosticada con cáncer, luego de que les habían dicho que no podían embarazarse y después de dos años de desempleo. Son esos bebés que alumbraron a sus familias cuando atravesaban por momentos de tristeza y desesperanza. 

 “Y tener un bebé justo cuando una pandemia acabó con la vida de miles de personas, con miles de negocios y proyectos, cuando hay una guerra del otro lado del mundo y en un país donde no hubo apoyos económicos ni de salud ni educativos para prácticamente nadie, y en donde la violencia de género se agudizó aún más, suena como la decisión más absurda, irracional, ilógica y arriesgada de la vida. Como tratar de volar en un parapente sin viento. 

Pero es que justo, la bebé es y será nuestro viento. El mundo entero puede cortarte el viento, el suministro de oxígeno para poder vivir, pero cuando te das cuenta de que tú misma eres capaz de engendrar vida y dar vida cuando todo está muriendo, te hace sentir absolutamente poderosa y feliz. Y en cierta forma como obligada a hacerlo”, asegura Ana Paola Lara Paz, que tiene siete meses de embarazo. 

Nacerá a un año de la muerte de su abuelo 

ANA PAOLA LARA MAMÁ DE LAIA 7 MESES Y MEDIO DE UN EMBARAZO 

Laia Llorens Lara está programada para nacer exactamente un año después de la muerte por covid-19 de su abuelo. 

A mí me dio covid-19 el 14 de junio del 2021, fue un covid muy intenso. A pesar de que soy asmática, no me pegó tanto en vías respiratorias, más bien tuve calenturas muy altas y no cedían hasta que tuve una fuerte deshidratación, por lo que tuvieron que internarme. Dos días antes de que me brotaran todos los síntomas estuve con mi papá y mi hijo. 

La estancia en el hospital fue corta, pero a mí se me hizo eterna. Por ser un hospital público no podía tener celular ni contactarme con nadie, la chica de 26 años, que estaba en la cama contigua a la mía, falleció. 

Estuve internada el Día del Padre e intenté que me dejaran llamarle, pero no me lo permitieron. A los pocos días de que salí del hospital, tuvieron que internar a mi padre de emergencia, ya estaba contagiado. Estuvo sólo dos semanas en el hospital, murió por covid, el sábado 3 de julio. 

El verano de 2021 sirvió para ir a la tierra de sus ancestros, a Oaxaca, ahí me reencontré con él y dejé parte de sus cenizas. Fue un viaje especial de despedida y de comprender que mi padre seguiría conmigo toda la vida. 

 Lo más duro fue que mi papá falleciera mientras yo estaba aislada también por el virus, y que no me permitieran verlo hasta el día que murió. Tuve que ubicar el cuerpo entre una veintena de cuerpos que estaban en una especie de bodega helada del hospital. Cuando pude encontrar su nombre en una de las bolsas, tuve que abrirla y reconocerlo. Por morir de covid no pudimos velarlo ni enterrarlo; inmediatamente, cremaron su cuerpo. 

 Tengo 40 años y un hijo de 7 años, soy divorciada y soy freelance. No existía en mí plan o proyecto de vida la posibilidad de volver a ser madre. En septiembre del 2020 conocí a Marcel, papá de Laia, a través de una App. 

 Marcel es un hombre catalán, que sólo estaba de paso en México, creando y realizando un documental. 

 Desde la primera cita no nos volvimos a separar y un año después de conocernos, quedé embarazada. La primera fecha que me dieron de posible nacimiento de la bebé fue el 3 de julio de 2022, es decir, exactamente un año después de la muerte de mi padre. 

Esta bebé llega tras haber perdido a mi padre por covid. 

Por la pandemia también tuve que cerrar mi negocio de yoga que sólo tenía año y medio de haber abierto, mi madre se vio en la necesidad de vender la casa, donde mis hermanos y yo crecimos y donde practicante también lo hizo mi primer hijo. Se habían acabado muchas cosas y desvanecido algunos sueños. 

 Sé que parte de los problemas que padecemos a nivel mundial tienen que ver con la sobrepoblación, pero es que no estamos entendiendo el ciclo natural de la vida. 

 Mi mayor esperanza es que el humano que voy a traer al mundo aporte algo para que sea más justo, mi padre ayudó a mucha gente a encontrar un poco de paz y a ser más feliz, estoy segura que mi hija lo hará en mayor dimensión. 

Cuando supe que todavía podía dar vida y en medio de tanta muerte, me sentí muy afortunada y emocionada. Y con un compromiso enorme con esta nueva vida y con la propia existencia. Algo muy importante que mi hija tiene que enseñarme, y sé y siento que ella traerá mucha felicidad y más vida. Será un fuerte e inesperado viento que nos moverá a muchos. 

