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El avión iraní-venezolano y la conexión México

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Días atrás decíamos aquí que la verdadera preocupación de las fuerzas de seguridad de Estados Unidos y más particularmente del Comando Norte de la Defensa de la Unión Americana, era la posibilidad de que el territorio mexicano, ya sea por el fenómeno de la migración o del narcotráfico, pudiera servir como base para ataques, de cualquier tipo, contra ese país de sus principales adversarios, como China o Rusia. El problema es cuando a esos fenómenos se suman políticas o indiferencias gubernamentales.

Hace una semana, un avión Dreamliner de una empresa de carga venezolana partió del aeropuerto de Querétaro hacia la ciudad de Córdoba, en Argentina. Supuestamente llevaba repuestos de automóviles. El problema se presentó cuando, antes de aterrizar en esa ciudad argentina, se descubrió que ese avión, registrado por la empresa Emtrasur, en realidad había sido de la Guardia Revolucionaria (GR) Iraní, considerada una organización terrorista por Estados Unidos, estaba reportado como tal, no podía volar en territorio americano y ya había sido denunciado, apenas el 13 de mayo pasado, cuando hizo un vuelo similar en el que llegó a la llamada Triple Frontera, uno de los lugares de menor control en términos de contrabando, tráfico de armas, drogas y gente del continente americano, donde hacen frontera Paraguay, Brasil y Argentina.

Según las autoridades paraguayas que hicieron la denuncia pública avalada por el gobierno de Estados Unidos, en ese viaje, unos 19 tripulantes, la mayoría de ellos venezolanos, pero unos siete iraníes habrían transportado cigarros, tabaco ilegal, según investigaciones posteriores. Comenzó a llamar la atención por las características del vuelo, por la muy numerosa tripulación venezolana e iraní, más del doble que la habitual, que no participaron en absoluto en el desembarco de la carga y porque literalmente desaparecieron durante los dos días que estuvieron en Paraguay. Las autoridades de ese país se comunicaron con las de Estados Unidos y descubrieron que el avión había pertenecido a la Guardia Revolucionaria, que estaba boletinado y que no podía volar. También descubrieron que el piloto era un comandante en activo de la Guardia Revolucionaria. Pero el avión ya había partido, según su hoja de ruta rumbo a Aruba, pero poco tiempo después de despegar, desconectó los transpondedores para que no se le pudiera seguir el rastro.

Apareció tres semanas después en Querétaro. Llama la atención que las autoridades mexicanas, teniendo el avión boletinado, lo hayan dejado aterrizar y operar en el país, lo mismo que a su tripulación. Aquí supuestamente recogieron autopartes (aunque las primeras investigaciones, en Argentina, dicen que los fabricantes han desmentido que se trate de productos suyos) para llevarlas a Argentina. Cuando llegaron a ese país, al avión boletinado no se le proporcionó combustóleo y quiso partir nuevamente hacia Paraguay o Uruguay. Esos países le negaron la entrada y terminó en Buenos Aires. Iban en ese vuelo 14 venezolanos y 5 iraníes, incluyendo el mismo piloto que fue identificado como comandante de la Guardia Revolucionaria. Todos permanecen retenidos, lo mismo que el avión en Buenos Aires. Ayer, en el hotel en que se alojan, se registró un fuerte operativo en su habitaciones. Los agentes salieron de ellas con varias cajas de documentos.

La preocupación en Argentina es mayor porque agentes iraníes realizaron el 18 de julio de 1994 un atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en pleno Buenos Aires, que dejó por lo menos 80 muertos y más de 300 heridos. Fue el mayor ataque contra la comunidad judía fuera de Israel, cometido desde la Segunda Guerra Mundial. Una investigación tortuosa que duró años, se terminó descubriendo que habían sido agentes de Hezbolá apoyados por la Guardia Revolucionaria, quienes cometieron el atentado. Años después, el fiscal argentino Alberto Nisman denunció a la presidenta, ahora vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de haber negociado con Irán, una suerte de acuerdo para no perseguir a los responsables del ataque a cambio de un convenio económico. La noche anterior en que el fiscal Nisman iba a presentar toda la información, ante el pleno del Congreso, en enero de 2015, apareció muerto en su departamento, se dijo que había sido un suicidio, pero las investigaciones establecieron más tarde que había sido asesinado.

El gobierno de Irán, una vez develado por la inteligencia estadunidense el nombre del principal organizador del atentado, que murió en él, lo homenajeó con un lugar especial en el cementerio de héroes de la República Islámica y designó con su nombre una calle de Teherán. El caso tanto del atentado a la AMIA como de la muerte del fiscal Nisman siguen abiertos y sin mayores avances.

Las preguntas son cada día más y pueden convertirse en un escándalo internacional donde, como casi siempre en los últimos tiempos, el gobierno mexicano parece ignorar sus consecuencias. Lo cierto es que ese avión boletinado desde tiempo atrás y con un aviso internacional despachado apenas un mes antes, estuvo en México, con sus pasajeros originales, incluyendo un comandante de una organización considerada terrorista como la GR de Irán y otros cuatro miembros de la misma. Transportó productos que la empresa fabricante niega haberles vendido. Están, avión y tripulación, detenidos en Argentina y comienzan a develarse lazos con otras operaciones.

Si casos como la relación con Venezuela e Irán, a través de personajes como Alex Saab, testaferro de Nicolás Maduro y con fuertes negocios en México, detenido, cuando viajaba entre Venezuela e Irán y ahora extraditado a Estados Unidos, era tóxica para México, el caso del misterioso avión iraní se convierte en francamente peligroso.

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