El pasado es nuestro futuro

Los soldados no regresarán a sus cuarteles

Esa lucecita al final del túnel nos lleva a los años en que a los perros se les ataba con longaniza. Las intenciones presidenciales para beneficiar al pueblo bueno, se refugian cada vez con mayor evidencia, no solamente en las contradicciones, sino en la esperanza de volver a un país ubicado en un pretérito a mitad nostálgico y mitad superado.

Como lo hacía el destripador de Londres, vayamos por partes. Los soldados no regresarán a sus cuarteles. Asignados a combatir al crimen, los militares se las arreglaron para fracasar: Los narcos y sus asociados amontonan cadáveres, mutilados y heridos, ya mejor sin contabilizar, y mostrarnos su gran ineficacia. Su premio es múltiple, ahora construyen aeropuertos, vías férreas y todo un tren en la selva maya, sucursales bancarias, controlan aeropuertos, puertos marítimos, aduanas, una refinería y ahora aplican vacunas contra el covid. Están por sembrar aguacates y revivir las tarjetas postales.

Siete de 16 institutos autónomos han perdido sus funciones y hasta su identidad; ocho secretarías de Estado cambiaron sus nombres y funciones para ubicarse en tareas primarias ya ampliamente superadas anteriormente.

Al Banco de México se le quieren restar funciones para dejarlo como una entidad a las órdenes y ocurrencias presidenciales y, lo más reciente, anular la competencia entre compañías productoras de energía para otorgarle de facto, el monopolio a la CFE, cuyo dueño es el señor Bartlett, consejero y, sobre todo, amigo del Presidente.

Detengámonos un momento en esto último. Debido al libre mercado y al desarrollo de las llamadas energías limpias: solar, maremotriz, eólica y nuclear, el costo para el consumidor europeo de electricidad ha descendido en 98.4% en los últimos nueve años, lo que bien podría llevar a que, allá, los servicios eléctricos fueran como la gasolina en los Emiratos Árabes: gratuitos.

En nuestro territorio es al revés, la gasolina es el doble de cara que con los vecinos del norte, ya que les vendemos una mezcla espesa de petróleo y ellos la regresan bien refinada con una ganancia estratosférica. En consecuencia, jugar a tener una refinería en Dos Bocas y utilizar carbón y petróleo (combustóleo) para tener gasolina sucia, tiene un costo enorme y, como colofón, contrario a lo estipulado con el tratado comercial con EU y Canadá.

Todo esto tiene un olor rancio, propio de una estrechez de miras propio de una ignorancia nutrida de prejuicios y de nostalgia de paraísos perdidos o que en su momento fueron irrealizables. Ahí en el pasado es donde se ubica actualmente lo que un día fue La fortaleza y orgullo de México: Pemex. Hoy es la única petrolera que no tiene utilidades, sino pérdidas, en donde la deuda se amontona por miles de millones de dólares. Y se sigue disponiendo de más para disque, rehabilitarla.

Este es el panorama futuro: invertir dinero público en espejismos, adicionar estampas del pretérito y anhelar a tener un nacionalismo que fue abortado por carecer de racionalidad y ofrecer resultados negativos.

Entre tantas flores de ese jardín del recuerdo, tomo una, sólo una:

Al comenzar recientemente la reunión del plan de desarrollo en materia de energía, la senadora por Morena Guadalupe Covarrubias no supo explicar su participación en este foro ni los temas torales. En entrevista alcanzó a medio decir: “Ahorita me voy a enterar y voy a investigar; voy a proponer todo lo que sea bueno para el Estado, todo. No sé, cosas, este… cosas variables; hay mucha variedad…, ¿qué sería? La electricidad, que esto mejore, el internet… tantas cosas”.

No hay duda, el pasado como futuro.

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