Cuerpo femenino
Nuestro cuerpo nunca nos ha pertenecido. Es un territorio en permanente disputa pero también representación cultural de control y alineación. Conquistarlo significa vivir bajo un ritmo propio, único e intransferible. Asaltar el propio cuerpo, sin embargo, nunca ha sido ...
Nuestro cuerpo nunca nos ha pertenecido. Es un territorio en permanente disputa pero también representación cultural de control y alineación. Conquistarlo significa vivir bajo un ritmo propio, único e intransferible.
Asaltar el propio cuerpo, sin embargo, nunca ha sido una empresa sencilla. Está resguardado por las instituciones que lo han explotado: la masculinidad, el poder, las religiones y los mercados basan sus estrategias de dominio precisamente en el control de todo lo que su anatomía contiene.
Para romper esa dinámica de coerción histórica hay que aproximarse al valor semántico de dicho microcosmos. El cuerpo es forma, volumen, ingredientes, datos, materia, esencia, aspecto, recursos, objeto, espacio, dimensión y magnitud, pero también ideas. Lo cual significa que quien controla el cuerpo puede dominar la existencia misma, más allá de su género.
Al estudiar desde el arte la dificultad de las mujeres para aproximarse con autenticidad al cuerpo habitado, sobre todo en el ámbito sexuado, Lorena Zamora Betancourt ha podido dimensionar el peso social de las lecturas masculinas acerca del desnudo femenino. Para la experta en artes visuales y género, este condicionamiento androcéntrico ha sido sorteado a través del dibujo y la pintura, ya que la mujer encontró la manera de identificarse desde su propia existencia con las formas corpóreas que le ofrecen, desde su intimidad, la posibilidad de resignificarlas.
¿Cómo subvertir la mirada masculina? Se pregunta Zamora Betancourt en este proceso por el que la mujer voltea hacia sí misma. La pregunta es pertinente porque con frecuencia las mujeres siguen mirándose y reconociéndose desde la aproximación impuesta por los hombres, por sus códigos, sus valores y su misoginia. Y la única manera es subvirtiendo dicho orden, si bien existe el riesgo -alerta- de hacerse invisible dentro de la cultura si se niega de golpe el constructo ya existente de la identidad femenina. Y tiene razón.
¿Cómo se construye o proyecta una manera diferente de ser mujer? La investigadora responde con otra pregunta poco fácil de contestar: “¿prescindir de la imagen del desnudo femenino en el arte de las mujeres por el peso simbólico del imaginario masculino cifrado sobre él, no sería una ociosa trampa de auto-negación?".
Vaya que sí. No es fácil diluir la lectura masculina y los valores históricos que vinculan el desnudo femenino con dos referentes socialmente aceptados: la maternidad y el placer sexual. Ciertamente los cuerpos desnudos de las mujeres son más que ese par de referentes aunque corresponde a la propia mujer descubrirlos o crearlos.
En un singular ensayo, la investigadora identifica la mirada de la mujer sobre ella misma mediante “códigos visuales que se están apropiando de la imagen del desnudo femenino a través de esa libertad a la que acuden las artistas para expresarse y expresar los encuentros que han tenido al aventurarse, como mujeres, en los confines propios del erotismo y la sexualidad”.
Bajo esta ruta, asegura Lorena Zamora que muchas pintoras mexicanas han logrado crear nuevos significados ahí donde antes había maternidad o deseo sexual. No obstante -advierte- el reto es que la mirada femenina pueda cruzar los mismos caminos seguidos por la perspectiva masculina. “Si nosotras empezamos a comprender esto, ellos lo harán también”, sentencia la académica.
El proceso de gradual revaloración artística sobre el desnudo femenino ha abierto caminos diversos, no solo para que la mujer pueda mirarse con sus propios ojos, sino también para que el hombre entienda ese proceso.
¿Cómo incide el tema del amor en esta sucesión de resignificados respecto a la desnudez y al sexo femenino? El tema queda fuera de la investigación pero es necesario plantearlo porque sus cánones también son masculinos. Y es que las mujeres han venido ajustando los referentes ante su intimidad pero no frente al amor.
Al respecto, puede decirse que, como lo escribió Octavio Paz, “los frutos del amor son intangibles”. Existen pero no se definen con nuestras manos ni mucho menos con el arte. Sabemos que están ahí y que resulta imposible apropiárselos. ¿Cuántos valores tan sublimes quedan fuera del contorno corporal, de la territorialidad genital y del dominio de género? Son preguntas y piden respuesta.
Referencia
Zamora Betancourt, Lorena. El desnudo femenino. Una visión de lo propio. Ed. INBA/Conaculta, 2012, México.
@LuisManuelArell
