Logo de Excélsior                                                        

Candidato, cuéntame tu historia… por favor

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Jaina Pereyra*

 

“Bueno, dame un discurso que pueda presentar en el cuarto de guerra”, me dijeron esta semana.

Le he dado muchas vueltas. La simple solicitud evidencia, desde mi punto de vista, lo mal preparados que han llegado a esta campaña, en términos narrativos, casi todos los contendientes.

El que más empeño ha puesto en contar una historia sobre sí mismo, una que lo defina en sus términos y lo blinde de ataques, ha sido Andrés Manuel. Produjo hasta un documental en donde, con los recursos narrativos clásicos, se presenta a través de su historia y sus decisiones. No es una historia falsa, pero es ficticia, porque es incompleta, omisa o exagerada en sus acentos. No es la biografía de una persona, es el cuento de un personaje… tal y como debe contarse en política, de hecho. A López Obrador le ayuda también llevar años, lustros, décadas casi en campaña. Conocemos mucho de su historia, simplemente porque gran parte de ella ha ocurrido frente a nosotros.

Por otro lado, Ricardo Anaya piensa que lo vamos a poder definir a través de sus instrumentos. Verdaderamente quiere ser “el Macron mexicano”, entendiendo esto como un personaje que apuesta por Ted talks y videítos “frescos”, por “town halls” en donde se vea cercano y amable. Es el candidato que firma compromisos (ajá, como los que firmaba Peña) sobre medio ambiente y bonos de carbón. ¡Bonos de carbón!, de todos los compromisos posibles eligieron ese como el primero. ¿Poooor? ¿Hay alguna anécdota en su vida, una historia que explique por qué esa es su prioridad? A saber…

Me imagino perfecto las reuniones en su casa de campaña, viendo videos de lo que hizo Obama, de lo que hizo Macron, de lo que hizo Marco Rubio en países con una realidad tan distinta a la mexicana que hasta la creencia de que hay que copiarlas dice más del candidato que lo que ha querido decir sobre sí mismo. Porque hablar inglés, reunirse con “Merkel”, firmar compromisos con el medio ambiente habla de su campaña, de lo que quiere que digamos de él, pero no habla sobre él.

Ahora bien, José Antonio Meade está en las mismas… o peor. Me da la impresión de que arrancaron muy tarde, que apenas están viendo en dónde se acomodan para hacer campaña. Me da también la impresión de que están muy confiados en que el PRI proveerá: estructura, recursos, plataforma de campaña… y una narrativa sobre su candidato. Pero esto no ha pasado. Me causa mucho asombro cómo el PRI, el partido que perfeccionó la narrativa política en este país, no ha articulado un personaje más allá de que es un hombre capaz.

 “Mi trabajo explica lo que soy y lo que tengo”, dijo el día de su registro. No hay idea más equivocada. Mandar su currículum no es sustituto de contar su historia. ¿Es lo mismo José Antonio Meade que Luis Miranda, por el hecho de que los dos fueron secretarios de Desarrollo Social en este sexenio?¿Eso nos explica por qué es servidor público y no banquero? ¿Por qué pudo trabajar en dos administraciones tan disímiles, bajo liderazgos tan distintos? ¿Por qué quiere ser Presidente?... A mí no.

Y por esto yo no podría dar una propuesta de discurso para ser presentada en ningún cuarto de guerra. Yo no sé qué motiva a estos candidatos. No sé qué los apasiona. No sé las creencias sobre el mundo y la vida que los definen. No sé cuáles son sus errores y sus aprendizajes. No sé qué los hace moverse, enojarse, reírse, enternecerse. Eso sólo lo saben ellos y lo tienen que pensar como primer paso en su campaña. El discurso siempre se construye, primero, a partir de una introspección.

Ya con eso, centenares de asistentes, asesores, especialistas pueden trabajar para contar esas definiciones en sus mejores versiones, con las mejores palabras, con ayuda de los mejores instrumentos. Pero nadie puede venir desde afuera a imponerle ese discurso a ningún candidato. Y, me da la impresión de que en por lo menos dos de estas campañas, es lo que está ocurriendo: el candidato como un muñeco al que hay que vestir, sin preguntarle siquiera qué se quiere poner.

*Experta en Discurso político. Directora de Discurseros, SC.

Comparte en Redes Sociales