América Latina, sin una tradición literaria del terror: Mariana Enríquez

La escritora argentina Mariana Enríquez, afirma que han faltado autores que recuperen la herencia oral y la cultura popular

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“Existen muchas historias de aparecidos, de fantasmas, como La Llorona, esa mujer vestida de blanco que pide por sus hijos”, Mariana Enríquez, escritora. Foto: Juan Carlos Talavera

En México y América Latina no ha existido una tradición literaria que cultive el horror, porque han faltado autores que recuperen la tradición oral y la cultura popular, pero también por falta de dinero para llevar sus relatos al cine, aseguró la escritora argentina Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), quien ayer sostuvo una charla con Bernardo Esquinca en la 44 Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO).

Pensemos en los gringos y en toda la literatura en inglés, cuyos autores continuaron explorando el terror, a partir de su tradición, alimentada por la cultura oral, popular y originaria, que les ayudó a explicar las plagas, lo que en América Latina nunca se hizo”, aseveró la autora de libros como Un lugar soleado para gente sombría y Nuestra parte de noche.

Por ejemplo, explicó, Mary Shelley escribió Frankenstein (en 1818) mientras sonaban los tambores de la Revolución Industrial, donde se planteó hasta dónde llegará la ciencia y si se podrá reemplazar al ser humano con sus propios restos, tal como hoy se observa desde la Inteligencia Artificial.

Y eso también ocurrió con Washington Irving, con La leyenda del jinete sin cabeza o en Blancanieves (de los Hermanos Grimm); pero lo cierto es que la literatura en inglés tomó esas narraciones, no las despreció, sino que se las apropiaron y armaron su tradición”, agregó.

En el caso de Horacio Quiroga, reflexionó Enríquez, “a pesar de que fue un hombre de clase mundial, quien vivió durante muchos años en la selva de Misiones, que es en el límite entre Paraguay y Brasil –de ahí viene mi familia–, uno da tres pasos y se encuentra con una historia paranormal. Esto jamás lo usó Horacio, ninguna de esas tradiciones orales o populares que venían del pueblo guaraní o del sincretismo; todos sus cuentos de terror son rea-

listas, incluso alguno de casi vampiros, como El almohadón de plumas, y eso es un problema”, consideró la narradora.

Además, “recordemos que el escritor central de mi cultura, que es Borges, escribía sobre las leyendas de Islandia y no de la Patagonia; y a mí eso me dice que esto no es culpa de los gringos y, por tanto, debemos tener en cuenta que el género del terror no es exclusivo de una región o de un país”, añadió la también periodista y docente.

Sin embargo, insistió que “en América Latina existen muchas historias de aparecidos, de fantasmas, como La Llorona, esa mujer vestida de blanco que pide por sus hijos, como las Madres de la Plaza de Mayo o las madres de los desaparecidos por las distintas violencias en todas partes, es algo que se va repitiendo y reencarnando.

Da miedo que desde la Conquista exista esta figura en un territorio que la sigue repitiendo y que no lo aprovecha para su literatura”, detalló la autora de Cómo desaparecer completamente.

Por último, Enríquez recordó que fue la literatura de Stephen King la que le ayudó a comprender que era posible escribir terror, pero sin dejar de lado el relato social. “En particular, al leer Los chicos del maíz, un relato que parte de una pelea de pareja y que desemboca en una pesadilla, en un lugar donde todos los niños han matado a sus padres y son fanáticos religiosos en extremo”.

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cva