Rossi, un campeón irresponsable
A mediados de la década de los 60, en una de las vueltas ciclistas, se registró un accidente en la etapa Puebla–Cuernavaca. Una veintena de pedalistas rodaron por el pavimento de asfalto y los cuerpos y las máquinas de otros se salieron de la carretera; ruedas chuecas, ...
A mediados de la década de los 60, en una de las vueltas ciclistas, se registró un accidente en la etapa Puebla–Cuernavaca. Una veintena de pedalistas rodaron por el pavimento de asfalto y los cuerpos y las máquinas de otros se salieron de la carretera; ruedas chuecas, piernas, cabezas y brazos ensangrentados. Uno de ellos, Fulgencio Salazar, del Estado de México, corrió con tal infortunio que su cabeza golpeó contra una cruz de metal. Falleció a las pocas horas. La muerte lo sorprendió joven.
El argentino Delmo Delmastro culpó a los organizadores, porque, palabras más palabras menos, me indicó, la curva en pendiente no tenía peralte, y así resultaba muy peligrosa, y lo que menos podía haberse hecho era colocar previamente señales que advirtiesen las características del terreno. Dijo algo más: los ciclistas mexicanos no conocen las técnicas para caer.
De vez en cuando se tiene la sensación de repetir las mismas cosas con apariencias distintas. Llama la atención un incidente en la pista de Sepang durante el Gran Premio de Malasia de motociclismo en relación con el castigo que se impuso al infractor.
Uno de los protagonistas centrales, el italiano Valentino Rossi, ganador de nueve campeonatos mundiales, la figura prominente de los últimos años en el motociclismo profesional, dio una patada a Marc Márquez, español de Cataluña, ganador de cuatro títulos, y lo derribó en plena competencia, algo verdaderamente inconcebible en un profesional. Ya sea porque el español posee técnica para caer o por otras circunstancias, no sufrió lesiones severas, pero, ¿quién puede medir las consecuencias cuando una persona cae de una motocicleta?
El castigo es ridículo, tan ridículo como el que se le aplicó al minusválido sudafricano Oscar Pistorius por algo que nunca jamás podrá saberse, el homicidio o asesinato de su novia, aunque los jueces hayan considerado lo primero; lo que prevaleció en lo último fueron los argumentos, ¿quién puede conocer la realidad?, sólo el propio Pistorius.
A un lado los argumentos que pueda esgrimir Rossi, se tiene la sensación de que la violencia diaria que se vive en el mundo se extiende y se enseñorea en una expresión identificada con el respeto a las reglas, la caballerosidad, el juego limpio. El otro lado de la moneda, que muestra la conducta de Rossi, es el de un acto de violencia motivado acaso por venganza y a la vez influido por el dios dinero y la fama que rodea a las grandes figuras.
Tal vez pudo actuar por celos e inseguridad, como aquel otro ejemplo tan conocido en el deporte entre las patinadoras Tonya Harding, agresora, y Nancy Kerrigan, agredida con una barra de acero. Este tipo de actos son los menos, pero cómo repercuten en los medios de comunicación. Algunos sicólogos, siquiatras, sociólogos afirman que la violencia no es genética sino que se aprende en el hogar, en la escuela y ahora se acentúa en el deporte.
Lo que Rossi hizo es un acto irresponsable. La caída no pasó a mayores. Si hubiese sucedido algo grave, cómo se hubiese calificado, ¿como un incidente deportivo o como un delito?
El castigo al italiano: le quitaron tres puntos de los acumulados en la temporada y saldrá en la última posición en el Grand Prix de Valencia, el próximo 8 de noviembre. Debieran haberlo suspendido por un corto tiempo. ¡Cuántos intereses oscuros se mueven en el profesionalismo!
