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Frontera, narco, energía, más allá de Trump

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Uno de los temas que se esconden detrás de las amenazas de Donald Trump respecto al castigo arancelario para México y que va de la mano con su intento de reelección presidencial es que, en febrero, con los aranceles que el propio Trump impuso a las importaciones chinas, México se convirtió en el primer exportador a la Unión Americana.

Los analistas consideran que ésa no es una simple reacción coyuntural, sino que México puede ser uno de los grandes beneficiarios de una guerra comercial como la que están comenzando a escenificar China y Estados Unidos. No sólo en términos de exportaciones de distintos productos, sino también porque en ese contexto distintas empresas asentadas en China están comenzando a considerar mover sus plantas a México, donde, además, de la cercanía con el mercado estadunidense, el salario ya está siendo menor que en algunas grandes ciudades chinas.

Esa posibilidad existe, es una realidad y ello puede explicar también la cautela presidencial en las respuestas a Trump.

Obviamente, esa posibilidad de ser el beneficiario de la guerra comercial con China se frustra si México, a su vez, se embarca en una guerra comercial, o siquiera dialéctica, con la Unión Americana, por más desagradable que nos pueda caer Trump.

Pero tampoco alcanzará con esa cautela si no se toman medidas internas muy firmes y claras. Ayer mismo señalábamos dos de ellas. México no puede seguir teniendo una frontera sur tan desprotegida. Hoy no hay el más mínimo control fronterizo, pasan caravanas, no tenemos identificados a quienes entran, es más fácil cruzar el Suchiate que un canal de Xochimilco. No es porque lo diga Trump, es porque eso pone en riesgo nuestra seguridad nacional, interior y pública.

En algunos estados, como en Chiapas, esa situación se ha convertido ya en una bomba de tiempo. No es una tarea fácil, pero debe emprenderse ya: no se trata de cerrar la frontera, pero la entrada debe ser individual y cada persona debe tener, por lo menos, una identificación que permita establecer algún tipo de control, como lo hace cualquier país del mundo.

Otro punto es el del narcotráfico. Es verdad que el origen de la crisis de los opiáceos en Estados Unidos son las medicinas prescriptas por el sistema médico, tanto como es verdad que una buena parte de la heroína que se consume en ese país proviene de México, y que las drogas sintéticas, como el fentanilo, provienen de China e ingresan por Canadá y por México y nada de eso se solucionará con la imposición de aranceles. Pero sí podemos tener una posición más firme contra los narcotraficantes. Hoy existe duda, confusión, sobre cuál es la posición del gobierno luego de que declaró el fin de la guerra contra el narcotráfico. Y esa duda llega incluso a quienes deben combatirlo. Y no hablemos de la seguridad cotidiana: sin ella todo se torna más difícil. Y la inseguridad ha crecido mes con mes.

Pero también es necesario definir con mucha mayor claridad nuestra política económica. Hoy los inversionistas están paralizados por la incertidumbre. La administración federal tiene un doble o triple discurso en el que un día invita a la inversión, al otro la restringe, luego quiere que se invierta en los proyectos que ellos quieren, pero cancelan los que le interesan a los inversionistas.

Hay temas paradigmáticos: el aeropuerto de Texcoco (no se puede obviar) es uno de ellos: un aeropuerto de esa magnitud era imprescindible para aprovechar las ventajas comparativas de nuestra inserción global. No era una obra faraónica, era una infraestructura básica imprescindible. Santa Lucía no puede compensar ni remotamente la pérdida.

El otro tema es nuestra principal ventaja comparativa: la energía. México no podrá crecer más porque no tendrá energía suficiente y barata como para sostener ese crecimiento.

Ningún país medianamente desarrollado apuesta a generar desde el sector público la mayor parte de su energía, ninguno está apostando al carbón en lugar del gas, ninguno se opone al fracking cuando tenemos enormes reservas de gas natural que podrían ser liberadas.

Nadie invierte sus recursos en refinerías, cuando tenemos refinerías subutilizadas y cuando del otro lado de la frontera hay una oferta enorme de refinerías que se pueden contratar o comprar a un precio infinitamente menor. Estamos teniendo una política energética de principios del siglo XX para afrontar la segunda mitad del siglo XXI. Así no aprovecharemos la oportunidad que se abre con la guerra comercial con China. Y todo eso trasciende las locuras y los aranceles de Trump.

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