Jugador de casino
Si la curva aplanada, las gráficas estadísticas, los números, pudieran expresar el dolor, la angustia, el sufrimiento, la desesperación agónica por la falta de aire de los más de diez mil muertos por el coronavirus y de sus familiares que apuran ahora el cáliz de ...
Si la curva aplanada, las gráficas estadísticas, los números, pudieran expresar el dolor, la angustia, el sufrimiento, la desesperación agónica por la falta de aire de los más de diez mil muertos por el coronavirus y de sus familiares que apuran ahora el cáliz de la tristeza, amargura y dolor, acaso el subsecretario de Salud, Lopez-Gatell, mostraría un poco de prudencia y sensibilidad y no hablar con tanta ligereza, irresponsabilidad política, social, como lo hizo en abril —por ausencia de criterio científico, la medicina, entiéndase, no es una ciencia exacta— al afirmar a la agencia española EFE que habría entre 7,000 y 8,500 muertos. Erró en el pronóstico de señalar el 8 de mayo como el pico de fallecidos y falla de nuevo en la decisión política con alto índice de riesgo, grave, real, mortal, que lo responsabiliza a él y a sus superiores, de tomar la decisión del “regreso a la normalidad” cuando precisamente en los últimos días la mortandad del coronavirus, el vocablo latino virus significa veneno, alcanza los índices más elevados en el país. En el momento en que arrecia la tormenta con negros nubarrones se autoriza a la población que abandone paraguas e impermeable. En otras palabras, ayer al mediodía Madero, la antigua Plateros de los lagartijos, era un hormiguero en que una gran mayoría no empleaba el cubrebocas, lo que podría hacer que la emblemática curva aplanada se dispare al cuadrado y más tarde al cubo, al conjugarse la doble irresponsabilidad de las autoridades y del pueblo. Y el domingo en el Metro en algunas líneas se podía observar en los vagones cómo una gran mayoría se resiste a cumplir las medidas de higiene.
LG actúa como un jugador de casino que juega sin ningún riesgo, pues en este juego quien pierde son los más vulnerables. Son vidas que pueden desaparecer por ignorancia. Y a las que, por lo mismo, se tiene la obligación de auxiliarlas. En este tiempo de excepción, las vidas de todos, nuestras vidas, están en manos de incompetentes, ignorantes e irresponsables. Como el deporte imita a la política, en actitud de desdén semejante los diputados colocan en riesgo de desaparecer el fideicomiso del fondo para el deporte de alto rendimiento. Sin resonancia de algún éxito internacional, los atletas mexicanos son tratados como mercancía inservible al relumbrón de los políticos. Manifestaciones de esta naturaleza no ocurrirían al final de unos Juegos Olímpicos; cualquier metal daría el viraje al aplauso. Lamentable que ignorancia, costumbres, irresponsabilidad política, formen tal confusión que conduzcan más al daño físico y moral que a combatir con eficacia la pandemia y su letalidad.