 Ahora más que nunca tenemos que ser mamás conscientes de crear humanos que convivan diametralmente distintos con su entorno, con los recursos naturales, con su comunidad y con todo lo que los rodea. 

 No podemos seguir creyendo que cada acción que tenemos no tiene una reacción. 

Si nuestros hijos siguen los mismos hábitos de consumo que nosotros o nuestros padres, ya no habrá marcha atrás, y vivirán en medio de pandemias, enfermedades, desastres naturales y conflictos sociales. 

 Las mamás de ahora tenemos que insertarles un chip de construcción, conservación y creación; en lugar de destrucción, devastación e imitación. 

 La verdad no tengo miedo. Creo que, si ella nace de mí tras haber tenido un fuerte covid, a mis 40 años, y en medio de una pandemia, es porque tiene una genética fuerte, que une lo mejor de la familia de su papá y de su mamá. 

Ella sabrá en medio de la situación en la que nació, y desde pequeña haremos que tenga un fuerte compromiso ambiental y social. 

Bruno, la Esperanza de que la vida Continúa 

PAMELA BALLESTEROS MAMÁ DE BRUNO 6 MESES DE EMBARAZO 

Tuve la pérdida de dos familiares muy cercanos y “sanos” por covid-19 y además, de apenas reanudar mi vida laboral, después de 2 años sin empleo formal. 

 Bruno trajo consigo toda la alegría y ganas de seguir adelante en un mundo lindo, que se había extinguido. Con la situación de encierro y de pérdida. 

 Es un bebé de esperanza y de vida bonita para mí y para todo mi entorno. 

Deseo enseñarle que viva plenamente. Que disfrute cada pequeña cosa. 

 La noticia de su llegada fue imprevista. Sin embargo, fue muy bien recibida. 

 Pues la vida debe de seguir. Hoy estoy esperando a un hermoso niño, a mis casi 40 años, a lado de una hija de 18, ya en la universidad. Con una familia más unida, después de la peor pandemia que se ha visto en el último siglo. Y me siento, justo esperanzada, alegre, motivada. A seguir adelante. Con la enseñanza que compartiré con mis hijos. De saber que se debe disfrutar cada instante, de vivirlo al máximo, pues puede ser el último. 

Se aferró a la vida en pandemia 

MONTSERRAT ROMERO MAMÁ DE CARLOS SEBASTIÁN 14 MESES 

Cuando me enteré que Sebastián venía en camino, fue una gran sorpresa, sumando que la pandemia estaba en su pleno apogeo, se me vinieron muchas cosas a la cabeza y sobre todo, porque mi doctora me dijo que era un embarazo de alto riesgo, que no podía caminar, que prácticamente estuviera encerrada y sin hacer esfuerzos, pero, ¿cómo iba dejar de trabajar? No podía hacer lo que me pedía, tengo otro hijo que depende de mí y por el cual tenía que seguir adelante, así que hable muy seriamente con Sebastián y le dije, que si quería nacer tendría que ser un bebé muy fuerte, porque no podíamos darnos ese lujo. 

 Estos son casos de la vida real en nuestro país, te enfrentas con jefes que no les interesa tu salud, tus problemas y en mi caso si estaba en peligro mi embarazo, para ellos sólo somos una piedrita en el zapato y si te vas mejor para ellos, a pesar del decreto por parte del gobierno, a mí no me dejaron descansar, tengo 4 años trabajando en el mismo lugar con renovaciones de contrato cada 5 meses, entonces entenderás que no era fácil decir ‘me voy de incapacidad, porque sabía perfectamente que no me renovarían’. 

Así pasaron los meses y Sebastián se aferró a la vida. Nació con 31 semanas de gestación, 2 semanas en el hospital y con un peso de 1.860 kg 

 Después de tantos años de no tener un bebé en casa y en la familia en general; 12 años para ser exactos, trae consigo muchas ilusiones, esas ganas de volver a cargar a un ser tan pequeñito. 

 Dijo que el hecho de estar en un hospital covid los llenó de incertidumbre y de angustia, pues se quedó dos semanas en observación y recuperando peso, sólo tenían dos visitas al día permitidas: Entrábamos y pasábamos por el mismo lugar donde pasaban las personas contagiadas, para llegar a donde estaba nuestro bebé, lo cargábamos con miedo y con la inseguridad de que a nuestra ropa no se le pegara el virus. 

Cuando llegaba la noche era de lo más triste, pues él se quedaba solito sin el calor de mamá y papá, imaginarlo súper chiquito e indefenso era de lo más doloroso, ansiaba con muchas ganas el día que él abandonara el hospital y llevarlo a casa, hasta que ese día llegó y ahora ya tiene un añito. 

