MexiCanUs: 'El sol se encargó de poncharnos a nosotros...'

'Tuvimos solamente una llanta ponchada en setenta kilómetros, pero el sol se encargó de poncharnos a nosotros. Llegó un momento en que ni dos litros de Gatorade nos levantaron', así comenzó el reto MexiCanUs

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Domingo 25 de junio, día uno.

Nacho y yo nos subimos a un avión, como hipnotizados, tratando de olvidarnos de los nervios, de las distancias por recorrer, de los olvidos en casa y del sueño. Sueño, sueño, sueño. Dormidos todo el vuelo: horas netas de descanso: 3. Kilómetros netos de recorrido: 129.

Francamente, el CBX (Cross Border Express) nos hizo la vida un par de horas más rápida, pero el trámite burocrático nos atrasó. Nos atrasó al grado de empezar a rodar a las 12 del día, habiendo aterrizado a las 8 puntuales.

Muy gallitos y con las maletas debidamente mal distribuidas de peso. Muy gallitos y olvidándonos de desayunar y de cargar con -al menos- dos litros de agua. Muy gallitos, pero con una sonrisa de oreja a oreja, empezamos a pedalear.

Tuvimos solamente una llanta ponchada en setenta kilómetros, pero el sol se encargó de poncharnos a nosotros.

Llegó un momento en que ni dos litros de Gatorade nos levantaron; en la nada que hay entre San Diego y Encinitas, a la mitad de una cuesta, nos sentamos en un cuadro empastado bajo un árbol.

El golpe ineludible de calor nos tumbó. Lloramos como niños, estrenando los ojos. No sabíamos si seguir, si volver, ¿qué hacer? Por enorme fortuna, no faltaba mucho para encontrarnos con nuestros primeros anfitriones: Tim y Paty. Ellos son una pareja de genios adoptados por la geografía californiana. Ella es actuaria por academia y yogui por profesión; él es ingeniero por academia y budista por devoción.

Ambos chefs (carajo, qué sazón) empedernidos. Paty y Tim son parte del tercer grupo nuclear de California, según me describió Paty:

Mira, mano, en esta parte de California están: los surfers (que no sé cómo le hacen para vivir, porque se la viven en las olas), los que se encargan de la tecnología en Silicon Valley y los New age, esos güeyes que hacen yoga y son veganos y llevan la vida contentos”.

Paty y Tim llegaron a rescatarnos en esa cuesta asoleada, donde casi se nos quiebra el alma, con una sonrisa enorme y un abrazo materno y paternal. El camino nos reconfortó con la suelta conversación de Paty y de Tim, sus descripciones y nuestras percepciones de los paisajes locales fueron preciosas. Hay algo precioso entre Encinitas y Bonsall: las tardes se cubren de niebla y los campos, llenos de vides, rememoran un paisaje italiano.

Llegando a Bonsall, donde vive esta encantadora y nutricionalmente vegana pareja, degustamos el penúltimo platillo de la escuela vegana de gastronomía de Tim: curry y arroz acompañado de una “nana”, una suerte de pan de pita, misma que bañamos sutilmente, por orden de nuestros anfitriones, con un aceite de ajo y jengibre. Debemos confesar que más de una vez consideramos quedarnos, de plano, a vivir acá, con la excusa de tener un talento sobrenatural para lavar trastos y trapear techos, paredes y lo que se necesitara para ser adoptados… pero a la postre de la cena casi rogamos por quedarnos, de plano. Paty llevó a la mesa un pastel con base de quinoa y cacao, rociado de nueces y pasas secas mixtas. Hubo tiempo para redistribuir el escaso equipaje, descansar y planear cómo proceder en el viaje, dado el harto sol.

Dormimos como personajes de una novela de Rulfo: con la barriga llena y el mejor colchón, el sueño.