Amor III. El paripé

Elige ser infiel aquel que necesita buscar en alguien más lo que no puede encontrar en sí mismo. Las personas infieles eligen serlo en una búsqueda interna. En esa búsqueda que les permita ser otras versiones de quien se es.

                                Para creerse infiel es preciso creerse amado.

                                                                     Jean-Baptiste Racine

El paripé es el fingimiento, la simulación o el acto hipócrita, hacer el paripé es presumir, darse el tono. La infidelidad es eso: un paripé, un hacer el paripé. Lo concluyo del cúmulo de investigaciones sobre sus tantas aristas. Le diré el porqué de la infidelidad, y le diré también cómo puede calibrarse a quien así decide conducirse, porque el ser infiel es una elección, una decisión consciente que descansa, como toda elección, en la estructura de los cimientos más básicos, en principios, valores y nivel de autoconocimiento.

Nos enamoramos de una persona por lo que esa persona nos hace sentir, nos enamoramos de la persona que nos convierte en una mejor versión de nosotros mismos. Nos enamoramos y elegimos amar a esa persona que nos transforma, que nos inspira, nos motiva, nos respeta, admira y acepta quienes somos. El problema radica en qué tan reales somos en esa transformación, en ese nuevo yo, en esa elección a la que uno se ha comprometido. Y, muchas veces, esa transformación no alcanza a mantenerse en el tiempo, se inhabilita y se entorpece… la razón no descansa en el sujeto del compromiso y tampoco, una vez hecha la elección, en el sujeto de la nueva conquista; la razón descansa en quien elige ser infiel, en quien elige simular y fingir, en quien elige dejar de ser quien es y decide abstraerse de la realidad que no es capaz de enfrentar…

Elige ser infiel aquel que necesita buscar en alguien más lo que no puede encontrar en sí mismo. Las personas infieles eligen serlo en una búsqueda interna. En esa búsqueda que les permita ser otras versiones de quien se es, ante la incapacidad de reflexionar objetivamente sobre uno mismo, lo que realmente desea y quiere para sí y su vida.

El paripé de la infidelidad no surge de la nada, surge de un cúmulo de inestabilidades personales, donde se entremezclan la pulsión, la fantasía y la ambivalencia. Esta alquimia explosiva la podemos sentir todos en algún momento de vulnerabilidad, la diferencia es quién la elige y quién no, y es ahí, mi querido lector, donde le diré cómo puede calibrar a quienes pueden ser más proclives a elegirla.

Todo depende, en primer lugar, del nivel de autoeficiencia, es decir, de la capacidad de superar cualquier obstáculo que se le presente. Segundo, lo relacionado con la dependencia, con la debilidad frente al placer y, con esto, la capacidad que se tenga o no para resolver los déficits personales y el grado de seguridad personal que se posea, así como los grados de ambición. Tercero, los rasgos de personalidad, es decir, su nivel de responsabilidad, su tendencia y apertura a vivir nuevas experiencias y de qué tipo; su nivel de extraversión e introspección; su amabilidad y trato hacia los demás y, por último, quizá el más importante, su nivel de estabilidad y madurez emocional.

Si usted es capaz de observar detenidamente estos aspectos, se dará cuenta si posee mayor o menor inclinación hacia elegir o no la infidelidad… y tenemos que entender que la infidelidad tiene que ver, primordialmente, con la lealtad y el respeto. No se trata del amor, de la pasión desenfrenada ni de las oportunidades que se presenten, se trata de quién es la persona con la que está y si la conoce y se conoce realmente. Uno se enamora de quien uno mismo se convierte amando y se es infiel cuando deja de amarse en esa versión. No, no es el otro. Cuando realmente se trata del otro se da la cara, se habla con la verdad y uno se libera para tomar nuevas decisiones para su mejor bienestar y felicidad, manteniendo la lealtad y el respeto a uno mismo y a los demás. El amor no completa vacíos ni resuelve carencias, el amor complementa el trabajo personal de completarse uno a sí mismo, lo demás es sólo un paripé. Como siempre, usted elige.

  •  

¡Felices amores, felices vidas!

Temas: