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Nacional

Retrato hablado: Rosi Orozco adalid contra la trata de personas

La activista afirma que su organización busca rescatar y empoderar a las víctimas para que recobren su dignidad como mujeres

Wilbert Torre/Especial | 23-11-2014
Gráfico: David Peón

CIUDAD DE MÉXICO, 23 de noviembre.-  El martes 4 de noviembre, Claudia y Madaí, víctimas de la trata de personas, se sentaron en un sillón frente a Camila Parker, duquesa de Cornualles, esposa del príncipe Carlos, de Inglaterra, en una residencia de muros altos, ventanales y jardines en la Ciudad de México, un refugio dedicado a auxiliar a mujeres rescatadas.

Claudia, de 22 años, alta, parlanchina y con cara de niña, le mostró el libro de sus sueños, un cuaderno con apuntes y recortes de revista en el que pintó su vida futura. “Quiero ser una de las 50 mujeres más poderosas de Forbes”, le dijo, sonriendo. “Y voy a quitarla a ella.”

Ella es Rosi Orozco, una mujer alta y energética, señalada por Forbes como una de las 50 mujeres más poderosas de 2014. Estaba sentada junto a la duquesa que, en silencio y con leves movimientos de cabeza, terminó de escuchar a Claudia describir sus sueños y narrar cómo vivió cuatro años secuestrada por un grupo dedicado a prostituir mujeres en Guanajuato.

“Esto es justo lo que tratamos de hacer”, dijo más tarde Rosi Orozco, refiriéndose a los sueños que Claudia había compartido con la duquesa. “Empoderar a las víctimas para que sepan que no son lo que les hicieron creer que eran: una basura. Para que seis años después crean, como Claudia cree, que no tienen ninguna limitante y que pueden llegar tan lejos como quieran.”

En 2005, Rosi Orozco conoció el tema complejo de la trata de personas en un viaje a Washington, D.C., invitada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos. Se trataba de un acto en The Concerned Women for America, organización de defensa de las mujeres que durante cinco días auspició una serie de conferencias para hacer conciencia y tomar acciones de prevención, fortalecimiento de leyes, presunción del delito, víctimas y reintegración a la sociedad.  Desde entonces se convirtió en una de las principales activistas en defensa de los derechos de las víctimas de trata de personas.

Volvió al país y eligió dedicarse a trabajar con víctimas. En 2007 fundó Casa sobre la Roca, una asociación civil que creó el refugio visitado por Camila de Cornualles, un sitio apacible donde las mujeres que logran escapar o son rescatadas comienzan a sanar sus heridas y retoman, con ayuda sicológica y apoyo de otras activistas que fueron víctimas, el camino de vida que les fue cortado de tajo.

Orozco es un personaje influyente y también controversial.

Su trabajo con víctimas de trata de personas ha sido reconocido dentro y fuera del país, a la par que se han alzado críticas en su contra. Las principales apuntan a su meteórico ascenso en política, al cobijo del expresidente Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala.

En 2006, Orozco se acercó a Calderón y apoyó su candidatura a la Presidencia desde Casa sobre la Roca, cuyo trasfondo religioso se convirtió en puente entre el aspirante panista y la comunidad cristiana para la suma de votos. Sus críticos sostienen que gracias a su cercanía con el Presidente fue candidata y dipu-tada de Acción Nacional; y su esposo, Alejandro Lucas Orozco, senador suplente y director del Instituto Nacional para la Atención de los Adultos Mayores.

Los Orozco, líderes de una comunidad religiosa —sostienen sus críticos— fueron electos a cargos de elección popular y ostentaron cargos públicos contraviniendo el artículo 130 de la Constitución. Los acusan de haber hecho un negocio con el tema de trata de personas desde el sitio influyente que ambos ostentan en la comunidad cristiana del país.

