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Harris y López Obrador: el componente estratégico

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Si realmente la administración López Obrador lee la situación que vive el país y su proyección estratégica como lo expresa el mandatario en sus mañaneras, habría que concluir que están muy lejos de comprender, por ejemplo, a qué vino realmente la vicepresidenta Kamala Harris a México. Me imagino que la interpretación real es bastante más sofisticada.

La señora Harris lo dejó claro en el tuit que publicó al iniciar su visita: “Nuestras economías están atadas y nuestra seguridad depende una de la otra”. Sin duda, en términos públicos, el gran tema es la migración, donde, además de los aspectos humanitarios, la vicepresidenta Harris fue muy explícita, tanto en Guatemala como en México, de que su país reforzará las medidas de seguridad en su propia frontera. El tema migratorio, en medio del gran éxito de la administración Biden en la vacunación, en el programa de apoyo y en la reactivación económica del país, sigue siendo un capítulo no resuelto y debe cerrar ese flanco este mismo año. Y demanda apoyo de México.

Pero hay otros temas que se pueden desprender de una lectura más cuidadosa de los comunicados públicos. Como ya lo han señalado distintas autoridades estadunidenses desde que hablara al respecto y ante el Senado de su país el jefe del Comando Norte, el general VanHerck, una de las grandes preocupaciones está en la penetración en México de Rusia y China, y también de la forma en que esos países u otros enemigos de la Unión Americana pudieran aprovechar los vacíos que deja el Estado ante la penetración de grupos criminales.

En el comunicado se habla de inversiones estadunidenses en distintos proyectos en el sur del país y, sobre todo, en el Istmo de Tehuantepec. Hay que recordar que existía la intención de que empresas chinas tuvieran una fuerte presencia precisamente en el proyecto interoceánico del Istmo.

En términos geopolíticos, ese tipo de presencia sería inaceptable para Estados Unidos. Incluso los acuerdos Torrijos-Carter, sobre el canal de Panamá, que dejaron bajo la absoluta administración del gobierno panameño el canal desde 1999, establece que, en caso de una guerra o desafíos graves a la seguridad nacional de Estados Unidos, este país puede retomar el control del canal en cualquier momento. Cuando el gobierno de Daniel Ortega, en Nicaragua, se propuso construir con empresas chinas un nuevo canal que cruzara del Pacífico al Caribe por ese país, Estados Unidos operó en forma muy dura y transparente para impedir la obra.

No es diferente con el interoceánico que propone el presidente López Obrador. Con un agregado que no es nuevo y que está en la mesa desde hace décadas: la construcción de ese corredor, si está bien realizada, sería, en los hechos, una frontera sur artificial que permitiría tener un control migratorio y de seguridad que hoy no puede ofrecer la frontera sur geográfica, una de las más porosas del mundo. Invertir en ese proyecto, desarrollar inversiones allí que beneficien, sobre todo, a Chiapas, Oaxaca y Tabasco, con una vía de comunicación eficiente y con empresas productivas, sería, en los hechos, el más importante proyecto estratégico, de seguridad nacional y regional, que pudiera dejar la administración López Obrador, infinitamente más importante que el Tren Maya, Dos Bocas o el aeropuerto Felipe Ángeles. ¿Se entenderá la magnitud, lo que ello en realidad implica y requiere?

Otro tema que está en la declaración conjunta y que se debe leer con atención es el referente a las bandas criminales. Dice el texto que: “Los dos países acordaron establecer un grupo operativo especializado en combatir el tráfico y la trata de personas a través de una metodología que busca compartir información e inteligencia, a fin de identificar, interrumpir y desmantelar redes de contrabando de personas en México. Asimismo, acordaron llevar a cabo una reunión de alto nivel sobre cooperación en materia de seguridad, con fecha aún por definir”. Esto implica dos cosas: primero, que, si se quiere “identificar, interrumpir y desmantelar las redes de contrabando de personas” se tendrán que tomar esas mismas medidas contra los grupos del crimen organizado en general, porque la trata de personas es una parte medular de las organizaciones criminales en el país, y no es un fenómeno ajeno a ellas.

La línea final, respecto al establecimiento de una reunión de un grupo de alto nivel para la cooperación en seguridad, confirma que la colaboración en ese ámbito aún no está establecida y requiere, en nuestro caso, hay que insistir, de una reconfiguración con visiones de corto, mediano y largo plazos de nuestra estrategia de seguridad, hoy tan endeble.

La administración Biden le está proponiendo, con éstos y otros puntos (colaboración económica, laboral, ambiental), al presidente López Obrador que, como país, nos confirmemos en el que es nuestro destino económico, social y geográfico y del que, en ocasiones, dudamos o simplemente nos negamos a abordar, que es la plena integración de América del Norte como un espacio, una región profundamente integrada para competir en el mundo del futuro. A entender, como escribió Harris, que “estamos atados y que dependemos unos de los otros”. No sé si la actual administración está convencida de dar ese paso.

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