Ilusión

El inicio de cada nuevo año nos trae el arranque de la ATP y de la WTA. Dentro de la enorme emoción que genera el tener de regreso el deporte blanco, especialmente al saber que en menos de dos semanas comenzará el primer Grand Slam del 2024, algo en particular ha ...

El inicio de cada nuevo año nos trae el arranque de la ATP y de la WTA. Dentro de la enorme emoción que genera el tener de regreso el deporte blanco, especialmente al saber que en menos de dos semanas comenzará el primer Grand Slam del 2024, algo en particular ha despertado la expectativa de los aficionados: el regreso de Rafa Nadal. Tras 349 días de la última ocasión que lo vimos disputar un partido competitivo, el nacido en Palma de Mallorca ha vuelto al circuito profesional de la ATP en un juego de primera ronda del 250 de Brisbane.

De nueva cuenta, luego de la enésima lesión en su brillante carrera, el ex número uno del mundo ha hecho hasta lo imposible por poder volver a las canchas, al lugar que lo ha convertido en un icono del deporte y en una leyenda del tenis. Por decimosexta ocasión ha logrado dejar atrás los problemas físicos para beneplácito de quienes aman el deporte blanco. En esta ocasión, su vuelta tiene un sabor más dulce, porque ya tiene 37 años y la reciente lesión que sufrió en el Abierto de Australia del año pasado nos hizo pensar que ya sería muy complicado verlo jugar en la ATP, que era factible el fin de una era, y que dos terceras partes del Big Three estarían en el retiro, acompañando a su querido amigo Roger Federer lejos de las canchas. Pero, como de costumbre, Rafa ha desafiado al tiempo y al desgaste que su estilo de jugar le ha traído a su cuerpo, para, luego de varios meses de rehabilitación, de sacrificios y de dejar atrás momentos complicados en su vida personal, llegar al torneo de Brisbane listo para disputar su vigesimocuarta temporada a nivel profesional.

El duelo ante Dominic Thiem ha demostrado que las ganas de Nadal de seguir compitiendo siguen intactas y, aunque es cierto que su adiós se aproxima, él no está dispuesto todavía a colgar la raqueta, que el hambre por sumar triunfos está viva, y que, mientras el físico lo permita, él continuará compitiendo al más alto nivel.

En el partido del martes se le vio todavía un poco lento, esto debido a la larga inactividad, aunque también por momentos mostró su patentada potencia con la derecha, su sensacional revés y un saque efectivo, que le permitieron dejar atrás un primer parcial complicado, para dominar al austriaco en el segundo, y conseguir así su segunda victoria en poco más de un año, tras aquella en la primera ronda en Melbourne en enero del 2023. Claro que lo del martes no es parámetro para medir las chances de Nadal de poder hacer algo parecido a lo del 2022, cuando de forma inesperada se consagro en el Abierto de Australia, pero sí es un primer paso en la búsqueda de poder tomar matchplay, pensando en que, administrando su físico, y eligiendo correctamente la cantidad de torneos a jugar, este año pueda ser uno en el que lo veamos disputar los eventos más importantes. De momento, la buena noticia es que está jugando, y que ayer se le vio bien, eso genera la ilusión de poder disfrutar de su talento todo el 2024.

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