Transformación

Todos deseamos un estado social mejor.

                Pero la sociedad no podrá mejorarse mientras

                no se efectúen dos grandes tareas. Si no se establece

                la paz sobre bases firmes, y si no se modifican

                profundamente las obsesiones dominantes con respecto                al dinero y al poder, no hay ninguna esperanza de que

                pueda realizarse transformación deseable alguna.

                El fin y los medios (1937).

                Aldous Huxley

Básicamente, la transformación es la acción de modificar, es un proceso de cambio, es la alteración o variación de personas, cosas o circunstancias, en este caso la llamada 4T se refiere a esa transición en el entorno político y social de nuestra República.

Es también preciso que en una transformación positiva se dé una transición sin perder la identidad inherente de aquello que se pretende modificar.

La transformación como programa político anunciado por el otrora candidato de Morena, hoy Presidente de la República, dista mucho de conformar un cambio en sentido positivo.

Literalmente si hay una modificación, existe una transformación que ha degradado la vida de nuestra nación en las expresiones fundamentales de la democracia y de un Estado de derecho, una fórmula de gobierno que se transforma en una presidencia monárquica.

La forma de gobierno de nuestra nación y de acuerdo con lo que establece nuestra Constitución política, “transformada” como nunca con reformas que no han sido para bien del país, hoy amenazada con una iniciativa del Ejecutivo federal para “transformar” la industria eléctrica, a la cual diversos sectores y organizaciones en México han mostrado su rechazo, pues advierten consecuencias catastróficas en caso de aprobarse.

Establece nuestra Constitución, de igual manera, que la soberanía nacional radica esencial y originariamente en el pueblo y se ejerce por medio de los Poderes de la Unión y las instituciones que en la misma se contemplan; acosar o disminuir cualquiera de ellas, implica el rompimiento del Estado de derecho, produce un ataque directo a la soberanía y un debilitamiento de las estructuras institucionales, haciendo nugatorios sus principios fundamentales, lo que ha venido sucediendo de manera continuada en las declaraciones del Ejecutivo federal.

Los ataques permanentes, casi cada mañana a instituciones como el INE, UNAM, Inai, etcétera, a la prensa (cinco periodistas asesinados en lo que va de este año) vamos, a la libertad de expresión y a muchas más personas físicas y morales, han crispado los ánimos, polarizado la sociedad y enrarecido la política (deplorable los espectáculos violentos de diputados locales antier en el Congreso mexiquense) por la violencia exacerbada que vivimos.

El listado de promesas incumplidas, ofertas de campaña política que no vieron la luz y se convirtieron en una gobernanza errática y destructiva, corrupción flagrante, obras públicas destruidas y sustituidas por otras inviables, política criminal que tienen a la población en peligro inminente, justicia a modo con perversas complicidades movidas por motivos económicos o influyentismo, una economía en crisis, con amenazas permanentes de incertidumbre jurídica y una inflación galopante (7.36%), el nivel más alto de las últimas décadas; la salud de los mexicanos, víctimas no de la enfermedad, pero sí de la carencia de una estrategia adecuada en esta materia que enfrente la pandemia y otras enfermedades, del terrible desabasto de medicamentos.

Vivimos hoy una política de Estado ejercida desde Palacio Nacional a capricho. “La política interior es la mejor política exterior” resultó ser una pifia, en la que se provocó el enfrentamiento con naciones amigas.

Buena noticia, todo apunta a que el aguacate mexicano se exportará de nuevo a EU la próxima semana después de haber alcanzado el “Plan de Seguridad Reforzado”, acordado con la embajada de ese país.