Afortunados

Cuando pienso en Rafael Nadal me viene a la mente el deportista perfecto: mentalidad ganadora, enorme talento, perseverancia, resiliencia, profesionalismo, dedicación, fuerza física, gran corazón y humildad. Todos esos atributos lo han llevado a una exitosa y longeva ...

Cuando pienso en Rafael Nadal me viene a la mente el deportista perfecto: mentalidad ganadora, enorme talento, perseverancia, resiliencia, profesionalismo, dedicación, fuerza física, gran corazón y humildad. Todos esos atributos lo han llevado a una exitosa y longeva carrera, misma que tuvo otro momento para la historia el domingo, en Melbourne.

El nacido en Mallorca vino de atrás, para derrotar al favorito, Daniil Medvédev, en la Arena Rod Laver, para consagrarse por segunda ocasión campeón del Abierto de Australia y, de paso, convertirse en el primer hombre en ganar 21 títulos de Grand Slam. Lo ocurrido por dos semanas en el fantástico complejo de tenis en Melbourne parecía imposible hace algunas semanas, el español sufrió para regresar a la actividad profesional, tras batallar con una lesión que lo alejó de las canchas por casi seis meses, y que amenazaba con terminar su carrera en la ATP. Pero, como ya ha sido una costumbre, Rafa se ha sobrepuesto a un nuevo obstáculo en el camino para resurgir como ave Fénix y conseguir un épico triunfo sobre el número dos del planeta.

El nivel de tenis que nos regaló fue espectacular, aunque, por supuesto, nada es perfecto (incluso el físico le traicionaba en el fantástico partido de cuartos de final ante Denis Shapovalov), pudo encontrar la fortaleza necesaria para ir superando a todos los rivales que se le pusieron en frente.

El ejemplo que da con sus actuaciones, con su actitud y con su inquebrantable deseo por ser mejor cada día lo han llevado a pasar de ser una sensación del circuito profesional al rey indiscutido de la arcilla, a convertirse en un todo terreno para, así, ganar los cuatro torneos más importantes del planeta, a ser apenas el cuarto hombre en ganar al menos 500 partidos en canchas duras y, finalmente, a conseguir el Grand Slam 21. El nunca rendirse, no dar pelota o punto por perdido se convirtió en su sello personal; el de un jugador con una férrea mentalidad ganadora, que obliga a los oponentes a su máximo esfuerzo si lo quieren derrotar, llevándolos al límite, a tener que arriesgar más, a buscar las líneas, corriendo el peligro de equivocarse con mayor facilidad; así es como Nadal quiebra la voluntad de aquellos que lo tienen de rival.

Su espectacular golpeo de pelota se convirtió en una pesadilla para el resto de la ATP, impredecible y difícil de controlar, con un efecto endemoniado, capaz de descontrolar al más apto de los jugadores. Su saque, que fue perfeccionando con el paso del tiempo, es muestra de su dedicación, de las ganas de mejorar, de aportarle a su juego otra arma, para pelear todos los grandes torneos. Su entendimiento de que, con el tiempo, las cosas se van complicando, también lo llevó a ir agregando piezas a su equipo de trabajo, razón por la que no se quedó estancado. Los amantes al deporte somos afortunados de todavía verlo en acción y, por lo antes expuesto, Rafa está, sin lugar a discusiones, entre los atletas de mayor relevancia e impacto de la historia.

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