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Ángeles del Apocalipsis

Luis de la Barreda Solórzano

Luis de la Barreda Solórzano

Dios les reveló en sueños, a uno tras otro, que eran sus nuevos apóstoles, los ángeles del Apocalipsis, privilegiada calidad que Él les otorgaba y en virtud de la cual les asignaba la sagrada misión de fundar y dirigir una nueva iglesia en nombre de Jesucristo.

Tres generaciones de ángeles en cuerpo de hombre. Eusebio Joaquín tuvo la revelación divina a los 30 años, en 1926, en la cual Dios le indicó que en adelante se llamaría Aarón, como el primer sacerdote de los hebreos. Una segunda revelación ocurrió en 1943: Eusebio Joaquín debía restaurar la primitiva iglesia cristiana. Lo hizo en 1953, en Guadalajara, para lo cual adquirió 14 hectáreas, en las cuales se formó la colonia Hermosa Provincia y se instauró la Luz del Mundo, que muy pronto contó con numerosos seguidores, todos pobres.

A la muerte de Eusebio Joaquín, en 1964, a los 68 años, la estafeta fue entregada por Dios a su hijo Samuel Joaquín, de 27. Samuel Joaquín nació muerto y su padre le infundió vida haciéndolo superior al resto de los humanos. Bajo su dirección se enviaron misioneros a diversos países para hacer crecer la iglesia. En la década de los ochenta se construyó el actual templo de la Luz del Mundo, que sustituyó al antiguo, el cual había sido levantado en el barrio de San Juan de Dios. El nuevo templo alcanza 80 metros de altura y tiene capacidad para 15 mil personas.

Samuel Joaquín dirigió la iglesia durante 50 años, hasta su muerte, a la edad de 77, en 2014. Lo relevó, asimismo por designio del Ser Supremo, su hijo Naasón Joaquín García. Para entonces la Luz del Mundo aseguraba que tenía cuatro millones y medio de adeptos. Devotos de varios países del mundo acuden cada 14 de agosto a celebrar la Santa Cena.

La Luz del Mundo siempre mantuvo una magnífica relación con el poder político. Sus seguidores asistían a los mítines del partido en el poder en turno y votaban por sus candidatos. El momento culminante de esa relación ocurrió este mismo año, cuando en el Palacio de Bellas Artes, con asistencia de diputados y senadores, se rindió un insólito homenaje a Naasón Joaquín García con motivo de su cumpleaños 50.

La doctrina de la Luz del Mundo sostiene que la Biblia solamente puede ser interpretada por los enviados de Dios, que exclusivamente son varones. Al Apóstol y Ángel del Apocalipsis —sucesivamente Eusebio Joaquín, Samuel Joaquín y Naasón Joaquín— se le considera mediador entre el mundo profano y el mundo sagrado. Sólo a través de él se puede lograr la salvación eterna. Es omnisciente: sabe incluso lo que piensan y sienten los mortales.

Las mujeres de esta religión deben estar subordinadas a los hombres, usar faldas largas hasta los tobillos, no cortarse el cabello, prescindir de maquillaje y aretes, y entrar con velo al templo, en el cual se ubican separadas de los varones. A éstos corresponde ser proveedores de su familia. A unas y otros se les prohíbe fumar, beber, pronunciar palabras altisonantes, acudir a bailes, al cine o al teatro, ver televisión y escuchar música que no sea de su iglesia.

Los feligreses no celebran Navidad ni Semana Santa: las únicas celebraciones autorizadas son la Santa Cena y el cumpleaños del líder. Tienen la capacidad de hablar en lenguas —a las mujeres se les concede ese don más generosamente— porque han recibido al Espíritu Santo, lo que prueba que la suya es la única religión verdadera.

En todos los tiempos han surgido personajes que se han proclamado elegidos de Dios para mostrar a todos la voluntad divina. Eso no es sorprendente. Lo asombroso es que logren el seguimiento incondicional de multitudes. Lo interesante es reflexionar sobre los motivos de esta adhesión absoluta.

Creo que no todos los humanos sienten que la vida es una fiesta y que incluso —por decirlo con las palabras de Jorge Guillén— respirar, sólo respirar, ya es saber, ya es amor, ya es alegría. Hay quienes están convencidos de que éste es un valle de lágrimas en que habitamos los desterrados hijos de Eva, y necesitan, atormentadamente, que alguien les guíe hacia la luz verdadera y les dé la esperanza de que habrá otra vida en la que alcanzarán la plenitud.

Es tan ingente esa necesidad, que muchas veces no exigen en su guía virtudes extraordinarias: se las atribuyen, se las inventan aun a individuos mediocres. En ocasiones incluso a canallas.

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