Construir un futuro

Aquel martes de noviembre, Camila de Cornualles llegó al refugio con una pequeña comitiva. Se sentó en la sala rodeada de otras mujeres, activistas y periodistas, y escuchó los relatos de Claudia y Madaí.

“Claudia tenía 16 años cuando fue rescatada después de cuatro años de permanecer secuestrada”, relata Orozco. Sentada junto a ella está Claudia, que ahora es activista y dedica casi todo su tiempo a trabajar con víctimas de trata. Las dos están en una pequeña oficina en el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública del DF, en la Zona Rosa, donde trabajan para que las mujeres rescatadas puedan regresar con su familia, superar sus traumas y construirse un futuro.

Orozco tiene 54 años, no tiene descendientes y es hija de un empresario de venta de seguros y una mujer dedicada al hogar. Creció en una casa de clase media alta en Las Lomas con enseñanzas que —dice— recordó años después en su trabajo con víctimas: igualdad, dignidad y respeto por los demás.

“Para mí ha sido casi una madre”, dice Claudia, la chica que conversó con la duquesa de Cornualles. Con ella, Orozco hizo lo mismo que, explica, intenta hacer con las jóvenes que llegan en busca de ayuda: restituir su autoestima, dignidad y valor humano; recuperar la confianza en ellas mismas y en la gente, y exhortarlas y ayudarlas a luchar por lo que desean lograr.

Claudia terminó la primaria y la secundaria cuando tenía 19 años, en el refugio, y después estudió un curso en hotelería. Ahora es activista dedicada a escuchar y a aconsejar a víctimas de trata de personas.

“Cuando llegué al refugio
—recuerda Claudia—  el sicólogo me dijo que entendía por lo que yo había pasado. ¿Cómo pudo entenderme si no vivió lo que yo viví? Por eso estoy metida al cien en la tarea de conversar con las víctimas. Porque yo sí puedo entender lo que están sintiendo. Lo que sienten. Y estoy ahí para escucharlas.”

Rosi Orozco dice no pertenecer a ningún partido, aunque fue diputada por Acción Nacional. Recuerda que al llegar a la Cámara, en 2009, distribuyó entre los 500 diputados un video sobre tráfico de personas y entregó a todos una carta llamándolos a construir una nueva ley para prevenir y sancionar delitos en materia de trata de personas y prevención y asistencia de víctimas.

La planeación de una nueva ley implicó, recuerda Orozco, un trabajo intenso de convencimiento entre los legisladores. Participaron 63 víctimas de trata e incorporó aspectos de legislaciones de otros países, entre ellos algunas previsiones de la ley australiana que permitió establecer sanciones de cinco a 10 años de prisión y de cuatro mil a 30 mil días de multa a quien contrate a una persona u ofrezca un trabajo distinto a los servicios sexuales y la induzca a realizarlos bajo engaño.

Cuando fue secuestrada para trabajar en una red de prostitución, Claudia fue convencida con engaños por un hombre que le llevaba 10 años —ella tenía entonces 12 años— para que se fuera a vivir con él a Guanajuato. Ella aceptó, y unas semanas más tarde él comenzó a prostituirla, asistido por sus familiares.

Orozco dejó la Cámara de Diputados en 2012 para fundar la Comisión Unidos Vs Trata, una organización no gubernamental que trabaja con los refugios de asistencia a víctimas. 

Dice que en los meses recientes su tiempo se ha dividido entre vigilar la aprobación de una nueva ley de trata de personas para impedir retrocesos respecto de la legislación vigente y reunirse con tratantes de personas presos.

Cuenta que hace un año y medio comenzó a hacerlo. Se ha
reunido con ocho de ellos. Intenta que comprendan la magnitud del crimen cometido y les pide hacer un libro de los sueños —igual que las víctimas— para ayudarlos a reintegrarse a la sociedad.

Dos de ellos —asegura Orozco— están transformados. Desean que llegue el día en el que serán liberados para aportar lo que saben en la tarea de liberar víctimas de la trata de personas.

 

 

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