Inmortal

Pocos jugadores en las Grandes Ligas han tenido el impacto de Fernando Valenzuela. El pitcher zurdo llegó por la puerta de atrás al mejor beisbol del mundo, como un joven desconocido de un pequeño pueblo en Sonora, y en su primera temporada completa se convirtió en la ...

Pocos jugadores en las Grandes Ligas han tenido el impacto de Fernando Valenzuela. El pitcher zurdo llegó por la puerta de atrás al mejor beisbol del mundo, como un joven desconocido de un pequeño pueblo en Sonora, y en su primera temporada completa se convirtió en la gran sensación.

Luego de que el lanzador pactado para abrir la campaña de los Dodgers, Jerry Reuss, se lesionó practicando bateo antes del duelo ante Houston, el manager Tom Lasorda decidió que el nacido en Etchohuaquila tomara la pelota para enfrentar a su rival divisional, el resto es historia. En ese histórico 9 de abril de 1981, blanqueó a los Astros, lanzando el primero de 11 juegos completos en la campaña. Pero nadie se imaginaba lo que estaba por venir: ocho victorias consecutivas para arrancar la temporada, lanzando la ruta completa en cada uno de esos duelos y con cinco blanqueadas incluidas. Así nació la leyenda del Toro, y el fenómeno de la Fernandomanía. Ese año terminó con Fernando guiando a Los Ángeles a un campeonato que no conseguían desde 1965, y con el premio de Novato del Año y con el Cy Young, único lanzador en conseguir dicha hazaña. De 1981 a 1986 no hubo mejor pitcher en Grandes Ligas, cimentando su lugar como una superestrella. Desafortunadamente, las lesiones hicieron su aparición y, a partir de 1987, su rendimiento no fue el mismo.

El Salón de la Fama no ha llamado, y es posible que nunca lo haga, al no haber alcanzado por lo menos las 200 victorias, pero su legado es innegable, y de enorme relevancia, siendo fundamental para sanar las heridas provocadas por la huelga de jugadores en 1981, al atrapar la imaginación de los aficionados que estaban indignados por la actitud de peloteros y dueños por igual; sin olvidar que también ayudó a unir a la comunidad mexicoamericana de Los Ángeles con los Dodgers, que tenía mucho coraje con la franquicia, debido a que la construcción del estadio en la localidad de Chávez Ravine llevó a que muchas familias fueran desplazadas de la zona, su salto a la fama y el orgullo que trajo entre los migrantes de México transformó ese desprecio en amor por el equipo del nuevo ídolo. Ese impacto es la mejor arma para quienes están convencidos de que Valenzuela debería tener su lugar en el Salón de la Fama, no todo es lo hecho en el diamante, también cuenta qué tan fuerte quedó marcada la huella de los jugadores en la historia del deporte.

Por lo pronto, el equipo en el que encontró la fama hizo algo que debió suceder hace mucho tiempo, retirar su famoso número 34, que ahora se une a un selecto club de figuras de la franquicia, su nombre estará para siempre al lado de Jackie Robinson, Sandy Koufax, Roy Campanella, Duke Snider y otros siete inmortales que portaron la franela de los Dodgers. No sé si el llamado de Cooperstown llegará, y, si no llega, de todas maneras nada podrá borrar la importancia que tuvo el Toro, su lugar como inmortal del beisbol está asegurado.

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