“Un mensaje de que algo maravilloso está por venir” 

ALEJANDRA MAMÁ DE LEONARDO 8 MESES 

Tres meses antes de que se declarara el inicio de la pandemia, en diciembre de 2019, mi esposo concluyó su tratamiento de quimioterapia por el cáncer testicular que le fue diagnosticado. Previo a la operación y quimioterapia, los doctores nos dijeron que su fertilidad se iba a ver reducida considerablemente y que si queríamos tener otro bebé (porque ya tenemos una hija, de 5 años en ese entonces), lo ideal era congelar una muestra de semen, decidimos no hacerlo. En los primeros meses de 2020 apenas estábamos retomando la rutina en nuestras actividades familiares y él retomando su vida laboral. Cuando dejamos de ir a trabajo presencial, por cuestiones económicas derivados de la pandemia y por apoyar a mis papás que son adultos mayores y no podían salir, dejamos el departamento que rentamos y nos fuimos a vivir con mis papás; como para la gran mayoría, el encierro fue pesado y entre ser mi esposo y yo, quienes salíamos a hacer las compras, el miedo a no contagiarnos de covid y la transición de kínder a primaria de mi hija en plena pandemia, llegó el fin de año. Los primeros días de enero de 2021 me enteré que estaba embarazada. 

Lo consideramos un gran regalo de la vida por el pronóstico médico de mi esposo y estamos convencidos de que llegó en el momento perfecto, a pesar de estar atravesando por una pandemia, su llegada fue una gran alegría para nuestra familia. 

El aprendizaje que me deja es que los bebés siempre traen luz, amor y alegría con su llegada, que ningún panorama puede ser los suficientemente oscuro ante la noticia de que un bebé viene en camino, todo de manera increíble se acomoda para que su llegada sea como tiene que ser. Mi bebé llegó a mostrarnos que nada está dicho en la vida y que los milagros existen. 

Como mamá de este bebé creo que mi propósito es estar abierta para aprender lo que viene a enseñarme, las circunstancias en las que fue concebido y en las que nació son indicadores de que tiene un alma guerrera y que es, igual que mi hija, un gran maestro; mi misión es darle todos los elementos y herramientas necesarias para que sea un niño sano, feliz y seguro de sí mismo y que en un futuro comprenda que puede lograr todo lo que se proponga, siempre que se esfuerce por conseguirlo. 

 Al final creo que los bebés son luz, son fuerza, son certeza de que algo maravilloso está por venir y eso pesa más que cualquier miedo y es lo que nos lleva a hacer todo para ser el mejor santuario por 9 meses. 

 Sebastián se aferró a la vida. Nació con 31 semanas de gestación, 2 semanas en el hospital y con un peso de 1.860 kg. 

Matteo, regalo de Dios 

GABRIELA MONTIEL MAMÁ DE MATTEO 17 MESES 

Era un embarazo riesgoso, porque era un embarazo de cuates y una de las bolsas embrionarias se desprendió. La bolsa que quedaba era de Matteo y afortunadamente, lo logró. 

 Matteo llegó a dar mucha luz y felicidad, porque nadie, ni yo misma creía que podía ser mamá, todos lo recibieron con mucha felicidad. 

 Y bien dicen que después del caos llega la paz, de ver tantas noticias de familias separadas por esta pandemia, él llegó a unirnos. Aunque no pudimos reunirnos como hubiésemos querido en fiestas para festejar el embarazo, pero todo era por mi salud y la salud de él; que era y sigue siendo nuestra prioridad. 

Aprendí que los tiempos de Dios son perfectos. Que los planes que uno mismo delimita no son suficientes; que hay cosas más arriba y podemos volar. Que la pandemia arrebató vidas, pero soy privilegiada, porque a mí me regaló vida. Su corazón, al escucharlo por primera vez dentro de mí, su llanto al nacer esa noche es lo que hicieron que le diera sentido a mi vida. 

 Él nos eligió como padres, nos escogió para guiarlo y aceptamos el reto con la mayor felicidad. 

 Mi propósito como madre es que Matteo ame la vida, sea un niño feliz y que tomemos su mano y sepamos guiarlo de la mejor manera. Que siga siendo un niño que nos dé luz. 

Fue muy difícil mi embarazo, extremamos cuidados, a veces considero que exageramos en las medidas sanitarias; pero todo tenía un fin: la salud del bebé. 

 Muchas noches de desvelo pensando que no nos pasara nada, buscando hospitales libres de covid para alumbrar; y llegó la fecha del nacimiento y en el hospital me hicieron la prueba PCR y los dos salimos sanos, fue un alivio. 

 Matteo significa “Regalo de Dios”, por eso elegimos su nombre, porque eso es para nosotros. 

 

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