Cincuentenario
Las imágenes no envejecen. Aquellos instantes memorables, luminosos, siguen frescos, al igual que las densas y oscuras sombras. Los Juegos Olímpicos del 68 fueron un sueño y una realidad social en una época de cambios y asombros. En una mirada breve, retrospectiva, ...
Las imágenes no envejecen. Aquellos instantes memorables, luminosos, siguen frescos, al igual que las densas y oscuras sombras. Los Juegos Olímpicos del 68 fueron un sueño y una realidad social en una época de cambios y asombros.
En una mirada breve, retrospectiva, rápida, situemos el entorno mundial: Europa, Estados Unidos y Japón habían dado por terminada la Segunda Conflagración y se iniciaba un nuevo periodo floreciente en todos los órdenes. La enorme sorpresa del Sputnik, un satélite artificial fabricado por el ingenio humano, el de los rusos, giraba alrededor de la Tierra. El 4 de octubre de 1957 quedó marcado por la historia, el nacimiento de la era espacial; hoy acaso se ha perdido algo de aquella capacidad de asombro. La vacuna del doctor Salk, que evitó que millones de niños quedaran lisiados o murieran a causa de la parálisis; alejó del dolor, la tristeza y la incertidumbre a los padres. El canto y la música de Los Beatles como símbolo global de un mundo nuevo lleno de energía, enlazado con la alegría y la esperanza.
Cuando en México empezó a germinar la idea de organizar los JO estaban recientes los de Melbourne, con la victoria de Joaquín Capilla; el Mundial de Suecia 58, con el triunfo y la magia de los juglares amazónicos y el jovencito de 17 años, Pelé, así como los diez segundos del alemán Hary en los 100 m lisos en Zúrich, marca estimada imposible de alcanzar, predominante en la ingenuidad de la masa, y su triunfo en Roma. La radio y los periódicos ejercían su influencia, nutrían la imaginación.
El 7 de diciembre de 1962 —un año antes de la muerte de John F. Kennedy, 22-11-1963, la tensión bélica entre Cuba aliada a Rusia, y Estados Unidos— México manifestó al COI su aspiración a la sede de los JO de 1968. Con el apoyo del presidente Adolfo López Mateos y las relaciones del general José de Jesús Clark Flores, vicepresidente del COI, recibió la sede el 18 de octubre de 1963 en Baden-Baden, Alemania.
Los JO proyectaron la modernidad del México de la época. Se lograron con talento, esfuerzo, inversión, creatividad, calor humano. Ésas fueron sus luces. Arrojó en su atmósfera oscuridad con el reguero de muertos del miércoles 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas; mostró la otra cara, lo que no somos capaces de resolver. No hubo diálogo entre el gobierno de Díaz Ordaz y los estudiantes. Carlos Fuentes aceptó la cifra de más de 300 muertos en Tlatelolco.
La visión y conocimiento de Clark Flores transformaron el deporte. La creatividad del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, la capacidad de organización, proyectó la imagen del México que se deseaba, en proceso rápido, evolutivo.
El esfuerzo de tantos jóvenes deportistas, de entrenadores extranjeros, la certera planificación y desarrollo de las Semanas Deportivas, que provocaron un profundo impacto, la celebración de los JO en escenarios de primer nivel, dieron la sensación de una plataforma de despegue.
Ese corto periodo del 12 al 29 de octubre, con tantas hazañas en la palestra, el brinco estelar de Beamon, la primera final de 100 m con hombres de raza negra, el revolucionario salto vertical de Fosbury, el Poder Negro, los triunfos de Burton y Meyer en la pileta, la victoria de Věra Čáslavská, presenciadas por millones de personas, y que empaparon al país, con sus nueve medallas, de energía y levadura espiritual emocionante, orgullosa, lo apreciamos ahora dentro de una burbuja transparente, quieta en el tiempo.
La claridad de encender la antorcha de un destino mejor para el deporte mexicano no llega. 50 años sin levantar vuelo.
