..Y el Duende venció a Miguel Induráin

El 7 de julio de 1990, Raúl Alcalá arrebataría de último momento la gloria a la promesa española. Fue en la séptima etapa contrarreloj, de Vittel a Épinal, en la Tour de Francia. Fue el segundo triunfo del ciclista mexicano en territorio galo

Fotoarte: Jesús Sánchez
Fotoarte: Jesús Sánchez

CIUDAD DE MÉXICO.

Los periodistas europeos rodeaban al ciclista Miguel Induráin, la promesa que España tenía a la vuelta de la esquina. Era tiempo de la Tour de Francia. 7 de julio de 1990, se corría la séptima etapa (Vittel a Épinal), la contrarreloj. Fueron 61 kilómetros a un promedio de velocidad de los 50 kilómetros por hora.

Induráin tenía hipnotizados a los amantes del ciclismo, mucho tiempo antes de convertirse en aquella máquina de pedalear capaz de conquistar la Tour cinco veces consecutivas (1991 al 95), cosa de locos. Aquella tarde era precisamente el español el que acaparaba la atención de los reporteros, fotógrafos y camarógrafos. Había dejado el mejor tiempo en 1:18.29 horas y ni el campeón Greg Lemond ni el hispano Pedro Guerrero pudieron superarlo.

Ya lo entrevistaban los periodistas, a un lado de la carretera, amontonados y ávidos de grabar las primeras palabras del casi seguro vencedor de una etapa tan disputada como lo ha sido la contrarreloj.

Su rostro se desdibujó cuando escuchó a unos comentaristas de la TV española avisarle que un ciclista mexicano llamado Raúl Alcalá había cubierto los primeros 20 kilómetros con un crono de dos minutos por debajo del tiempo parcial del favorito español.

La sonrisa de Miguel no tardaría en borrarse, pues el regiomontano, del equipo PDM holandés, mantendría el ritmo de 48 kilómetros por hora para robarle la magia al futuro hombre máquina.

Para sorpresa de muchos, Raúl Alcalá detuvo el cronómetro en una hora, 17 minutos y cinco segundos. Fue un minuto y 24 segundos más rápido que Induráin. Alcalá, de 26 años y oriundo de Monterrey, se agenciaba por segunda ocasión una etapa en la Tour de Francia, algo que para el Duende significó codearse con los grandes del ciclismo.

Aquel año, Greg Lemond retuvo el título (sería el último para el estadunidense), Alcalá terminó octavo e Induráin fue décimo. Un accidente alejaría a Lemond del ciclismo, el Duende cambiaría de equipo e Induráin se preparaba para ganar sus cinco títulos seguidos, antes de que apareciera Lance Armstrong y cambiara la historia. Para bien o para mal.

Después de tanto tiempo, recuerdo aquella etapa. Estuvo lloviendo y mi punto de referencia era el tiempo de Induráin. Él hizo los 61.5 kilómetros del recorrido en superficie seca y a mí ya me tocó con lluvia”, diría Alcalá en una entrevista para Excélsior.

El Duende Alcalá recordaba también cómo es que los periodistas españoles daban como un hecho el triunfo de Induráin, sin esperarse a que el ciclista mexicano terminara su recorrido.

Los medios ya entrevistaban a Induráin como el seguro vencedor, mientras yo iba recortando los parciales. Tuvieron que apagar sus grabadoras y buscarme para entrevistarme”.

Aquella tarde, Raúl tuvo las piernas suficientes para vencer no sólo a Induráin, la promesa española. También lo hizo ante grandes como Lemond y Delgado.

Alcalá recibió un cheque por 122 mil francos franceses (casi 88 mil pesos de aquellos años), dinero que repartió entre los demás ciclistas del equipo, así como mecánicos y masajistas.

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Raúl Alcalá no era un desconocido. Un año antes, tras su llegada al equipo PDM (dejó el Seven Eleven), el mexicano ganaría su primera etapa en la Tour de Francia que fue en el tercer día de la competencia, el 3 de julio de 1989, entre Luxemburgo y Spa Francorchamps. Fueron 241 kilómetros rumbo a territorio belga, en una fuga de cinco pedalistas. Al final, cuatro sucumbieron ante el arrojo y piernas de aquel mexicano de entonces 25 años, el primero en asomarse en el máximo circuito del ciclismo.

