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¿Regreso a clases?

Javier Aparicio

Javier Aparicio

Esta semana se anunció que el ciclo escolar 2020-2021 iniciará el próximo 24 de agosto bajo una modalidad a distancia, con el apoyo de diversas empresas para impartir clases mediante televisión abierta. El regreso a clases en modo presencial sólo ocurrirá cuando el semáforo epidemiológico de cada entidad esté en color verde, lo cual no se sabe a ciencia cierta cuándo ocurrirá.

El dilema que enfrenta la educación tanto pública como privada en México es similar al de muchos otros países con similares niveles de desarrollo y desigualdad. El primer hecho fundamental es que la pandemia tendrá un impacto de largo plazo en la educación mucho mayor al de otras crisis. Como sabemos, las interrupciones en el ciclo escolar o las diferencias en la calidad de la enseñanza pueden tener repercusiones significativas en los estudiantes a lo largo de sus vidas: la crisis pandémica no será la excepción.

Por un lado, buscando el lado positivo, la pandemia obligará a flexibilizar los esquemas tradicionales de enseñanza y adoptar nuevas tecnologías en los planes de estudio. Y, al igual que en muchos ámbitos laborales, estos nuevos esquemas llegarán para quedarse. Hoy mismo, algunos estudiantes pueden aprender más cosas con internet desde sus casas de lo que suelen aprender en el salón de clases con la enseñanza tradicional. Sin embargo, estas oportunidades potenciales no están disponibles en todos los hogares por igual. Por otro lado, las ventajas de la enseñanza presencial no deben pasarse por alto: la riqueza de las discusiones en clase, una mayor comunicación no verbal, las ventajas del trabajo en equipo y la socialización se suelen fortalecer en las aulas. En más de un sentido, los salones de clase pueden proveer una especie de cancha pareja para estudiantes de diferentes contextos sociales: un mismo profesorado, una misma infraestructura, acceso a bibliotecas, actividades colectivas, etcétera.

Pero cuando la enseñanza se concentra en los hogares, esas ventajas desaparecen y, por el contrario, la cancha se vuelve sumamente dispareja: los estudiantes de hogares con mayores recursos económicos y tecnológicos, y con un mayor apoyo familiar, podrán sacar un mayor provecho de la educación a distancia. Algunas de estas diferencias ya son palpables al comparar escuelas públicas con privadas —aunque no debe confundirse el efecto de las diferencias entre hogares con las diferencias entre tipos de escuelas propiamente dichos—.

Un gran número de especialistas ha señalado que la pandemia exacerbará las brechas socioeconómicas en la educación. La llamada brecha digital también puede ensancharse con la educación a distancia, toda vez que el acceso a internet y las nuevas tecnologías están fuertemente relacionados con el estatus socioeconómico de los hogares, o incluso de los docentes mismos. En muchos casos, una computadora no puede ser suficiente para cubrir las necesidades de educación de hijas e hijos, por un lado, y del trabajo remoto de madres y padres, por el otro.

Otro aspecto preocupante será el impacto diferenciado de la crisis entre distintos grupos de edad. La educación a distancia puede resultar más conveniente para estudiantes universitarios o de bachillerato, quienes ya cuentan con ciertas habilidades básicas de lectura y razonamiento, que para estudiantes de educación básica—donde las diferencias en la calidad de la enseñanza impartida y recibida pueden tener un impacto mucho mayor—. Algunos de los más jóvenes quizás estén ya más acostumbrados al uso de ciertas tecnologías, pero, como ya se dijo antes, la brecha digital es inexorable.

Sea cual fuere la modalidad de educación a distancia que se adopte en escuelas públicas o privadas, es un hecho que ésta también afectará la reincorporación de los adultos a las actividades productivas. En el mejor de los casos, padres, madres e hijas(os) trabajarán y estudiarán desde casa. Pero, en muchos casos, el que los menores no puedan regresar a las escuelas tendrá un mayor impacto en la participación laboral de las mujeres.

Una generación completa de estudiantes sufrirá un rezago de mayor o menor medida en la educación que recibirá este año y el siguiente. El costo social de este rezago lo conoceremos mejor más adelante, pero es claro que la educación de calidad es una de las mejores formas de superar la pobreza. Frente a la magnitud del reto, lo anunciado esta semana deja mucho que desear.

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