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Elecciones en EU: la revancha del trumpismo

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Para mi amigo y director Pascal Beltrán del Río,
con un abrazo solidario.

 

Las elecciones de mañana en los Estados Unidos cambiarán el escenario político y harán muy difíciles los dos siguientes años de la administración de Biden, que, además de ya no contar con mayoría legislativa propia, será atosigada por la campaña adelantada que desde el próximo 14 de noviembre lanzará Donald Trump. Vienen dos años marcados por una polarización que ese país no sufría desde la guerra civil en el siglo XIX.

¿Por qué los analistas están vaticinando un triunfo amplio del partido republicano? Porque han logrado arrebatar la agenda electoral a los demócratas. Biden y los demócratas han girado en la campaña en torno a dos temas, el proceso contra Trump y el peligro que corre la democracia, por una parte, y los derechos sociales y –sobre todo– el aborto, por la otra.

Luego de la decisión de la Suprema Corte conservadora de acabar con el derecho consagrado por la sentencia Roe vs. Wade, que había declarado legal el aborto en 1973, éste ha sido ilegalizado en varios estados. Eso dio a los demócratas una agenda, sobre todo con las mujeres, e hizo fluir mucho dinero a la campaña del partido.

Pero muy pronto ese tema quedó opacado por tres razones: primero, porque el efecto de esa decisión de la Corte no se sintió en los estados que ya gobernaban los demócratas en las costas este y oeste, que tienen una política mucho más liberal, pero lo que sí sucedió es que, siguiendo una tendencia que se ha agudizado en los últimos años, muchos electores latinos (y también afroamericanos) de mayor edad se han ido volcando hacia los republicanos. El peso de la cultura y las iglesias, en ese sentido, parece haber sido tan importante como el hecho de que la comunidad latina quiere la legalización de sus hijos, los llamados dreamers, pero cada vez más se oponen a la nueva migración ilegal y eso los lleva a votar por los republicanos. Hace ya tiempo que el voto latino no es exclusiva ni determinantemente demócrata y eso se está reflejando como nunca antes en estos comicios.

En toda esta historia los sectores más izquierdistas del propio partido demócrata tampoco ayudan. Fueron muy eficientes en la oposición a Trump, perfiles como los de la joven representante demócrata por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, pero luego, a la hora de gobernar, no fue fácil poner de acuerdo en el Congreso a ese grupo con la agenda más moderada de Biden e incluso algunos temas extremadamente radicales, como los relacionados con la educación, la sexualidad y la seguridad, provocaron un rechazo de los moderados dentro del propio partido.

Las divisiones internas también le impidieron a Biden sacar mucho más rápido su programa de recuperación económica, que, cuando se pudo poner en marcha, se topó con un proceso inflacionario que se convirtió en el principal punto de apoyo de la campaña republicana.

Los dos partidos invirtieron de forma muy distinta: los republicanos se concentraron en los distritos y estados controlados por los demócratas, dándoles la pelea con agendas conservadoras, enarbolando el tema de la inflación y la migración, obligando a éstos a concentrar esfuerzos y recursos en estados que pensaban que tenían seguros y ahora han visto que no es así, y distrayendo, por ende, esos recursos de distritos y estados republicanos como Texas o Florida.

Es un tema de agenda: ¿qué es lo que piden los electores republicanos e incluso los independientes? Que se haga algo con la economía y la inflación, que se haga algo con la inmigración y con el crimen (un tema que los republicanos han explotado al máximo ante la demanda de sectores radicales demócratas que insisten en quitar recursos a las policías y que ha llenado, por ejemplo, las pantallas de Fox News durante los últimos meses, ligándolo directamente con la migración) y que, como dice un consultor electoral al New Yorker, “los hombres no tengan por qué participar en los deportes femeninos o, por lo menos, que no actúen como imbéciles en los temas de género”. Otro tema que, por la forma en que fue llevado, ha refrendado el voto demócrata de los sectores de mayores ingresos y estudios, pero que los ha alejado dramáticamente de los sectores trabajadores, sindicales y latinos de menores ingresos y educación.

Como si fuera poco, se ha sumado otro factor: los estados del sur del país están viviendo un notable auge económico: Arizona, Texas y Florida están creciendo en forma sustancial, con todo tipo de inversiones y con impuestos mucho más bajos que California o Nueva York. El discurso de los republicanos en esos estados, sobre todo en Texas y Florida (y Arizona, que pueden recuperar) es sencillo: aquí la economía crece, no se aumentan los impuestos, los ingresos fiscales se incrementan por el crecimiento de la economía y con esos recursos se pueden asumir medidas populares. A sus electores les importa poco, en ese contexto, qué tan conservadores o trumpistas sean los gobernadores Abbott o De Santis. La prosperidad es más atractiva.

En su primera elección intermedia, Obama perdió 60 escaños en la Cámara de Representantes, pero Obama seguía siendo un presidente popular, lo que le permitió ganar con relativa facilidad su reelección. Biden no es popular, sus políticas pueden ser muy ambiciosas, pero no terminan de ofrecer resultados concretos y su partido está dividido y con una agenda que no llega a los electores de menores ingresos. Todo eso estará en juego mañana en la Unión Americana, y con ello el futuro de la relación de México con los Estados Unidos: porque todos estos temas nos involucran.

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