Diestra siniestra

Queda claro que, si la “libertad, igualdad y fraternidad” son alcanzables, lo son sobre la base del desarrollo económico

Está de moda ser de “izquierda” en México. El adjetivo surgió de la asamblea nacional francesa en la que se discutió abolir el veto real a las leyes o conservarlo. Quienes promovían la idea reformista de anular el veto e imponer una república se sentaron en el lado izquierdo y los partidarios del conservadurismo, en el derecho. El lado derecho estaba conformado por los conocidos como Primer y Segundo Estado: la nobleza y el clero, y el lado izquierdo por el Tercer Estado: el pueblo llano. Así quedó para siempre asociado en el imaginario colectivo que la derecha la conforman quienes quieren mantener el orden que les ha permitido progresar económicamente, y la izquierda, quienes anhelan cambios sociales y políticos profundos al statu quo que no les ha favorecido.

La asociación de la izquierda con el color rojo también tiene su origen en Francia. Con insignias de ese color en las calles, la monarquía anunciaba el Estado de excepción para reprimir las manifestaciones republicanas. Con el tiempo, la bandera roja se adoptó como emblema revolucionario y, posteriormente, como símbolo del socialismo y comunismo. De ahí el sentido de la frase dicha por Ernesto Guevara ante la ONU, que algunos citamos cuando nos sentimos acorralados: “¿Qué culpa tengo yo de tener el corazón a la izquierda y la sangre roja?”. Pero esta frase, que sentimos triunfal y lapidaria, tiene una antagónica, la de un exsocialista francés, Georges Clemenceau: “No ser socialista a los 20 es no tener corazón; serlo a los 30 es no tener cerebro”. Mi interpretación de esta (odiosa) frase es que, siendo objetivos, la meta del socialismo (marxista, sobre todo) es indiscutiblemente legítima: alcanzar la fraternidad social reivindicando la dignidad humana en el trabajo, pero que los medios para conseguirla son discutibles, sobre todo a la luz de las experiencias. Desde los esfuerzos de algunos de los primeros teóricos del socialismo utópico, como Robert Owen, hasta las experiencias internacionales, queda claro que, si la “libertad, igualdad y fraternidad” son alcanzables, lo son sobre la base del desarrollo económico. Marx, basándose en la dialéctica hegeliana, habría calculado que el socialismo se consolidaría primero en países económicamente desarrollados, como Alemania e Inglaterra; no en Cuba ni China. Según el reporte del Foro Económico Mundial, si China es actualmente una potencia económica es justamente por el impulso de su sector privado capitalista, aunque se autodenomine República Socialista unitaria marxista-leninista.

  • EL PRIVILEGIO DEL ATRASO HISTÓRICO

Así bautizó Trotsky a la oportunidad de las naciones atrasadas de adoptar las estrategias exitosas de los países desarrollados sin tener que pasar por las etapas de ensayo y error. Por el contrario, en México parecería que queremos ensayar los errores al volver a la estatización de empresas, profundizar la militarización, apostar por los combustibles y regresar a políticas agropecuarias del pasado. Volver al pasado es conservarlo y los conservadores, recordemos, se sentaban a la derecha de la asamblea, no a la izquierda. Ponerle a cualquier cosa el apellido: “del Bienestar” mientras se desmantela el sistema de salud pública, sólo es puro y nocivo marketing. En realidad, lo que se está desmantelando es el Estado de bienestar, auténtico anhelo de la izquierda.

  • ORNITORRINCO POLÍTICO

El novelista Carlos Franz, sobre la coherencia de la derecha y la izquierda en Chile, escribió: “las prácticas de la derecha y de la izquierda convergen en una especie de ornitorrinco político que podríamos bautizar como ‘liberal-socialismo’”.

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