Vivir como equipo

Una de las falsedades que, parece, se han convertido en parte de nuestra “sabiduría convencional” es la que señala que no somos buenos para trabajar en equipo y que dar el primer paso para lograrlo ponernos de acuerdo y perseguir los mismos objetivos es muy ...

Una de las falsedades que, parece, se han convertido en parte de nuestra “sabiduría convencional” es la que señala que no somos buenos para trabajar en equipo y que dar el primer paso para lograrlo —ponernos de acuerdo y perseguir los mismos objetivos— es muy complicado.

Sin embargo, no tenemos alguna evidencia real de que nuestro carácter sea propenso a una menor organización que la de otras sociedades o que nuestra forma de ser tienda a separarnos cuando llega el momento de colaborar. Por el contrario, lo que sucedió durante varias décadas fue creer que nuestra solidaridad estaba reservada sólo para las tragedias y que la desconfianza era el único punto de partida para establecer relaciones sociales como sociedad.

¿Qué cambió? Pienso que la idea, un poco llevada y traída, de un “despertar” social tiene un fundamento y a la distancia de esta última década la sociedad mexicana fue ocupando un lugar que se le había negado en las decisiones públicas.

Ese obsoleto acuerdo, que tampoco incluyó a la mayoría de los mexicanos, de que la sociedad podía desarrollarse en una dirección y quienes tomaban las decisiones en otra, terminó por colapsar, porque somos una nación que tiene una historia de convicciones y de principios que no se olvidaron.

Lo que algunos pueden llamar identidad nacional pudieron olvidar que el deterioro institucional de casi 40 años no reflejaba una falta de interés en los temas públicos ni había adormecido el impulso social para generar cambios que mejoraran las condiciones de vida de la mayoría. Claro que tuvo que ver el colapso paulatino de un modelo económico enfocado en la concentración y la desigualdad, mientras la capacidad de trabajo y de productividad de las personas aumentaba sin que eso significara un crecimiento en el ingreso ni en el acceso a las oportunidades. Revisar las horas que se trabajan en México es comprobar que nuestro problema nunca fue de ganas de prosperar, sino de una ausencia de los incentivos para que el ascenso social continuara como lo había hecho hace medio siglo.

En ese mismo sentido, la sociedad mexicana comenzó a organizarse de manera distinta con una misma dirección sobre la idea de país que necesitábamos para detener el retroceso que era evidente, salvo para los grupos de interés que tomaban las decisiones públicas que terminaban afectándonos a todas y a todos.

Pero la realidad es que los ciudadanos ya sabíamos los que nos afecta y cómo podríamos presionar en conjunto para solucionar los principales problemas sociales que padecemos. Ese pensamiento de que no éramos una sociedad que pudiera organizarse mejor se vino abajo cuando nos dieron la oportunidad de hacer esos cambios que eran urgentes.

Como vecinos, mamás y papás de familia, compañeros de trabajo, estamos construyendo un tejido social fuerte que, paso a paso, está dejando atrás esos viejos preceptos en los que era conveniente separar a la ciudadanía del ejercicio del poder público y sólo citarla cada tres y cada seis años a emitir su voto. Hoy es distinto.

Existen tres elementos que tienen en común los grupos, los equipos y las sociedades que alcanzan el éxito económico y social y que se aplican perfectamente a cualquier comunidad.

Los conjuntos eficaces están enfocados en un objetivo y todos sus integrantes contribuyen a lograrlo. Si se trata de uno deportivo, el objetivo es ganar la competencia; pero si es un grupo de vecinos, a lo que podríamos aspirar es a vivir en el edificio o en la calle más limpia, más segura y mejor iluminada de la colonia.

El segundo elemento es que los miembros del grupo son corresponsables. Es decir, saben que deben cumplir con una tarea y tienen un papel fundamental en el resultado. Hacen lo que tienen que hacer, en el momento que se requiere. Una orquesta es el mejor ejemplo.

Y el tercer elemento en común es la adaptación. Todos los equipos que logran sus metas tienen la capacidad de adaptarse a las dificultades y encontrar una alternativa para seguir en la ruta hacia el fin que persiguen. Para cada problema encuentran una solución y nunca piensan que no es posible resolver.

Unir a un grupo alrededor de una meta común no es difícil si somos generosos, escuchamos las propuestas de los demás y vamos hacia el mismo sitio. Así estamos edificando esta nueva sociedad y eso también es una realidad.

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