Guardia Nacional

Empezamos un año complejo, retos inéditos en un terreno político distinto y diverso en escenarios poco o nada explorados. Las precampañas están rubricadas por el desaseo, el insulto, la difamación y el agravio. No sólo no han permeado, sino que han hartado a la ciudadanía generando un rechazo generalizado de estas celadas de política barata y vulgar

 Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos,

ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven.

José Saramago.

En este oscuro escenario, las hipótesis propagandistas de AMLO han creado el “espejismo” de ser las únicas propuestas surgidas de esta suciedad, viejas ideas, muchas de ellas arras­tradas desde hace años de campaña en las que ha aprendido las trampas que hoy aplica con maestría. El ya seguro (una vez más) candidato presidencial de Morena, AMLO, es el puntero en esta carrera electoral, situación que provoca mucha inquietud entre inversionistas mexicanos y extranjeros, los proyectos de inversión se retrasan en temas tan importantes como el turismo, en espera de los resultados de la elección.

Ofertas electoreras como la venta del avión presidencial, la cancelación, ya en marcha del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), cambios en la reforma energética, la reforma educativa, construcción de refinerías y de universidades, etc. in­quietudes también en la ciudadanía consciente y responsable sobre la gran problemática que nos aflige a todos los mexicanos, nos mueven seriamente a la reflexión sobre el destino del voto.

El espejismo planteado por López Obrador en torno a la segu­ridad pública, interior e incluso nacional, no sólo suena irrealiza­ble (tema tratado magistralmente por el exPGR, Ignacio Morales Lechuga en su reciente artículo), sino que exacerba la realidad de una situación gravísima que hoy lacera al país: la inseguridad.

Cuando AMLO se refiere a la “amnistía”, a la “Guardia Nacio­nal” o a la temporalidad, tres años para resolver el problema, no calcula, o sí, la imposibilidad de su realización.

Me refiero a que cuando espeta estas ocurrencias o punta­das como han sido calificadas popularmente, no calcula que estas promesas no son unilaterales y que el Congreso, las legislaturas y en su caso la Suprema Corte, son los equilibrios que impone la democracia a la legalidad. En el caso de la Guardia Nacional, la propuesta viola el pacto federal y atenta contra los orígenes y ra­zón de las Fuerzas Armadas, entre otras muchas cosas y no resol­vería el problema, mucho menos, en los plazos por él ofertados.

En nuestra nación encontramos desde 1812 y así sucesivamente has­ta 1917, los principios innegables de la naturaleza constitucional de la Guardia Nacional: fuerza temporal formada por ciudadanos para en­frentar eventualidades, reservando a la ciudadanía que la formen el nom­bramiento de jefes oficiales y a los Estados la facultad de instruirla, la re­glamentación quedaría, en todo caso, a la Federación.

Hay varios ejemplos de tipo de Guardia Nacional iniciando con EU (toda un área de vasta experiencia, funcional y organizacional); hasta las Guardias Nacionales en el continente. La raíz filosófica de estos cuerpos es que su propósito político estratégico es la Seguridad Interior y deja la Defensa Nacional a los ejércitos de potencias con capacidad de despliegue operacional regional o global; en nuestro caso y mi personal opinión, dicha “ocurrencia” sólo beneficiaría, si fuera posible a los vecinos del norte que por supuesto, no ven a las Fuerzas Armadas mexicanas a la altura, sin considerar que son las mejor preparadas hoy por hoy y que han sido un eficiente muro de contención a la inseguridad.

La reforma constitucional de diversos artículos de la Carta Magna (incluido el art. 13 que se refiere a la Jurisdicción Militar) implica desde luego que sea aprobada por el Constituyente Per­manente, es decir la suma del Congreso con el voto de las dos terceras partes de los individuos presentes y con la mayoría de las legislaturas de los estados. Estas mayorías no las podrá alcanzar Morena, simplemente por razones numéricas, luego en todo caso si se lograra una reforma monstruosa como ésta, cuánto tiem­po tomaría y más aún cuánto tiempo llevaría implementarla; hay que agregar también las leyes secundarias, trabajo legislativo y operativo que desde luego toma mucho más de tres años para alcanzar los primeros resultados.

Peor panorama para la amnistía, aunado a los obstáculos ya mencionados, en esta hipótesis el dolor, la desconfianza y el re­sentimiento social de las víctimas sería inimaginable e irreparable, los victimarios disfrutarían de impunidad absoluta y enfrentaría­mos el temor de la reincidencia aún más grave de delitos imperdo­nables. (Merece especial atención el hecho de que recientemente Colombia paralizó el diálogo con el Ejército de Liberación Nacio­nal tras nuevos ataques de la guerrilla a unas horas de iniciarse éste en Quito, Ecuador, para renegociar dicho acuerdo).

La seguridad que exige nuestro país es ingente y debe actuarse con responsabilidad, decisión y en acatamiento estricto del mar­co jurídico, sin olvidar que en esta materia México tiene compro­misos internacionales estipulados en tratados sancionados por el Senado de la República y que le dan el nivel de norma suprema.

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