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Mujeres en el futbol

Luis de la Barreda Solórzano

Luis de la Barreda Solórzano

El futbol no es, como pretenden ciertos intelectuales incapaces de comprender su encanto y nostálgicos de los dogmas de la izquierda más pedestre, el opio del pueblo, sino la frágil alternativa a la tragedia griega, el reto al destino que obliga a salir airoso aquí y ahora —no hay mañana en cada partido— contra los adversarios, las irrepetibles circunstancias y el impredecible azar.

La vida, además de proporcionarnos un sinnúmero de placeres y satisfacciones, también es abundante en acechanzas, desventuras, fracasos, temores y muchas otras complicaciones. Durante un par de horas —aún más si el juego se va a tiempos extra y penaltis— podemos abstraernos de los sinsabores y las tensiones de la cotidianidad sentándonos a paladear lo que el inolvidable Ángel Fernández bautizó como el juego del hombre. Ahora, por fortuna y gracias a las conquistas en la lucha por la igualdad de derechos, es, asimismo, el juego de las mujeres, que ya han logrado tener sus propias ligas y ante la pantalla o en el estadio se divierten y se apasionan tanto como los varones.

Sin embargo, apenas en marzo último 35 aficionadas fueron detenidas por asistir a un partido de futbol en el estadio Azadí, el más importante de Teherán, la capital de Irán. Un día antes, Masih Alinejad, activista por los derechos de las mujeres, pidió a éstas que acudieran al estadio, en el que estaría el presidente de la FIFA, y les pidieran a los hombres que no entraran sin ellas. En las redes sociales varias reclamaron: “Ir a los partidos es un derecho básico”.

En mayo de 2016 una mujer llamada Hanieh se disfrazó de hombre para colarse a ese mismo estadio y ver el juego entre el Persépolis, su equipo favorito, y el Rahahan. “Había dicho que iría al estadio Azadí y estoy aquí”, escribió en Instagram junto a una fotografía en la que aparece en las gradas. En las redes recibió apoyos y amenazas. En tres días su cuenta pasó de tres mil a 20 mil seguidores. Un usuario demandó: “Hay que detener a esa chica que no respeta las normas, ponerla en una jaula y quemarla ante el mismo estadio para dar una lección a todas las mujeres amantes del futbol no sólo en Irán, sino en todo el mundo”.

Una victoria femenina importante se produjo simultáneamente a la derrota de Irán ante España en el Campeonato Mundial de Rusia: las mujeres pudieron entrar al estadio Azadí a presenciar la transmisión del juego. Su presencia se convirtió en un verdadero jolgorio no sólo de parte de ellas, sino de muchos hombres solidarios.

En los partidos del Mundial, además de las peripecias en la cancha, han sido muy gratas las imágenes del público, las emociones exaltadas, la angustia, la euforia, la tristeza, las sonrisas, las lágrimas, la alegría de aficionadas y aficionados, niños y adultos. La FIFA pidió a las televisoras que, para evitar el sexismo, no enfocaran a mujeres atractivas. ¿En qué contribuye esa exclusión a la lucha contra el sexismo? Es una petición absurda. De ser atendida, si en los próximos torneos las cámaras enfocan a cualquier mujer, esa elección significará que el camarógrafo consideró que no es atractiva, o sea ¡que es fea!, lo que resultará ofensivo para la elegida. Las televisoras no querrán que se les acuse, con razón, de ofender a las mujeres. En consecuencia, ¡ya no se podría enfocar a mujer alguna!

Contemplar a una mujer hermosa es un deleite, como lo es contemplar una aurora, un crepúsculo o una noche estrellada, una catedral medieval o un puente sobre el océano. Cancelar la exhibición de su belleza equivale a poner un burka a las mujeres, quienes se arreglan especialmente para las fiestas —les gusta lucir bien—, y el futbol es una fiesta.

 

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