Reflexión antes del cambio

Estamos viviendo anticipadamente el tiempo del cambio venidero, tan vertiginosamente que, cuando apenas nos estábamos acostumbrando a lo nuevo, ya están surgiendo diferentes escenarios a los que nos tendremos que adaptar.

PRIMERO DE DICIEMBRE…

A partir del próximo sábado, el nuevo Presidente será el importante factor de cambio que regirá los destinos de los más de 110 millones de habitantes que vivimos en México y que estamos esperando que nos brinde las condiciones para poder tener las dos cosas que más deseamos: un buen lugar donde vivir felices y dinero en la bolsa para realizar nuestros deseos. Menudo reto. Hace mucho que no tenemos un líder a quien creer y querer, alguien a quien podamos seguir con convicción y simpatía, que despierte el deseo de trabajar juntos en la búsqueda del bien común. Pienso que a nuestros gobernantes no los hemos podido conocer porque no se habían comunicado abiertamente de manera más eficaz y cercana, que no se habían atrevido a cambiar en sus fondos y formas conforme habían cambiado los escenarios sociales, considerando que el atajo para llegar a nuestra cabeza es el corazón y que necesitábamos sentir antes que pensar. Que un nuevo fondo bien planeado necesitaría forzosamente de nuevas formas bien producidas.

YA SE PUDO…

Hace ya más de 20 años que creé la ingeniería en imagen pública pensando que esa nueva área de conocimiento podía ser de utilidad para nuestro país. Hoy de eso estoy completamente seguro y lo he constatado todos los días desde el inicio. Durante ese largo periodo, el sector político no me ha sido ajeno. He sido testigo del surgimiento de una nueva clase política que sabía que tenía que haber cambios, pero que, a pesar de sus deseos, no había podido llegar en la medida necesaria, ya sea porque no la habían dejado, obstaculizándola, pues existía el riesgo de que desconociera a sus pares más aferrados o porque todavía el temor al cambio desde el interior era más fuerte que el deseo de cambiar. Me he percatado del miedo paralizante que inmovilizaba o retardaba las decisiones políticas o económicas importantes. He sido testigo de la dificultad que existía para atreverse a romper con cartabones correspondientes a una época que ya se había terminado hace mucho, para reconocer que los problemas inéditos podían resolverse con soluciones inéditas. La he visto encontrarse de manera imprevista con enemigos que sabían manejar mejor que ella las armas de la información sofisticada por el simple hecho de que los protagonistas interesados en la desestabilización y la desarmonía se adelantaban en la implementación de nuevas estrategias que los convertían en verdaderos expertos de la manipulación de los sentimientos, y a esos no se les podía enfrentar con instrumentos obsoletos que antepusieran la conveniencia política, económica o personal. Pero a toda era forzosamente le llega su ocaso y ahora, en un par de días, ese escenario habrá llegado a su fin.

TODOS SOMOS EL PUEBLO…

Me había percatado de que los políticos se habían convertido en víctimas de la antipolítica con tal de no arriesgar su imagen pública al través de la omisión, la distorsión, la negación o la confrontación entre quienes deberían haber tenido que trabajar unidos por el bien común, creyendo que con eso cuidarían la preferencia del gran elector, cuando éste ya estaba harto y deseoso de la proposición, de la superación, del avance como país. Debo confesar que dichas circunstancias me habían producido cierto grado de frustración, pues, pudiéndose cambiar, hasta ahora no se había querido o podido. Hoy me imagino al nuevo líder, sentado en su flamante oficina, enfrentando la incógnita de las decisiones futuras que deberá tomar para hacer valer el tiempo del cambio inmediato en el que deberá buscar el mayor rendimiento político con el menor costo de imagen pública personal, teniendo que convivir con los dos únicos poderes mayores a los de él: el del dinero global y el de la opinión pública expresada en redes sociales. A él sólo le pido que, en medio de todo lo que vendrá, no se olvide de nosotros, los millones de mexicanos, miembros de la cultura del esfuerzo, que hemos trabajado para lograr tener un mejor país, ahora se puede, no hay pretextos y lo merecemos. A ese hombre le deseo que, mediante un golpe de timón que sepa enmendar los errores, nos lleve hacia una nueva era incluyente que conduzca al bienestar de todos, pues, al final de cuentas, todos somos ese pueblo al que tanto ha hecho referencia.

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