Dilema

Se mantiene fresca en la retina del ojo el cuerpo esbelto, delgado, de movimientos armoniosos, de la etíope Genzebe Dibaba, en los 1,500m y en los 5,000 del Campeonato Mundial de Atletismo que se realizó en el Nido de Pájaro de Pekín. Proyecta una estampa del arquetipo ...

Se mantiene fresca en la retina del ojo el cuerpo esbelto, delgado, de movimientos armoniosos, de la etíope Genzebe Dibaba, en los 1,500m y en los 5,000 del Campeonato Mundial de Atletismo que se realizó en el Nido de Pájaro de Pekín. Proyecta una estampa del arquetipo de atleta, corrió como el viento, como una Atalanta negra, cuya figura seguramente podrá inspirar las manos de los escultores. La frenética y eléctrica persecución del larguirucho keniano Asbel Kiprop en el semifondo que salió de la antepenúltima posición y con un cálculo preciso e intuitivo, confiado en el poder de sus piernas que aceleraron en forma brutal y victoriosa en los 1,500m. Acciones hermosas y emocionantes, y alguna otra compleja que la podríamos asociar, tal vez, con aquella que refiere Cervantes en el capítulo LI de la segunda parte de Don Quijote de La Mancha; recordemos brevemente la imagen y el sentido que conduce a una paradoja: Todo aquel que atraviesa el puente de un caudaloso río debe jurar, por ley, ante cuatro jueces, “adónde va y a qué va”. El que dice mentiras es ahorcado de inmediato. Al que dice la verdad se le permite pasar libremente.

Un día llega un hombre y los jueces le hacen la pregunta: “Adónde va y a qué va”. El hombre responde: cruzo el puente para morir en la horca que está allí.

Los jueces enfrentan un dilema. Si lo dejan pasar la declaración es una mentira y deben ahorcarlo. Y si deciden ahorcarlo como su declaración, es una verdad, entonces no deben ahorcarlo. ¿Qué decisión deben tomar los jueces”.

Algo parecido sucede con el sprinter Justin Gatlin, de Estados Unidos, castigado en 2006 por el uso de sustancias prohibidas. En 2005, en el Campeonato Mundial de Helsinki, corrió los 100 metros lisos en 9.88. Más tarde se descubrió que se dopaba y lo penalizaron. Ahora, en 2015, cronometra 9.77, a los 33 años de edad. Algunas agencias internacionales manifiestan dudas sobre la sorprendente evolución de Gatlin y divulgan cierta corriente del atletismo que preconiza que el dopaje es duradero.

Tras los espectaculares 100m que ganó Usain Bolt a Gatlin por 1/100 de segundo, algunos medios internacionales manifestaron muy subjetivamente que el triunfo de Bolt evitaba una situación embarazosa al atletismo y al propio nuevo titular de la IAAF, el inglés Sebastian Coe.

Ahora bien, ¿qué debe hacer la IAAF con aquellos atletas que, sin doparse en la actualidad, corren mucho más rápido con los lejanos efectos del dopaje? Si no dan positivo, no se les puede castigar.

Y para qué especular ante esta paradoja de carácter ético. El primer paso es comprobar si la afirmación, de que el dopaje es de efectos duraderos, es verdadera.

Y, por otra parte, de manera independiente, la IAAF debe tomar medidas más duras contra los atletas que se dopen. Cuatro años no parecen suficientes, menos disuasorios. Se hace necesaria una revisión a las sanciones, sobre todo porque los dopados triunfadores causan daños morales y económicos a los que compiten con el espíritu del fair play.

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