Logo de Excélsior                                                        

Influyentismo para salir del arrabal

Fernando Islas

Fernando Islas

 

 

Octavio Paz llamó a Renato Leduc, a manera de elogio, poeta del arrabal. Irónica y divertida, la obra literaria de Leduc, también periodista bohemio, contiene una espiral de “malas palabras” con la que traza variopintas escenas de la marginalidad. Va un fragmento, creo, ligero: “No enturbies, señora, la luz de tus ojos / No llores, señora, porque el llanto afea / y el riñón inunda de hirientes abrojos / pues quien mucho llora muy escaso mea / Si fue por tus hijos cesa ya tu llanto / Si fue por tu amante, con mayor razón… / Llorona, la muerte nunca es para tanto / y hay que hacer de tripas —dicen— corazón”.

La noche del jueves, el municipio de Putla Villa de Guerrero, Oaxaca, irrumpió en las redes sociales cuando circularon por ahí unos dichos del excanciller Jorge Castañeda, quien, a propósito de la presencia de médicos cubanos en México para combatir el covid-19, se refirió a Putla como un “pueblo horroroso” y “arrabalero”, en un programa de televisión del 15 de junio. Así de extemporáneos pueden ser los reclamos. ¿Recuerda usted el caso de Marcelino Perelló, QEPD, que perdiera su espacio en Radio UNAM por unos lamentables comentarios misóginos difundidos días después de emitidos?

Renato Leduc pasaba las noches en sitios a los que, se supone, ningún perfumado iba ni por error. En esta ocasión, Jorge Castañeda no se salvó de los calificativos clasista y racista, justo en días en que el efecto George Floyd ronda en cada esquina.

Hay gente a la que ciertamente le parece horroroso Monclova en verano (o en cualquier estación del año), particularmente porque parece que uno camina dentro de un horno gigante. Hay otra que sencillamente prefiere las playas de Brasil a las del Pacífico mexicano para vacacionar. Ni hablar. Nadie está obligado a hablar bien, si no le gusta, de Teotihuacán o del David, de Miguel Ángel, pero las palabras de Castañeda tuvieron un efecto doble. Por un lado, calificó de horroroso un pueblo oaxaqueño del que tuvo que “rescatar” a su hija cuando fue a realizar su servicio tras terminar medicina en la UNAM. Por el otro, recordó que gracias a Diódoro Carrasco (¿como gobernador de Oaxaca o cuando fungía como secretario de Gobernación) “la pudimos mandar a otro pueblo un poquitito menos horroroso” que Putla. En resumen, el influyentismo para salir del arrabal.

Castañeda, hombre inteligente, resbaló. De hecho, enterró sus propias consideraciones durante el programa, atendibles, sobre si estos cubanos son “simplemente médicos o médicos militantes”, que, además, están “sujetos a un régimen que ningún médico mexicano de izquierda o no de izquierda, morenista o no morenista, aceptaría para sí”. Asimismo, los llamó “soldados de la Revolución con bata blanca”, lo que tiene sentido. Pero resbaló. Nada fuera de lugar para alguien cuyo exjefe dijera que en Estados Unidos hay trabajos “que ni los negros quieren hacer”.

Corren días delicados en cuestión discriminatoria. El propio Ejecutivo manifestó no saber de la existencia del Conapred luego de que un supuesto cómico fuera invitado a uno de sus foros y después, suspendido de su programa de televisión. ¿Censura presidencial? El escritor Juan José Reyes tuvo una visión amplia para referirse al asunto: “Lo cierto es que el señor Chumel no hace favor alguno a los que están en contra del régimen. El descaro no merma la tontería y muchas veces la potencia y la torna repulsiva. Tener ocurrencias no es tener ideas ni gracia siquiera”.

Cuando Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, dijo aquello de que “se las metimos doblada”, se le fueron encima porque, afirmaban sus críticos, un funcionario cultural debe o debería comportarse de tal o cual manera. ¿Cómo habría de dirigirse, entonces, un exsecretario de Relaciones Exteriores en un programa de opinión?

El lenguaje es, para bien y para mal, un arma poderosa, pero el sentido común resulta excepcional. Al final queda una sola certeza: si así se expresan en público, ¿qué tanta cosa horrorosa no dirán en privado?

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Fernando Islas