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Coronavirus y migrantes: el desafío de la realidad

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

La llegada del llamado coronavirus de Wuhan, el lugar donde surgió en China, es una doble mala noticia, primero, por el hecho en sí mismo, pero también porque nos encuentra con las defensas bajas, con el sistema nacional de salud viviendo una crisis derivada de su transformación y con poca claridad sobre hacia dónde debe ir. Y con un tercer elemento disruptor: esa crisis llega a las fronteras, el primer caso se ubicó en Reynosa, Tamaulipas, donde crece la población de migrantes provenientes de todas partes del mundo y donde las políticas sanitarias son, a todas luces, insuficientes.

Tanto en la frontera sur como en la norte hay migrantes centroamericanos, pero también cubanos, haitianos, de la India, africanos de distintos países, pero, sobre todo, del Congo, árabes y libaneses, entre otros. Las autoridades, en muchos casos, no saben siquiera quiénes son y mucho menos sus historiales clínicos. Viven en situaciones muy precarias y han aparecido en esas comunidades enfermedades que no existían o que estaban erradicadas en México. Lo que sucede en las fronteras, hay que insistir en ello, más allá de las presiones reales de la administración Trump, es un desafío de seguridad nacional para México y así debe ser entendido.

La decisión original del gobierno, expresada por el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, de tener fronteras abiertas era insostenible. No hubo durante meses el más mínimo control fronterizo, pasaban caravanas, no se tenía identificados a quienes entraban, era más fácil cruzar el Suchiate que un canal de Xochimilco. Se debía cambiar la política migratoria no sólo porque lo dijera Trump, sino porque se ponía en riesgo nuestra seguridad nacional, interior y pública.

La llegada de migrantes, a pesar de las medidas adoptadas, no se ha detenido. En algunos estados, como en Chiapas, esa situación se ha convertido ya en una bomba de tiempo. No es una tarea fácil, pero debe emprenderse ya: no se trata de cerrar la frontera, pero la entrada debe ser individual y cada persona debe tener, por lo menos, una identificación que permita establecer algún tipo de control, como lo hace cualquier país del mundo.

Lo grave es que los problemas comienzan a acumularse. Estamos preocupados por el coronavirus chino con toda razón. Recordemos, por ejemplo, lo sucedido con el H1N1, con los costos económicos y humanos que provocó en 2008. Son pandemias que vienen de fuera. Pero no es ésa, ni remotamente, la única amenaza sanitaria que enfrentamos: es particularmente preocupante, en este sentido, la falta de control sanitario de migrantes provenientes, sobre todo, de África, donde existen enfermedades que no han llegado nunca a nuestro país, ni siquiera a la región, como el évola u otras altamente contagiosas. No se trata de amarillismo o de una forma solapada de racismo, es una realidad. No se trata tampoco de cerrar fronteras o de acabar con la migración, lo que no es deseable ni posible, sino de individualizarla, de contar con espacios definidos para ubicar a los migrantes y definir, en ese sentido, tanto su situación de seguridad como sanitaria.

Hay más de cinco mil migrantes africanos, sobre todo en la zona de Tapachula, pero también en la frontera norte, que vienen del Congo, Mauritania, Togo y otros países, viven en campamentos y tienen constantes enfrentamientos con los miembros del Instituto Nacional de Migración y la Guardia Nacional porque no pueden avanzar hacia Estados Unidos y tampoco aceptan recibir refugio o asilo en México. En muchos casos es imposible conocer sus verdaderas identidades, luego de que han pagado miles de dólares para trasladarse desde sus países a otras naciones (Nicaragua, Brasil) y desde allí tratar de cruzar por México hacia Estados Unidos. Hay miles que provienen de todos los países de Centroamérica donde las caravanas son impulsadas por organizaciones humanitarias e iglesias, pero también por grupos políticos y delincuenciales bien identificados.

Más allá de que las imágenes que muestran a elementos de la Guardia Nacional persiguiendo a migrantes que están cruzando el Suchiate no son precisamente las que en México y el mundo deseamos ver, el hecho es que no se puede permitir un ingreso masivo y sin control de personas al país. Es una tragedia, pero también un desafío para cualquier Estado.

 

DAVOS

La ausencia de México en Davos es lamentable. Se repite lo del G20 y otros encuentros internacionales, se abandonan espacios y, con ello, se pierden oportunidades de inversión, diplomáticas, de presencia e influencia. Hoy, en el mundo tenemos cada día menos peso y mayor subordinación a Estados Unidos. La función de un Presidente también es representar e impulsar internacionalmente a su país.

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