Logo de Excélsior                                                        

Fábulas de la combi

Fernando Islas

Fernando Islas

 

Se lo escuché a Porfirio Muñoz Ledo hace más de 20 años: “Uno de los graves problemas de México es la impunidad”. El crimen no tiene castigo. Es la constante en la mayoría de los casos. Lo mismo para los delincuentes de cuello blanco que para los rateros que se suben a esas combis de decenas de rutas del Estado de México y quitan a sus pasajeros lo poquito que llevan, celulares, bolsos, mochilas de estudiantes y unos cuantos billetes, y despojan al chofer de la moralla, como si fueran a aventar bolo.

Pero los hay híbridos. Hay gente con altos sueldos que cuando se largan de sus trabajos, por incompetentes o por manejos comprometedores de dinero, se llevan hasta los lápices. Es decir, aparte de ladrones y estafadores, miserables. ¿Cuántas comidas, cenas y demás eventos VIP fuera de norma le habremos pagado a los Lozoya, a los García Luna, et al, durante su etapa de servidores públicos, con el manejo discrecional del Clasificador por Objeto del Gasto, el instrumento presupuestario de la Secretaría de Hacienda?

En los años 80 salieron unos señores con pretensión de crear un sindicato de revendedores de boletos para espectáculos artísticos y deportivos, es decir, querían la Toma de Nota de una actividad ilícita y, eventualmente, perseguida. Pues sí, ese era, y es, su “trabajo”, como lo vemos en cada concierto, en cada partido de futbol. 

“Voy a chambear”, imagino que avisan los amantes de lo ajeno cuando salen de casa con una pistola o una navaja bien afilada, pero también armados de sus huevos, dispuestos a echar bala, si es necesario, o a “picar” a quien se resista.

“¡Ya se la saben!”, amenazó la infeliz “rata” cuando la semana pasada se subió a la combi, video que se hizo viral. A esa advertencia no le faltó razón. Los ciudadanos de a pie conocen bien ese tipo de historias porque las han padecido. Lo hemos escuchado de manera directa o indirecta. Usuarios del transporte público se meten algo de “feria”, a la bolsa “por si me asaltan”. En el colmo del absurdo, se destina un pequeño presupuesto con el objetivo de evitar que la cosa pase a mayores, que la experiencia quede solamente en el susto.

Lo cierto es que resulta cómico cuando se ve al cómplice sin oportunidad de sumarse al atraco y, asimismo, el intento cobarde de ese sujeto que iba a la vanguardia de bajarse de la unidad al verse solo. Lo demás, la golpiza que le dieron, causó gusto. Un gusto mayoritario. Se trató de una reacción espontánea de esos pasajeros. La gente que se gana la vida honradamente está indefensa porque la autoridad no actúa o se pone de acuerdo con los delincuentes. Es una historia sin fin, una maldición, un lugar común. Gente humilde que trabaja de sol a sol para poner algo en la mesa. Toda esa gente que no ha podido atender la cuarentena por el covid-19 porque vive al día, como remarca el subsecretario López-Gatell. Los golpes, patadas e insultos que recibió el ratero de la combi no son otra cosa más que tomar la justicia por propia mano. 

El resto han sido fábulas de la combi. Se musicalizaron las imágenes al ritmo de cumbia o heavy metal, se han hecho cualquier cantidad de memes y caricaturistas de algunos diarios contribuyeron a aligerar la gravedad del asunto. Esa golpiza fue un acto de venganza. Una pequeña satisfacción en nuestra selva de pavimento. Esa gente está harta de tragar veneno. Hace mucho tiempo se cansó de esperar respuestas. Se viralizó este caso, pero ¿cuántos videos circulan por las redes sociales en los que los vivales se salen con la suya? ¿Cuántos más de rateros linchados? ¿Cuántos, en fin, de asaltados que, además, salieron heridos?  

A estas alturas se sobrevive con los que se puede. Las leyes sobran. Falta aplicar justicia. Por cierto, ¿por qué el gobernador Alfredo del Mazo no se ha pronunciado al respecto? En lo que llevamos del siglo XXI la delincuencia ha sido caldo de cultivo en Ecatepec, Texcoco, Neza, Cuautitlán y demás municipios que han visto a Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto, Eruviel Ávila y Del Mazo de pasada. Así está la incongruencia entre los discursos oficialistas y la realidad que nos lastima a diario.

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Fernando Islas