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Encuentros y desencuentros

Fernando Islas

Fernando Islas

Con las benditas redes sociales la información y el tráfico de ocurrencias fluye a la velocidad de la luz. Si la semana pasada, extemporáneamente, se vio en un programa de televisión a un excanciller jactarse de haber cambiado a su hija de un pueblo “horroroso” a otro “un poquitito menos horroroso”, ambos en Oaxaca, para que cumpliera su servicio tras concluir Medicina en la UNAM, gracias a la oportuna intervención de un poderoso político de entonces, estos días la escritora Beatriz Gutiérrez Müller realizó un desafortunado comentario, o cayó en la provocación, según se vea, a propósito de los niños con cáncer que no han recibido sus tratamientos o medicinas, en pleno festejo por los dos años del triunfo electoral que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia.

El coronavirus no debe ser obstáculo para atender a esos niños. Cualquier transición administrativa de la 4T para combatir la corrupción incrustada por años en el sector salud, en este caso, tampoco. ¿Con qué cara esos funcionarios responsables de dar seguimiento a esta problemática cobran sus quincenas?

Los dichos de personajes públicos pesan. ¿Se disculpó Gutiérrez Müller? Juzgue usted: “Están muy inquisidores los adversarios de mi esposo, ¡por algo será! Si mi impresión ‘no soy médico’ ofendió a alguien, ofrezco disculpas. En cuanto a mí, sólo expresarles que soy profundamente humana y deseo bien a todos, ahora y siempre”, escribió en Twitter, la red social de donde surgen las polémicas nuestras de cada día, encuentros y desencuentros de la vida democrática mexicana que tardó décadas en llegar, pero ciertamente no empezó hace dos años. Va de nuevo: si así se comportan en público, cómo lo harán en privado.

Pero si de reuniones a puertas cerradas hablamos, ninguna como la que el presidente López Obrador sostendrá en Washington la semana que entra con su homólogo de Estados Unidos, el impresentable Donald Trump, debilitado, aparentemente, por el asesinato de George Floyd y que en innumerables ocasiones manifestara que México pagaría el muro entre nuestras fronteras y llamara “asesinos” y “violadores” a los connacionales que se ganan la vida allá, al otro lado, como se dice en las ciudades vecinas del país de las barras y las estrellas.

Aseguran expertos que el encuentro López Obrador-Trump será contraproducente y no aportará más que algunas fotografías. ¿Se darán la mano estos dos mandatarios que han minimizado los efectos del covid-19, instantáneas que pelearán todos los diarios?

La reunión tiene un cariz ambiguo. Está anunciada en el marco del nuevo acuerdo comercial de América del Norte (T-MEC), pero al momento de escribir estas líneas el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, no ha anunciado si asistirá. Trump, hoy mismo con un pie en la Casa Blanca y el otro en campaña para reelegirse en los comicios de noviembre próximo, ha manifestado, por ponerlo en términos suaves, su desconfianza en cuanto a la migración proveniente del sur, razón suficiente, señalan los enterados, para poner en duda los motivos de esa reunión.

El embajador emérito Bernardo Sepúlveda publicó una carta abierta al secretario de Relaciones Exteriores en la que advierte sobre los inconvenientes de esta visita oficial de López Obrador, sin interés nacional alguno de por medio ni “fundamento político” que la explique, pues, al contrario, producirá “una reacción de profunda antipatía en el Partido Demócrata. Si Biden gana la presidencia, su antagonismo hacia México será evidente en las políticas bilaterales que adopte. Pero aun si Biden no es el triunfador en la contienda presidencial, es muy probable que el Partido Demócrata mantenga su mayoría en la Cámara de Representantes y, además, que gane el control del Senado estadunidense. De ser el caso, el Partido Demócrata se encargará de pasarle factura política a México” (A Marcelo Ebrard, La Jornada, 28-VI-2020)

Como sea, López Obrador y Trump son dos jefes de Estado que tienen cuentas pendientes con sus ciudadanos. Con los padres de los niños con cáncer, por poner un solo ejemplo del primero, y con los afroamericanos, acaso el Waterloo del segundo. Habrase visto que un parásito se tome un café con un admirador de su permanentemente anunciada magnanimidad.

 

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