La crisis de la pandemia permanece

Los contagios se encuentran en niveles que no veíamos desde junio del año pasado.Se vislumbra cercana la meta, pero esto aún no termina; se toman medidas que pueden echar por la borda lo logrado hasta ahora. Es entendible que en este momento se privilegiela reactivación económica, sobre todo con una inflación anualizada de 6.2 por ciento.

Por Carlos Kenny Espinosa Dondé

El 11 de marzo del 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente que la epidemia causada por contagios del virus SARS-CoV-2 se había propagado a nivel mundial. La primera gran crisis sanitaria del siglo XXI era oficial. Poco más de un año y siete meses después, de acuerdo a cifras oficiales, se reportan más de 243 millones de casos y casi 5 millones de muertes a nivel global. En nuestro país, los números del gobierno hablan de casi 3.8 millones de casos y 286,000 muertes (aunque el exceso de mortandad que se puede adjudicar al virus coloca la cifra cerca de las 600,000).

Después de casi dos años de crisis, Rusia —creadora de la vacuna Sputnik V— presenta sus cifras más altas de toda la pandemia: 35,000 casos y 1,000 muertos al día. México, por su parte, contabiliza 4,400 casos y 300 muertes, diarias. Esto habla de 300 tragedias y zozobra para 4,400 personas. ¿Cuánto vale cada vida perdida? ¿Cuánto vale cada enfermo?

Hay que entender la correlación que existe entre las múltiples crisis: sanitaria, económica, laboral y mental, entre otras. Cada uno de nosotros debe discernir sobre los sacrificios y riesgos que se toman dependiendo de las situaciones personales. Pero esto no quiere decir que bajemos la guardia: los protocolos sanitarios deben seguir en pie hasta que la pandemia ya no sea tal. La burla que ha sido el llamado “semáforo sanitario” ha creado más confusión y escepticismo que seguridad entre los mexicanos, quienes lo interpretan (o no) de una manera aleatoria.

Sí, la vacunación ha aumentado en México. Por lo menos el 54% de la población ha recibido una dosis y el 41.1% tiene el esquema “completo”, aun con el conocimiento actual de que las vacunas que se asumían de dosis única o doble necesitan un refuerzo después de 6 a 8 meses. También sabemos que los índices de éxito de dichas vacunas no garantizan evitar el contagio o muerte, aunque aumentan grandemente las posibilidades de que esto suceda. No es casualidad que la mayor parte de México esté en verde en dicho semáforo. Los contagios se encuentran en niveles que no veíamos desde junio del año pasado. Se vislumbra cercana la meta, pero esto aún no termina; se toman medidas que pueden echar por la borda lo logrado hasta ahora. Es entendible que en este momento se privilegie la reactivación económica, sobre todo con una inflación anualizada de 6.2%, más del doble de lo esperado por el Banco de México. El país no está lejos de un colapso económico, que se vuelve crítico al pensar en los grandes recursos que requieren los programas sociales gubernamentales, al igual que los proyectos insignia del sexenio: un aeropuerto de dudosa operatividad, la construcción de una vía férrea con controversias ambientales y sociales y una refinería anacrónica en tiempos de calentamiento global. Sume usted a lo anterior la gran pérdida de empleos que ha impactado de manera importante a las clases medias, quienes sustentan en gran medida el erario público al ser los contribuyentes cautivos por excelencia.

Los eventos masivos como los partidos de futbol, el fin de semana de la Fórmula 1, los conciertos masivos y reuniones religiosas, familiares, de trabajo y amigos siguen siendo de alto riesgo. Si usted planea asistir, considere que la crisis continúa. La apuesta no es baja: está en juego la salud y la vida de nuestras familias, seres queridos y compañeros de trabajo. Cuando las cifras toman la cara y nombre de alguien que queremos, nos cambia la vida. No podemos normalizar el hecho de que 300 personas estén muriendo diariamente, ya hemos cometido ese error con la violencia producida por el crimen organizado, la corrupción y la impunidad en el país. Hemos aprendido mucho en estos casi dos años de crisis pandémica: de salud pública, medidas sanitarias, protocolos de emergencia. También hemos aprendido lo peligroso y dañino que es tener líderes incompetentes e indolentes para manejar crisis de carácter nacional y mundial; aquellos que privilegian su beneficio personal y político sobre la vida, seguridad y paz de aquellos por los que juraron trabajar.

Tengo esperanza en que saldremos adelante, fortalecidos. Me recuerda a una crisis que duró varias semanas cuando el terremoto del 85 azotó nuestro país. El repudio a la incompetencia de ese régimen, ayudó a terminar en las elecciones con la “dictadura perfecta” de 70 años. Espero, y deseo, que podamos elegir líderes competentes, so pena de repetir el pasado.

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