Cuidadoras maravillosas

Mi querido viejo: como médico, conozco y admiro a esas personas singulares, hombres y mujeres, que ayudan a quienes tienen problemas por su salud, no pueden caminar, usan muletas o están en una silla de ruedas; su trabajo, agotador, es digno del mayor ...

Mi querido viejo: como médico, conozco y admiro a esas personas singulares, hombres y mujeres, que ayudan a quienes tienen  problemas por su salud, no pueden caminar, usan muletas o están en una silla de ruedas; su trabajo, agotador, es digno del mayor elogio.

Ciertamente, el Día de las Cuidadoras es el 5 de noviembre, y lo celebraremos, pero hoy quiero comentarte algo personal, ya que  cumplo ocho meses de que mi vida cambió para siempre.

Sus ojos verdes me cautivaron cuando vivía el peor momento y estaba totalmente perdido; su amor me redimió y los 37 años que tenemos unidos lo confirman, y tanto nosotros como nuestros familiares y amigos lo comprueban.

Pero al fin de diciembre pasado, un pequeño resbalón en la recámara de nuestro hogar me causó una caída que rompió mi cadera; en medio de un dolor agudísimo e insoportable, Alicia me llevó al hospital en el que permanecí por diez días; la magia y la ciencia de mis médicos permitió que fuera operado, recibiera una nueva cadera, y que antes de Navidad estuviera en casa.

Pero yo era como un bebé, necesitaba ayuda para moverme, para vestirme, para desvestirme, para alimentarme, para asearme, para dormir, y para recibir todos los medicamentos que recetaron mis médicos; era un inválido total, y Alicia se encargó de todo; yo me sentía totalmente incapaz, y ella me cuidó día y noche y me estimuló para que aprendiera a moverme con la andadera, a que usara el bastón, a que aprendiera a bañarme, vestirme, etcétera. Es ella la que me ha llevado a los análisis, las radiografías, las consultas, y es quien compra y ordena los medicamentos que indica el doctor.

A ocho meses de distancia, doy infinitas gracias a mis médicos, los doctores Chicharro, Pérez Coronel, Sánchez Becerril, Saucedo, Criales y Walliser y tantos más, a las enfermeras, camilleros y asistentes que me trataron maravillosamente cuando estaba preso de los mayores dolores de mi vida; estoy aquí gracias a ellos.

Y tengo aún mucho que recorrer: recuperar el peso y la fuerza que una vez tuve, regularizar todo mi organismo, por eso cumplo las indicaciones, y Alicia se encarga de que no falte nada. Mi vida cambió, el amor y el apoyo de mis hijos y nietos, mis amigos y conocidos, pero en particular ella, porque me mantiene vivo, y por eso doy gracias a la vida cada mañana.

Y pienso en esas personas que sacrifican sus vidas para ayudar a quienes tienen problemas y no se pueden movilizar. Pienso que merecen un gran reconocimiento, y quienes lo hacen como trabajo merecen el mejor pago, y quienes lo hacen por amor o por parentesco, también.

Ocho meses, ocho meses inolvidables, ocho meses de enseñanza, de esfuerzo, de cariño y de amor; mi cuidadora mágica, aquí conmigo, sonríe con esa sonrisa que me cautivó hace 37 años.

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