Aquel año, Alcalá terminó octavo, mientras que el podio general fue iluminado por los astros Greg Lemond, Laurent Fignon y Pedro Delgado. El grupo PDM ganaría la clasificación por equipos.

De aquellos años (más de 30), Alcalá tiene una bicicleta de cada equipo en los que participó (PDM, Seven Eleven, Motorola, WordPerfect). Conserva también uniformes y material suficiente para un museo.

En total guarda 15 bicicletas de marcas Concorde, Eddy Merckx, Murray, Colnago. “Las de hace 25 años eran de acero y con un peso cercano a los 14 kilos. Hoy son de menor peso a los siete kilos y de fibra de carbono. Son más rápidas”, expresó Raúl.

En la década de los 90, Alcalá se mudó al equipo Motorola, donde le tocó ser capitán de un grupo en el que apareció un joven llamado Lance Armstrong. Raúl recordaría que por aquellos años también se asomó el doctor italiano Michele Ferrari, quien revolucionó a ciclistas como Lance Armstrong, Mario Cipollini y Tony Rominger, por medio de estimulantes prohibidos. Les pedía el 10 por ciento de sus ganancias y los transformaba en atletas fuera de lo común. “El doping era un secreto a voces”.

Raúl Alcalá reconoció en alguna ocasión que llegó a estar tentado. “Me acerqué al doctor Ferrari, me habló del 10 por ciento que exigía de las ganancias y me dio una receta. Me dio miedo y no me atreví. La competencia era desigual, así que lo medité y decidí que era el momento de regresar a casa”.

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En 1989 apareció el Tour de Trump, una ruta ciclista que el ahora presidente de Estados Unidos creó con la intención de llamar la atención en el mundo deportivo. “Será tan importante como la Tour de Francia”, comentó el otrora empresario estadunidense. Y, aunque su competencia era la segunda mejor pagada, no duró más que un par de años.

De hecho, la segunda edición fue ganada precisamente por Raúl Alcalá. “Trump le puso su nombre a la competencia sólo por hacerse publicidad, como lo hace con los edificios, bares y casinos. A todo le pone su nombre”, diría el Duende, la misma tarde en la que el ahora mandatario le entregó un cheque por 50 mil dólares tras hacerse acreedor de la edición en 1990.

La competencia atrajo la atención de personajes como el propio Greg Lemond y el español Perico Delgado, quienes se olvidaron de la Vuelta a España para brincar el charco y tratar de embolsarse una bolsa llena de dólares.

Alcalá reconocería que “fue una carrera muy dura, una topografía difícil, con mucha lluvia. Agotadora”.

A 30 años de aquellos triunfos, en Francia y Estados Unidos, Alcalá se mantiene en activo. A sus 56 años, el regiomontano tiene su propio Alcalá Challenge. Realiza competencias en Texas, Cuernavaca y Monterrey (antes de la pandemia). Son recorridos a un promedio de 33 kilómetros por hora. En algunos de ellos ha invitado a su amigo Miguel Induráin, el español al que derrotó hace tres décadas en aquella etapa contrarreloj. Una etapa de la Tour de Francia que el Duende nunca olvidará.

SUS NÚMEROS

Raúl Alcalá participó nueve ocasiones en la Tour de Francia, de 1986 a 1994. Su mejor resultado fue el octavo lugar general conseguido en 1989 y 1990.

Ganó su primera etapa francesa el 3 de julio de 1989, en la tercera etapa de 241 kilómetros, de Luxemburgo a Spa Francorchamps.

Su segundo triunfo fue en la contrarreloj del 7 de julio de 1990, recorriendo los 61.5 kilómetros de Vittel a Épinal en 1:17.05 horas.

EL DATO

En el Giro

Alcalá participó en Italia, en 1988, logrando el lugar 14 a nivel general. En la Vuelta a España fue séptimo (1991) y octavo (1992).

 

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