Catalizadores del capital social
Uno de los pilares fundamentales para alcanzar el bien común es la confianza social. Este concepto no se refiere únicamente a la confianza que las personas depositan en las instituciones o en el gobierno, sino que también se vincula a la que existe en sus relaciones ...
Uno de los pilares fundamentales para alcanzar el bien común es la confianza social. Este concepto no se refiere únicamente a la confianza que las personas depositan en las instituciones o en el gobierno, sino que también se vincula a la que existe en sus relaciones cotidianas más cercanas. Según Joseph Henrich, en Noruega, 70% de la población confía en los demás, mientras que en Trinidad y Tobago esta cifra es de sólo 5%. En México, de acuerdo con Latinobarómetro, el nivel de confianza social es de 20%.
En regiones como África, Oriente Medio y Latinoamérica, los niveles de confianza interpersonal suelen estar restringidos a pequeños círculos, principalmente familiares. En contraste, en países europeos, la confianza se extiende a grupos sociales más amplios, alcanzando promedios de 60%. En nuestro país, las causas de esta baja confianza son complejas y abarcan factores históricos, institucionales y culturales. Entre los más destacados se encuentran la desigualdad, la corrupción, la violencia, la impunidad, el individualismo y el bajo compromiso cívico.
La confianza social es la creencia en la fiabilidad, integridad y reciprocidad dentro de una comunidad. Este elemento es crucial, ya que facilita la cohesión social, fomenta la cooperación y genera un entorno en el que las instituciones pueden funcionar con mayor eficiencia, y las economías, prosperar. Sociedades con altos niveles de confianza experimentan mayor estabilidad, innovación y desarrollo sostenible, mientras que aquellas con bajos niveles de confianza enfrentan fragmentación, polarización y conflictos constantes.
La confianza social es, en última instancia, un motor para la colaboración. Como señaló Francis Fukuyama, el capital social es clave para permitir la cooperación eficaz. No obstante, cuando este capital es débil, se dificulta la colaboración, y la sociedad se enfrenta a mayores obstáculos para alcanzar el bien común.
En México, los bajos niveles de confianza social crean un ciclo vicioso que afecta diversas áreas: limita la inversión económica, fomenta la informalidad, reduce la participación ciudadana e incrementa la delincuencia y la violencia. Estas consecuencias refuerzan las mismas causas que originaron el problema, agravando la espiral de desconfianza. Si no se interviene de manera adecuada, esta espiral se intensifica, afectando negativamente el tejido social y el desarrollo del país.
Sin embargo, hay ejemplos concretos de cómo se puede revertir esta tendencia. En una reciente conversación con la secretaria de Desarrollo Económico de la Ciudad de México, se comentaba cómo la ubicación de universidades públicas y privadas en ciertas zonas ha propiciado un desarrollo integral que, con el tiempo, ha mejorado la seguridad y fomentado la confianza social. Casos como la Universidad Iberoamericana y la Universidad Autónoma Metropolitana en Santa Fe, o La Salle en Ciudad Nezahualcóyotl, son ejemplos de cómo la educación propicia círculos virtuosos alrededor y puede transformar comunidades. Pienso que el sur de la Ciudad de México se habría desarrollado mucho menos si la UNAM se hubiera ubicado en otra zona.
En la misma línea, un estudio reciente de Andrée Marie López Fernández con otros investigadores concluyó que la formación humanista de una universidad influyó positivamente en sus estudiantes, quienes luego contribuyeron a mejorar la responsabilidad social en sus entornos laborales. Esto demuestra que, aunque a pequeña escala, las acciones locales pueden tener un impacto significativo en el fortalecimiento del capital social.
Ejemplos internacionales como el programa de “ventanas rotas” en Nueva York o las iniciativas de cultura cívica en Medellín demuestran cómo la regeneración de espacios públicos y la promoción de la convivencia ciudadana pueden ser clave para la reconstrucción del capital social. En México, la creciente conciencia sobre la sostenibilidad entre los jóvenes es un claro ejemplo de cómo los cambios culturales pueden influir profundamente en las relaciones entre las personas y su entorno. Hoy, el compromiso de las nuevas generaciones con la responsabilidad social y el medio ambiente es mucho más sólido que hace veinte años, lo que refleja una evolución en los valores compartidos que fortalece la confianza entre los individuos.
El fortalecimiento de la confianza social requiere una serie de acciones fundamentales: consolidar las instituciones democráticas, promover la transparencia, colaboración de lo público y lo privado, combatir la corrupción, fomentar la participación ciudadana, y desarrollar una sólida cultura cívica. Aunque construir confianza no es un proceso rápido, las iniciativas que fortalezcan los vínculos sociales a nivel local pueden generar un efecto dominó con resultados más amplios. Los pequeños avances que logramos en nuestras comunidades pueden multiplicarse y tener un impacto significativo en toda la sociedad. Cada esfuerzo cuenta. Todos podemos ser catalizadores del capital social.
