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Seguridad: los datos del optimismo oficial

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

¿En qué se basa el optimismo oficial respecto a la seguridad pública? ¿Existen “otros datos” para que el presidente López Obrador o el secretario Durazo hablen de normalización o de que existe un punto de inflexión en el combate al crimen? Cuando se abordan las cifras de octubre del Sistema Nacional de Seguridad Pública parece quedar muy poco margen para el optimismo, pero no es que existan otros datos, es que esas mismas cifras en el gabinete de seguridad se están leyendo de otra forma.

¿Qué es lo que ven, por ejemplo, respecto al número de asesinatos? Lo que están observando, y que por alguna razón no han podido explicar a la sociedad es que el alto número de homicidios que se vive cotidianamente está concentrado en realidad en seis, siete estados y que en los demás, sin que exista una situación de normalidad en torno a la seguridad, los números son mucho más manejables.

En los reportes diarios que hace el gobierno federal sí se puede observar esa tendencia. Por ejemplo, el 18 de noviembre pasado, día de puente, hubo 69 homicidios dolosos:
10 de ellos fueron en Guanajuato, 9 en el Estado de México, 7 en Nuevo León, 6 en Baja California, 5 en la Ciudad de México y 5 en Jalisco. Salvo otros 4 en Puebla, el número en los otros estados disminuye drásticamente.
En otras palabras, en 6 estados se concentró el 61 por ciento de las muertes de ese día.

Al día siguiente, el 19 de noviembre, la tendencia fue más marcada. Hubo una cifra mayor de muertes, 101 en todo el día, pero se concentró, el 69 por ciento de ellos, en sólo 7 estados. Nuevamente, el Estado de México tuvo 13 homicidios dolosos al igual que Guanajuato, Baja California 12, Michoacán 11, Guerrero 9, Chihuahua 7 y Jalisco 5. Ese día hubo 12 estados en los que no hubo ningún asesinato.

Si vamos a los días anteriores, 15, 16 y 17 de noviembre, vuelve a presentarse una fuerte concentración en 8 estados del 59 por ciento de los asesinatos. Son nuevamente Guanajuato con 31, Guerrero con 2, Estado de México con 20, Baja California con 16, al igual que Jalisco y Michoacán, la Ciudad de México con 14 y Oaxaca tuvo esos días una explosión de violencia con 13, e inmediatamente después estuvo Chihuahua con 10. En esos tres días hubo cinco estados sin un solo homicidio.

A partir de allí, en el gabinete de seguridad lo que están leyendo es que la violencia y la inseguridad está concentrada.
Los estados de Guanajuato, Chihuahua, Guerrero, Baja California, Jalisco y Michoacán son los que concentran la violencia; el Estado de México y la Ciudad de México aparecen en ese cuadro, pero estiman que el número crece por la población.
El estado con mayor número de muertes por habitante no está en esta lista y es Colima.

Pero, incluso, el gabinete de seguridad lo que ve es un dato más restringido aún: la violencia ni siquiera es generalizada en la mayoría de esas entidades.
Hay casos como Jalisco o Guerrero, donde la violencia sí ocupa buena parte del estado, pero en otros, como Baja California, está confinada a la ciudad de Tijuana, en Guanajuato a un grupo de municipios en disputa entre el Cártel de Santa Rosa y el Jalisco Nueva Generación.
En Chihuahua, las muertes están concentradas en Ciudad Juárez.

El optimismo oficial está basado en esos números y en la convicción de que si operan sobre esos espacios, se podrán revertir las tendencias y la percepción ciudadana.

Tiene lógica. Estuve en estos días en Culiacán, poco más de un mes después de los terribles hechos del 17 de octubre, y la ciudad, además de notablemente próspera, se vivía tranquila y segura. Responsables militares de la zona dicen que luego de la explosión de violencia de aquel jueves, no ha vuelto a haber enfrentamientos ni ajustes de cuentas. La vigilancia es muy amplia y nos aseguran que el sistema de control de los propios grupos criminales también, pero la consecuencia, por lo menos en el corto plazo, ha sido una paz tan marcada como lo era en las semanas previas al 17 de octubre.

Se puede argumentar que es así porque la ciudad está bajo control no sólo de las autoridades, sino también de un cártel hegemónico, en este caso el del Pacífico, pero que en todo caso es preferible esa situación a la de una guerra en las calles.
En todos los estados donde hay picos de violencia es por la lucha interna entre grupos criminales.
El problema de todo esto es que en muchos lugares del país, mucho más en territorios en disputa, esos grupos terminan financiándose expoliando a la población.

Se puede por ende romper la tendencia y mostrar un punto de inflexión operando en esos estados.
La pregunta es, si eso se puede mantener en el tiempo.
Es lo que intentó hacer el gobierno de Peña Nieto y sólo pudo mantenerlo dos años. Luego todo se le derrumbó.
Es una apuesta.

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