La tribu regresa de la caza a la aldea

Como si el futuro y el pretérito se unieran. Hoy, como ayer, el triunfo del héroe causa alegría. La victoria de los Patriots de New England alegra a Boston, una de las ciudades más hermosas de Estados Unidos y acaso de las dos o tres de más elevado nivel cultural y ...

Como si el futuro y el pretérito se unieran. Hoy, como ayer, el triunfo del héroe causa alegría. La victoria de los Patriots de New England alegra a Boston, una de las ciudades más hermosas de Estados Unidos y acaso de las dos o tres de más elevado nivel cultural y social. Un día, una semana o un año de fiesta por el quinto anillo del Super Bowl, uno de los espectáculos deportivos más extraordinarios del planeta. Los triunfadores regresaron a casa y fueron recibidos con vítores, con papeles multicolores y una multitud de varios millones de espectadores a los que sumaron más al través de la televisión. Con temperaturas próximas a los 0 grados centígrados, un río humano inundó las principales arterias de esta ciudad que también posee el segundo maratón más antiguo de la historia, después del de los Juegos Olímpicos de Atenas 1896. Bajo la ventisca, se aclamó a Tom Brady y a su guardia imperial, fueron aclamados por una masa enfervorizada, envueltos en papelitos de colores, regresaban con el trofeo mayor. La tribu regresaba a la aldea.

El culto al héroe en la realidad y en la leyenda se mantiene fresco y con algunos matices en las interpretaciones. Héroe, el amado por el pueblo, es la figura del semidiós como Gilgamesh en el mito sumerio o Hércules o Heracles en la mitología pelásgica. Ambos se representan dominando la fiereza de un león. El coraje como símbolo de identidad con el héroe. La victoria olímpica era tan importante que cuando un atleta de un pueblo se convertía en olimpiónico, el pueblo hacía un agujero en la muralla para mostrar a forasteros y extranjeros que ahí vivía un héroe capaz de realizar grandes hazañas. Simbolismo de orgullo, alegría y seguridad.

“Cuanto más difícilmente se liberta un hombre, tanto más logra conmover nuestro sentimiento humano”, lo toma Stefan Zweig de Ferdinand Meyer. Esa lucha contra la adversidad que cautiva, emociona y provoca admiración, respeto, como chispa que enciende el combustible y hace tender a la emulación.

El entorno de un Super Bowl, el espectáculo deportivo que arrastra más pasión en Estados Unidos, dentro de un cuerno de la abundancia en el que corren millones de dólares, proyecta una pluralidad de significados.

Según algunos sociólogos, el éxito deportivo colectivo nos transporta a las épocas remotas, mucho antes de que el hombre se dedicara a la agricultura y a la recolección, cuando los miembros más valientes de la tribu salían a la caza del mamut a enfrentar y sortear peligros mortales. Algunos regresaban. El regreso significaba alimento para la tribu.

Otros consideran que el rectángulo verde y el estadio representan el templo al que acuden miles de feligreses que profesan una religión lúdica.

En el héroe deportivo se funde la efusividad colectiva de la época de las cavernas con el hombre de la era moderna de la comunicación, de los drones, de los viajes al espacio y de las sondas que van camino al infinito.

RENÉ CHÁVEZ

El inolvidable pelotero René Chávez, recordado por la afición por su gran clase y la hazaña de haber derrotado a los Indios de Cleveland con la franela de los Diablos Rojos del México, vive momentos difíciles. Está enfermo y no cuenta con recursos económicos. Ramón Abulón Hernández y otros beisbolistas tratan de ayudarlo y hacen un llamado a los aficionados. Proporcionan el número de cuenta de Banorte: 0402694696, a nombre de Ignacio Valerio Chávez, sobrino de René Chávez, con número de tarjeta: 4915-6620-7595-2161.

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