América Latina: modelos en choque

La asistencia del presidente Enrique Peña Nieto a los funerales de Hugo Chávez despertó especulaciones en diversos medios nacionales seguramente propaladas por voceros oficialistas que buscaban crear un “discurso” sobre el viaje en el sentido de que México está en ...

La asistencia del presidente Enrique Peña Nieto a los funerales de Hugo Chávez despertó especulaciones en diversos medios nacionales —seguramente propaladas por voceros oficialistas que buscaban crear un “discurso” sobre el viaje— en el sentido de que México está en camino a recuperar su liderazgo en América Latina. Sin embargo, después de observar el espectáculo político armado en torno a la sepultura de Chávez, debiera ser evidente que lo que propone el gobierno federal en materia económica hace imposible la pretensión mexicana de lograr ese liderazgo. Las razones son diversas y complejas.

México ha desarrollado un modelo de capitalismo que tiene variantes decisivas con los países importantes de América Latina: Brasil, Argentina, Uruguay, Venezuela, Ecuador. En estos países será imposible que México ejerza algún tipo de liderazgo significativo, precisamente por esas diferencias, en el futuro cercano. En cambio, México comparte visiones similares con Colombia, Chile y Perú. Las diferencias radican en la dirección que tomará el modelo económico. Los países con Brasil a la cabeza han desarrollado un modelo basado en el desarrollo hacia adentro, articulando reglas proteccionistas para las economías internas y fortaleciendo la rectoría del Estado sobre las ramas decisivas de la producción nacional, donde el componente antiestadunidense juega un papel político preponderante. Para lograrlo, han impulsado un gasto social fuerte para reducir la pobreza. Según datos de la CEPAL, han logrado reducir la pobreza significativamente en estos países, mientras en México los logros en esta materia han sido marginales. Sin embargo, no han logrado crear puestos de trabajo perdurables, sino una masa de población dependiendo de los obsequios gubernamentales, con empleos temporales. Venezuela y Brasil refutan el supuesto paradigma de que a menor pobreza, menor violencia. Han reducido la pobreza, pero crece la violencia en las dos sociedades, dramáticamente.

En cambio, el modelo mexicano es aperturista al mercado mundial, con todo lo que aquello implica, inclusive la visible cercanía con Estados Unidos, incluyendo una inmensa población mexicana residente en aquel país. De hecho, los cambios regulatorios que vienen (telecomunicaciones, petróleo, fiscal), más la educativa ya aprobada, son la moneda de cambio para ingresar al TPP (Trans-Pacific Partnership), que es la segunda generación de transformaciones aperturistas a escala mundial. Además, el TPP implica consolidar el bloque comercial y político de América del Norte, e incluirá Chile, Colombia y Perú. La apuesta de este bloque es la de crear empleos perdurables basado en el desarrollo industrial y agrícola sustentable. México exporta hoy más bienes manufacturados que el resto de América Latina en su conjunto, incluyendo Brasil. Esa es la oferta mexicana, contra la apuesta de desarrollo hacia adentro de Brasil, Venezuela, entre otros.

Sin duda hay claroscuros en el proceso. México hoy emprende una campaña contra el hambre que no es más que el reparto masivo de despensas, con la opción de atraer nuevos votantes hacia el gobierno del PRI. Muy parecido a lo que hace el gobierno bolivariano de Venezuela. Parece que el corporativismo no está necesariamente reñido con el aperturismo o el desarrollo hacia adentro, contradictoriamente. Sin embargo, en esencia, son dos modelos de desarrollo del capital que, hoy por hoy, son incompatibles, especialmente debido a la retórica política que los rodea en su formación y consolidación. El discurso antiyanqui del gobierno de Venezuela es un componente más de su modelo económico.

Mientras estos dos modelos perviven, ninguno será líder del otro. Así que la noción de que México está a punto de recuperar su liderazgo en América Latina es notoriamente ilusoria. No debiera nuestro país conflictuarse por el asunto de “liderazgo” en América Latina, sino por lograr que el modelo económico funcione y, así, reducir la pobreza y mejorar el nivel de vida de todos. En última instancia, el modelo que funcione mejor para América Latina es el que dirigirá los destinos del continente.

                *Especialista en análisis político

                ricardopascoe@hotmail.com

                @rpascoep

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